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sábado, 27 de noviembre de 2010

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO- Ciclo A






Etimología de la palabra adviento



Advéntus se traduce en la Vulgata a parusía (venida) con sentido implícito de epifanía (manifestación). Así la palabra adviento significaría venida, advenimiento.

Es utilizada en el lenguaje pagano para indicar el advenimiento de la divinidad: su venida periódica y su presencia teofánica en el recinto sagrado del templo. En este sentido, la palabra advenimiento viene a significar retorno y aniversario.

También se utiliza la expresión para designar la entrada triunfal del emperador. En el lenguaje cristiano primitivo, con la expresión adventus se hace referencia a la última venida del Señor, a su vuelta gloriosa y definitiva.

Pero enseguida, al aparecer las fiestas de Navidad y Epifanía, adventus sirvió para significar la venida del Señor en la humildad de nuestra carne. Con todo, la palabra hace referencia a un tiempo de preparación que precede a las fiestas de Navidad y Epifanía.



Sentido del Adviento



Así lo explica el Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI:



«El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?



Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) el niño ‑ Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.



Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (...)».



Alegraos en el Señor



(...) «“Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión. Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.



Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval».



Estar preparados...



«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».



Juan el Bautista y María



«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».



Creo que nos es necesario añadir nada más. Solo una invitación a meditar estas palabras llenas de sabiduría teológica, y de profunda espiritualidad. Que nos falte la esperanza activa, el deseo hecho realidad de Cristo que quiere nacer en nosotros.



Juan García Inza

sábado, 20 de noviembre de 2010

Ultimo Domingo del Año Litúrgico: SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY


Mi Reino no es de este mundo



Cristo es el Rey del universo y de modo especial de los hombres, sus hermanos. Es una de las fiestas más sobresalientes del año litúrgico. Precisamente con ella clausuramos este recorrido que hemos hecho durante todo este tiempo a lo largo de la Vida de Jesús. A partir del próximo domingo comenzamos un tiempo nuevo: el Adviento. Recordamos y celebramos esta verdad revelada públicamente por Cristo: El es el Rey de todo lo creado. Pero su Reino no es de este mundo, por lo que no se puede medir con las categorías sociales y políticas de los reinos de nuestra historia. El Reino de Cristo es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.



Esta Fiesta fue instituida por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.



Quería con ella que nosotros, los católicos, tuviéramos muy presente que quien dirige la Iglesia es Jesucristo Rey, que equivale a Señor. En un principio se celebraba el último domingo de Octubre. Pero con la reforma litúrgica fue trasladada al último domingo del año litúrgico o eclesiástico. Con ello se quiere poner de manifiesto que Jesucristo es el centro de nuestra historia, y de la historia universal. El es el principio y el fin de todo lo creado, porque es el Verbo de Dios, y mediante Su Palabra Dios lo hizo todo, y al final tiene El la última palabra. Pero debemos tener bien claro que el Señor vino a establecer en el mundo un pueblo que no tenga más Señor que el Dios verdadero, manifestado a través de los seres creados, de las maravillas del universo, y de la revelación contenida en las Sagradas Escrituras. Este Reino tiene como ley fundamental el amor, como programa las Bienaventuranzas, y como fin implantar en el mundo la Verdad, la justicia y la paz. Y este Reino no tendrá fin…



El Señor, para hablarnos de Su Reino utiliza varias parábolas. Una de ellas nos habla de un Rey que se iba a marchar a tierras lejanas, y dio a cada uno de sus servidores distinta cantidad de monedas de oro, y les dijo que negociasen con ellas para rendir cuentas cuando el volviera. A la vuelta de su largo viaje, los dos que habían recibido más le dieron el doble de lo que les había confiado, y aquel Rey los felicitó por su interés, y le dio el mando sobre varias ciudades de su reino. Pero el que había recibido solo una moneda, no se quiso molestar, prefirió guardarla bien y devolvérsela cuando llegase. Cuando vino aquel Rey le echó en cara su actitud holgazana, su falta de interés, y le quitó la moneda y lo echó de su reino. Esto nos debe hacer pensar a nosotros como estamos negociando, haciéndole rendir a los bienes que hemos recibido de Dios. No podemos cruzarnos de brazos y dejar que pase el tiempo sin hacer nada positivo por amor a Dios, a los demás y a nosotros mismos.



Hablábamos el domingo anterior del fin del mundo. Decíamos que a casa uno le llega el fin cuando muere. Y la muerte fija nuestro estado, nuestras intenciones, nuestra situación. Sería una grave irresponsabilidad dejar a la improvisación, a la aventura, el momento más decisivo de nuestra vida.



Nos podemos preguntar hoy: ¿De verdad Cristo es el que reina, el que dirige mi corazón, mis sentimientos, mi conciencia, mi inteligencia, mis tareas, mi familia, mi vida social, mi ocio...? ¿Quién manda en ti?: ¿La verdad o la mentira, la justicia o la injusticia, el amor o el odio e indiferencia, la paz o la guerra continua? Es importante que respondamos bien a estas preguntas, pues nos jugamos mucho.



El Señor sigue utilizando ejemplos para que entendamos bien lo que es el Reino:



“es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”;



“es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”; “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”;



“es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.



Debemos buscar sinceramente ese Reino. En ello nos va nuestra felicidad aquí, y nuestra salvación eterna. No son teorías, o bonitas palabras. El reino de Dios, o está dentro de nosotros mismos como dice Cristo, o no está donde nosotros estamos. No es suficiente una religiosidad popular ocasional si no dejamos que el Señor sea el dueño de mi vida.



Todo el programa de nuestra maduración en la fe se sintetiza en estas etapas: buscar a Cristo, encontrar a Cristo, conocer a Cristo, amar a Cristo, y darlo a conocer. Los medios ya sabemos cuales son. Hay que utilizarlos.



En la Eucaristía le encontramos realmente, por eso estamos aquí.



Muchos mártires de todos los tiempos murieron con el grito de ¡Viva Cristo Rey!, en la boca. Que nosotros, como la Virgen María, podamos decir también: ¡hágase en mí según tu palabra!



Y no olvidemos lo que dice un autor cristiano: “La corona de espinas de Cristo ha sido para el mundo más útil que todas las coronas de los reyes”.

lunes, 15 de noviembre de 2010

¿EXISTE EL ALMA?



EL ALMA

En este artículo se habla del alma, que es algo muy serio. En la teología católica, y también en la filosofía, la palabra alma significa el elemento espiritual que informa al cuerpo humano (elemento material); constituyen ambos una unidad substancial que es la persona humana. El alma es espiritual, individual e inmortal, y ha sido creada inmediatamente por Dios, en cada persona; no procede -como el cuerpo- por vía de generación, de los padres.

La palabra "alma" -dice el autor del texto que se publicó en la revista Nuestro Tiempo (nº 603, IX-2004)- encierra el misterio de la vida y sus sorprendentes propiedades; el misterio del más allá y las aspiraciones humanas más profundas; y el misterio de la conciencia humana, de la inteligencia y la libertad. La palabra "alma" indica también a la persona, al ser espiritual, querido por Dios y constituido, por su amor, como un interlocutor para siempre. El alma humana no es un duende, ni una cosa que esté en el hombre, ni una parte del hombre. Es el sujeto espiritual, con su forma y sus propiedades, la persona querida por Dios. Todo esto es lo que lleva dentro la palabra alma.

por Juan Luis Lorda, Prof. de Teología Dogmática y Antropología, Universidad de Navarra
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Con las grandes palabras, especialmente si tienen mucho uso, hay que tener cuidado. Porque a medida que pasan de boca a boca y de mente a mente, se confunden, pierden sus conexiones con la realidad y flotan en el mundo de las ideas como globos a la deriva. Sugieren demasiadas cosas a la vez. Para trabajar con las grandes palabras, hay que anclarlas en la realidad: acudir a los lugares originales de donde procede su sentido.

La palabra alma es una palabra enorme, un globo gigantesco. Muy venerable, porque está relacionada con lo más sublime. Pero también pintoresca, cuando la mentalidad popular se la representa como un duende dentro del hombre. Una cultura tan científica como la nuestra no está para duendes. Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (Ockham: "no hay por qué admitir más cosas que las necesarias"). Chesterton o Tolkien protestarían al unísono, y defenderían también la necesidad de los duendes, precisamente para contrarrestar una visión exclusivamente científica del mundo. Pero yo me voy a limitar a defender la existencia del alma.

Si comenzamos preguntando por lo que evoca la palabra, flotaremos. Tenemos que tomar tierra y relacionar la palabra con la realidad. En su origen, la palabra "alma" está relacionada con tres experiencias humanas muy importantes. La primera es el misterio de la vida y la diferencia entre la vida y la muerte. La segunda es la pregunta por el más allá, y en concreto por la supervivencia personal. La tercera se refiere a lo característico del espíritu humano , a la vida de la inteligencia y al ejercicio de la libertad y de la creatividad. No se trata de duendes.

La vida tiene una maravillosa riqueza de propiedades. Hay muchos cuentos donde los protagonistas se suben a una roca y resulta ser un elefante o creen llegar a una isla y se encuentran sobre el caparazón de una tortuga. Desde luego, en los cuentos y en la realidad, hay mucha diferencia entre subirse a un montón de tierra o a un elefante. El elefante o la tortuga pueden hacer cosas que no cabe esperar de la montaña o la isla.

El niño que está entusiasmado con su perrito se llevará un disgusto terrible si se le muere: se acabaron los juegos, se acabó el correr, se acabó esa mirada y los saltos de alegría cuando vuelve a casa. Al tocar el cuerpo frío del animal, notará la diferencia. Se asomará a la tragedia de la muerte, a esa amenaza tan tremenda para lo vivo. El cuerpo inmóvil que tiene delante, parece el mismo, pero ya no es el mismo. Ha dejado de estar animado: ha perdido la vida. En este primer sentido, alma es lo mismo que animación. Todo lo vivo está "animado". Es lo que se ve a simple vista.

Como vivimos en una sociedad ilustrada por los conocimientos científicos, ya no podemos quedarnos con lo que se ve a simple vista. Sabemos mucho más sobre la realidad. Esto es una ventaja, pero también un inconveniente. Desde luego, saber más, es siempre una ventaja. El inconveniente consiste en que el conocimiento de los detalles puede impedirnos la visión de conjunto. Los árboles pueden ocultarnos el bosque: el bosque sólo se ve a simple vista, sin análisis.

La materia

La mentalidad científica moderna es, en mucha parte, "constructivista" , perdón por la palabra. Es decir, entiende que explicar una cosa es lo mismo que decir cómo está hecha, cuáles son sus componentes y como se combinan. Desde luego una gran parte de la ciencia moderna, la química, la física atómica y la biología, han progresado a base de analizar los compuestos y encontrar los elementos y su estructura. Esto lleva a que muchas personas con mentalidad científica al ver la realidad, piensen siempre en su composición. Ven un mineral y recuerdan de qué está compuesto. Ven un árbol y recuerdan sus estructuras. Y lo mismo al ver un perro o una persona. Hoy sabemos que, con diferentes grados de complejidad, todo está compuesto de los mismos elementos de la tabla periódica que puso en orden, hace más de cien años, Mendeleiev (+ 1907).

Cuando una persona con mentalidad científica ve que muere un animal o una persona, piensa en las alteraciones orgánicas que se han producido y que hacen imposible la vida. Tiene razón: para explicar la muerte basta fijarse en la alteración de los componentes orgánicos. El problema es que, cuando ven un ser vivo o a una persona piensan que está vivo sólo porque está construido con estos componentes. Y lo ven como si fuera una enorme estructura bioquímica que funciona ordenadamente. Muchos dirán que, "en el fondo", es una aglomeración de materiales que funciona gracias a las propiedades físicas y químicas de sus elementos. Y aquí no tienen razón. O, por decirlo mejor, tienen sólo una parte pequeña de razón. Porque esta explicación es muy reductiva: oculta el misterio de la vid a. Es como si dijéramos que El Quijote es un conjunto ordenado de letras o una casa un conjunto ordenado de materiales de construcción. Es verdad, pero ocultamos mucha más verdad de la que decimos.

Ningún materialista aceptaría de buen humor que le cambiaran a su hijo por un cubo de agua y un saquito de polvo. Y, sin embargo, es verdad que, desde el punto de vista de los materiales, el hijo es, "en el fondo", como toda la materia viva, 80 por ciento de agua y unos pocos kilos de calcio, carbono y otros elementos químicos. Si fuera consecuente con lo que piensa, tendría que aceptar el cambio sin pestañear. Pero algo nos dice que no aceptaría. Y hace bien. Quizá defienda en teoría que es lo mismo, pero no se atreverá a vivir como si fuera lo mismo. Sólo unos pocos canallas en la historia han sido capaces de ser consecuentes hasta el final. Los demás se han sentido paralizados por sus sentimientos humanitarios, por su intuición espontánea sobre las cosas. Es que algo no cuadra. Quizá los árboles nos ocultan el bosque.

La forma

¿Por qué la materia organizada y en funcionamiento es más que la materia suelta? Plantearse la pregunta así, honradamente, ya es un gran paso, casi una voltereta, porque nos puede llevar a ver las cosas al revés. Pero es la única manera de defender que el hijo "es más" que el cubo de agua y el saquito de polvo.

Bien mirado, es asombroso que la naturaleza resulte ser como un inmenso juego de construcción, con tanta complejidad y con tantísimas propiedades. Esto lo entienden mejor los aficionados a las arquitecturas y los mecanos. Hay muchos juegos de construcción muy buenos. Y se pueden hacer muchas cosas con piezas simples. Aunque, desde luego, no tantas cosas como las que hace la naturaleza. No se vende ningún juego con unas piezas tan polivalentes, capaces de formar tan sorprendentes estructuras.

No existe un juego que permita construir un perro ni nada parecido. Hay mecanos que permiten construir coches. Te dan las piezas y los planos para ponerlas en su sitio. Si tienes imaginación, puedes construir también cosas que no están previstas en los juegos de construcción: palacios estupendos o mecanismos curiosos. Caben variantes sin límite, infinitas. Sólo estás limitado por las posibilidades de las piezas. Pero ningún juego de arquitectura permite construir, por ejemplo, un motor de explosión. Las piezas no tienen las propiedades mecánicas y térmicas necesarias.

Si tuviéramos piezas de metales muy resistentes y con la forma adecuada, podríamos acoplarlas y hacer un motor de explosión. Pero sólo si tienen la forma adecuada. No sirve cualquier pieza. Para hacer un motor de explosión, primero necesitamos la idea del motor de explosión y luego, con poca libertad, podemos hacer las piezas. Lo curioso es que aquí vamos en sentido contrario que el análisis científico normal. No explicamos el motor por las piezas que lo componen, sino al revés: las características de las piezas se explican porque las necesitamos para el motor. Lo que manda es la idea del motor.

Sería ridículo explicar el motor de explosión diciendo que es una acumulación de piezas. Antes que nada, el motor es una idea. Podemos hacer las piezas con distintas formas y materiales, pero tenemos que respetar la idea. Se da la curiosa circunstancia de que las propiedades del motor de explosión son propiedades de la idea del motor , no de las piezas. Las piezas sueltas no tienen esas propiedades: si alguien las viera sueltas, no podría deducir las propiedades del motor. Sólo cuando están unidas según la idea del motor, tienen las propiedades del motor. El motor tiene más propiedades que las piezas.

Las personas con mentalidad exclusivamente científica están acostumbradas a explicar la vida por sus elementos. Y dicen que todo es, en el fondo, una combinación de piezas elementales con propiedades elementales. Todo lo de arriba se explica por lo de abajo; y, en el fondo, se reduce a lo de abajo. Lo verdaderamente real es lo de abajo.. Esto lo dicen científicos serios (S. W. Hawking, S. Weinberg, F. Crick) y también otros (C. Sagan, E. O. Wilson, R. Dawkins) que se dedican a la divulgación de la ciencia y a la extrapolación (a veces incontrolada) de los conocimientos. Pero es un reduccionismo , tan grande como explicar una casa sólo por sus ladrillos o El Quijote por sus letras.

Es más: pudiera ser muy bien que el mundo se explicara al revés, como el motor. Que las características de las piezas elementales se expliquen por las ideas superiores. Puede ser que haya que comprender los elementos de la materia como las piezas de algo superior , que tiene muchas más propiedades que las piezas. Si no, no se puede justificar la extraordinaria capacidad y polivalencia de este juego de construcción.

Es interesante notar que las ideas, las formas tienen propiedades (el motor de explosión). Aprovechan las propiedades de sus componentes, pero se comportan como un conjunto que tiene más propiedades que sus componentes. En la misteriosa diferencia entre lo vivo y lo muerto, sucede esto, con un nivel de complejidad fabuloso. Lo vivo, con todo el organismo en su sitio, tiene muchas más propiedades y muy superiores a lo no vivo. A esto, se le llama, a veces, emergentismo (M. Bunge): aunque la palabra sugiere una dirección de abajo arriba.

Quizá haya que dar la vuelta. Quizá sea más sensato pensar que los elementos de la materia son, en realidad, las piezas de lo vivo. Si la idea de lo vivo no estuviera de alguna forma prevista en el juego de construcción, ¿cómo se va a producir ese enorme salto hacia arriba? En los juegos de construcción, nunca se producen estos saltos de calidad. Y menos por casualidad. Si metiéramos millones de piezas de arquitectura, en una hormigonera y dieran vueltas durante miles años, se produciría de vez en cuando un trozo de pared, pero nunca un castillo y mucho menos un caballo. Por más vueltas que demos. Y si metiéramos canicas, nunca se produciría nada. No hay problema en admitir que la forma de un montón de tierra se ha producido por casualidad. Pero parece absurdo decir que la forma de los seres vivos se ha producido por casualidad. Las formas superiores tienen que estar previstas de alguna manera en el juego; tienen que ser posibles. ¿No habrá que pensar el mundo desde arriba en lugar de pensarlo desde abajo?

Fuente: Fernando H. en www.maresdelmundo.blogspot.com

sábado, 13 de noviembre de 2010

Preparamos el Mercadillo de Navidad


Estamos preparando el tradicional Mercadillo de Navidad en favor de Cáritas Diocesana. este año lo pondremos el 11 de Diciembre en la Plaza de Santo Domingo de la Capital murciana. Solicitamos la colaboración de todos para conseguir el fin que pretendemos: hacen falta muchos productos alimenticios no perecederos para el Comedor de Cáritas y de Jesús Abandonado. Lo pueden traer a la Parroquia por las tardes.

DOMINGO 33 DEL T.O.-CICLO C


Con vuestra perseverancia salvareis vuestras almas



Celebramos el último domingo del año litúrgico. El próximo domingo será la fiesta de Cristo Rey del Universo. El Señor nos habla del fin de los tiempos. “Llegará día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido…”, dice el Señor. Y cuando le preguntan sobre el día y la hora, contesta: “Cuidado que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo , o ; no vayáis tras ellos…”

El Señor nos advierte de los falsos profetas. Los ha habido en todos los tiempos. Son los anti-Cristo, que pretenden desviar nuestra orientación religiosa hacia otras metas distintas a las del Evangelio. El demonio se vale de personas e instituciones para intentar anular la acción de Dios en la humanidad. La historia, incluida la reciente, es testigo de ello. Los falsos redentores de la humanidad han causado estragos entre los seres humanos pensando que hacían un bien. Podemos recordar las persecuciones religiosas de nazismo, del comunismo, y de otras corrientes materialistas, que eliminaron millones de personas por el solo hecho de creer en Dios. La revolución bolchevique en Rusia causó la muerte a 109.000 sacerdotes y religiosos. En España fueron cerca de 10.000. En Alemania verdaderas riadas de personas terminaron sus vidas en los campos de exterminio. Es la dictadura del odio a Dios, y el endiosamiento de los tiranos.

Estaba previsto que sucederían estas cosas por la maldad de muchos corazones. El reino del mal es capaz de todo. Y siempre lo pagan los mismos. En nuestros días se sigue persiguiendo, y se sigue atacando con la falsedad y el odio de corazones miserables, pervertidos. “Así tendréis ocasión de dar testimonio”.

Salimos de Dios y vamos a Dios. Cada uno por su camino. Pero hay llevar mucho cuidado con la cizaña, que pretende ahogar el mal con la basura de la mentira y la maldad. ¿Qué se pretende con la asignatura “Educación para la ciudadanía”?. Algunos ingenuos piensan que se pretende hacer buenos ciudadanos. Pero lo que realmente se pretende es adoctrinar a los niños y jóvenes para moldearlos a su gusto, eliminando toda referencia a lo trascendente, e incluso a los valores del espíritu. Es tratar de hacer ciudadanos en serie. En el fondo es imponer a nivel nacional un modelo de hombre al margen, e incluso en contra, de toda religión. Esto es lo que desde hace años intentan con cierto éxito algunos nacionalismos, y ahí tenemos los resultados en el terrorismo.

Pero Dios conoce lo que hay en el corazón de cada hombre. Sabe distinguir lo bueno de lo malo. Y El no pierde la guerra, aunque parezca que pierde algunas batallas.

No debemos ser catastrofistas, pero sí realistas y astutos, como las serpientes. Hay que vigilar y orar para no caer en la tentación. Y ser constantes en hacer el bien. Nuestro mayor peligro es refugiarnos en nuestra comodidad y dejar al mundo correr, como si lo que pasa en la calle, en la cultura, en la sociedad en general no fuera con nosotros. Podemos pecar de omisión. La causa de Dios es nuestra causa. Y lo que pretende la Iglesia es tratar de que vivamos el plan de Dios para el mundo, para cada uno de nosotros. No lo olvidemos: Con nuestra perseverancia salvaremos nuestras almas. Un buen propósito sería reflexionar sobre mi actitud ante los acontecimientos sociales que afectan a todos, y en especial a la familia.



Juan García Inza

sábado, 6 de noviembre de 2010

DOMINGO 32 DEL T.O.-CICLO C


Dios de vivos, no de muertos



El evangelio de este domingo nos habla de la vida eterna. Nuestro fin no es la muerte. Hemos sido creados para la eternidad. El hombre está compuesto de cuerpo material y alma espiritual. La muerte es la separación del cuerpo y el alma. El primero, que es material, se queda aquí en la tierra, se descompone, desaparece. Pero el alma, que es espiritual, no muere. Dios ha querido que permanezca para siempre porque somos criaturas especiales, hechos a imagen y semejanza de Dios. ¿En qué somos semejantes a Dios? No en el cuerpo, evidentemente, porque Dios no tiene cuerpo. Nuestra semejanza está en aquello que nos hace inteligentes y libres. Es decir, en nuestra alma espiritual.

Nuestra fe cristiana se fundamenta en Dios, revelado por Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Cristo como hombre tenía también cuerpo y alma. Y por ser Dios era perfecto y, por tanto, su cuerpo no podía corromperse, no tenía la huella del pecado original. De ahí la necesidad de la Resurrección, y la transformación de su cuerpo mortal en cuerpo glorioso. La Virgen María tampoco tenía pecado original, y al cumplirse su tiempo en la tierra fue subida al cielo.

Nosotros estamos llamados a la vida eterna. Cuando morimos nuestra alma entre en esa vida del espíritu que no acaba. Los que mueren en paz con Dios pasan a disfrutar de la gloria eterna. Los que tienen que purificar sus faltas antes de gozar de Dios, tienen un tiempo para ello en ese estado que llamamos Purgatorio. Los que deliberadamente no quieren saber nada con Dios, el Señor respeta su libertad al máximo, y serán privados eternamente de la visión de Dios. ¿Cómo es posible esto? Es posible porque el reino de Dios es el Reino del Amor, y el amor es libre. No se puede amar a Dios ni a nadie a la fuerza. El Señor no quiere servidores forzados. Nos ayuda con su gracia para que sigamos acertadamente su camino, pero no fuerza en absoluto nuestra libertad.

La Gloria es el estado en el que gozan los bienaventurados de la presencia de Dios. Todos estamos llamados a ella. En el Cielo, por decirlo así, hay un sitio reservado para nosotros. Pero hay que poner los medios. Y los medios ya sabemos los que son: todos aquellos que nos ha dejado Cristo para vivir en Gracia de Dios.

En el último día las almas se unirán a nuestros cuerpos recreados en estado glorioso, para que sea el hombre entero, cuerpo y alma, el que goce de Dios. La primicia de ese momento ya la vivió Cristo y la Virgen María. La santidad es precisamente gozar de la presencia de Dios aquí en la tierra y después en el cielo.

Dios es de vivos, no de muertos. Nos quiere vivos. El dijo YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, EL QUE CREE EN MI AUNQUE HAYA MUERTO VIVIRÁ. Y nosotros creemos esta gran y consoladora verdad.





Juan García Inza

Centro de Orientación Juvenil

El Equipo del Centro de Orientación Juvenil que hemos creado en la Parroquia sigue trabajando para comenzar las actividades lo antes posible. Estamos programando las actividades culturales, deportivas, lúdicas, etc. Ya contamos con una información detallada de posibles actividades deportivas en centros oficiales y también de senderismo. En responsable de Cine-forum cuanta con una relación de películas interesantes. La página Web ya funciona. Seguiremos reuniéndonos para avanzar en la programación. Ofrecemos hoy el cartel que se difundirá en los Centros de Secundaria