Este Blog pretende ser un instrumento al servicio de la Parroquia, para información y formación de los visitantes

sábado, 26 de febrero de 2011

DOMINGO 8º DEL T.O. Ciclo A


VANGELIO
Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero, y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Por eso os digo: no andéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir.

¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?

Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?

¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Por qué os agobiáis por el vestido?

Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?

No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas.

Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.

Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo eso se os dará por añadidura.

Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia.





HOMILÍA
Érase una vez un hombre muy rico y avaricioso que contrató a un matemático para que descubriera la fórmula que le permitiera incrementar más y más sus ganancias.

El hombre rico estaba construyendo una enorme caja fuerte donde almacenar mucho oro y muchas joyas.

El matemático se encerró durante seis meses en su estudio y al final encontró la fórmula.

Una noche se presentó en la casa del hombre rico con una gran sonrisa en la cara y le dijo: Ya lo tengo. Mi fórmula es perfecta.

El hombre rico no tenía tiempo para explicaciones ya que a la mañana siguiente emprendía un largo viaje, pero le prometió doblarle el sueldo si, en su ausencia, se encargaba de sus negocios y así ponía en práctica su nueva fórmula. Éste aceptó encantado.

Cuando el rico regresó descubrió que todas sus riquezas se habían esfumado. Furioso, le pidió explicaciones.

El matemático con mucha calma le dijo que había distribuido todo entre la gente.

El rico no se lo podía creer.

Durante meses, explicó el matemático, analicé cómo se podía obtener el máximo beneficio, pero siempre era algo muy limitado. Comprendí que la clave consistía en que, no uno, sino muchas gentes podían ayudarnos a conseguir el objetivo. La conclusión era que ayudando a los demás era la mejor manera de que muchas gentes nos beneficiaran a nosotros.

Furioso y abatido se puso a caminar, pero los vecinos salían a su encuentro y le ofrecían todo lo que necesitaba, comida, casa… y pudo comprobar los resultados previstos por el matemático. Recibía honores y ayuda de todos. Cayó en la cuenta de que no tener nada le había dado mucho más.

Pronto emprendió nuevos negocios, pero siguiendo el consejo del matemático ya no guardaba nada en la caja fuerte sino que lo compartía con los demás cuyos corazones eran las más seguras y más agradecidas cajas fuertes.
Pedro Pablo Sacristán.

Nosotros no contratamos un matemático. Cada uno de nosotros somos ese matemático que busca la fórmula del mayor beneficio, de más ingresos, de más influencias…porque nunca tendremos bastante. Así funcionan los paganos.

Los cristianos ya tenemos nuestro matemático y cada vez que venimos al área de descanso, de una manera o de otra, nos recuerda su fórmula para agradar a Dios y para incrementar nuestros beneficios, la del servicio, la de la confianza, la del compartir con los necesitados, ellos son nuestra esperanza.

Cinco veces nos dice Jesús en el evangelio proclamado “no os agobiéis por lo que vais a comer o con qué os vais a vestir”.

La vida no es otra cosa que agobio y preocupación.

Si el consejo de Jesús nos desconcierta a los que tenemos lo esencial para vivir dignamente, tiene que resultar cruel e insultante a los millones de parados y muertos de hambre que pueblan nuestro mundo.

Pero Jesús se dirige a los que tienen y les recuerda que el mundo está en sus manos y que, a través de sus manos, su inteligencia y sus acciones, su amor y su compasión tiene que pasar a los necesitados que son sus prójimos. No hacerlo es vivir cómodamente pero en la muerte.

Los que tienen no pueden refugiarse en el culto al confort, en la seguridad de su caja fuerte, en el servicio al amo dinero.

Los cristianos somos llamados a revisar continuamente nuestras prioridades, a mirar más allá de las fronteras de nuestro yo, a agobiarnos, pero no para tener más sino para ser más y compartir más con los millones de personas que no pueden mirar al cielo porque sus ojos están fijos en el suelo esperando nuestras migajas, las que caen de nuestras mesas, porque sus vidas más que agobio son pura desesperación.

Es fácil hablar de Dios y confiar en Dios con el estómago lleno, pero para los que mueren de hambre nuestra jerga espiritual les suena a broma.

Y a pesar de la enseñanza de nuestro Maestro siempre viviremos con el corazón partido. Dios sí, por supuesto, ¿cómo no tener a Dios como amo si es el mejor amo?

Pero ¿cómo no adorar y alimentar los pequeños amos de este mundo que nos halagan y nos hacen tanto bien?

No podéis servir a dos señores, no podéis tener dos lealtades contradictorias.

A los que lo tenemos todo nos preocupa el colesterol, la contaminación del aire, las notas de los hijos, el fin de semana…pequeñeces de personas satisfechas.

¿Quién de vosotros a fuerza de agobiarse puede añadir una hora de tiempo a su vida?

Es cuestión de vida o muerte, solemos decir agobiados.

El mensaje de Jesús es también cuestión de vida o muerte.

El presente, este hoy maravilloso, es el tiempo de la Presencia de mi Padre celestial y le doy las gracias.

¿Y el mañana? El mañana es mi agobio, mi preocupación, mi interrogante y el de todos los hombres, el de los que tienen y el de los que carecen de todo. Tengo confianza en que, en el mañana, la Presencia de Dios mi Padre no me faltará por que suyo es el ayer, el hoy y el mañana.

A lo largo de este caminar con y sin agobios busquemos el Reino de Dios y su justicia, el imperio de su amor.

domingo, 20 de febrero de 2011

Benedicto XVI en el Ángelus del domingo 20 de febrero





domingo, 20 de febrero de 2011
Benedicto XVI, al hilo de la liturgia de la Palabra del séptimo domingo del tiempo litúrgico ordinario –ciclo A-, exhorta a vencer el mal con el bien y a confiar a Dios todas nuestras adversidades para alcanzar la libertad y la paz espiritual
Benedicto XVI ha dedicado su alocución del Ángelus dominical en la plaza de san Pedro a las lecturas bíblicas que en estos domingos del Tiempo Ordinario nos hablan de la “voluntad de Dios para que los hombres sean partícipes de su propia vida. “Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy Santo”; “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Son palabras y preceptos que se leen en el Libro del Levítico, ha indicado el Papa. “Si escuchamos después a Jesús, en el cual Dios ha asumido un cuerpo mortal para hacerse próximo a cada hombre y revelar su amor infinito por nosotros, encontramos esta misma llamada y el mismo audaz objetivo.
“De hecho -ha indicado el Pontífice- el Señor dice: "sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”. “¿Pero quién puede ser perfecto?”, se ha preguntado el Santo Padre. “Nuestra perfección es vivir con humildad como hijos de Dios, cumpliendo concretamente su voluntad”. San Cipriano escribía que “a la paternidad de Dios debe corresponder un comportamiento de hijos de Dios, para que Dios sea glorificado y alabado con la buena conducta del hombre”. Y “¿De qué manera podemos imitar a Jesús?”. Él dice: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”.

Quien acoge al Señor en la propia vida y lo ama con todo el corazón es capaz de un nuevo inicio. Consigue cumplir la voluntad de Dios al realizar una nueva forma de existencia animada por el amor y destinada a la eternidad.

Y a estas palabras, Benedicto XVI ha añadido las del Apóstol Pablo: “¿No sabéis que sois el templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros? “Si somos realmente conscientes de esta realidad y la plasmamos en nuestra vida -ha afirmado el Pontífice- entonces nuestro testimonio será claro, elocuente y eficaz”. El Papa ha citado a este respecto a Juan Climaco, que decía: “Cuando el ser humano, por entero, se mezcla con el amor de Dios, entonces el esplendor de su alma se refleja también en su aspecto exterior”.

El Santo Padre antes de la oración del Ángelus ha recordado que pasado mañana, 22 de febrero, celebramos la fiesta de la Cátedra de San Pedro apóstol. A él, primero entre los Apóstoles, Cristo confió la tarea de Maestro y de Pastor para la guía espiritual del Pueblo de Dios, para que éste pueda subir hasta el Cielo.

Exhorto, por tanto, a todos los Pastores a asimilar aquel “nuevo estilo de vida” que fue inaugurado por el Señor Jesús y que fue seguido por los Apóstoles. Invoquemos la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, para que nos enseñe a amarnos los unos con los otros y a acogernos como hermanos, hijos del Padre celestial.

Saludando en distintas lenguas a los fieles reunidos en la plaza de san Pedro, el Papa, después de la oración mariana, ha insistido sobre el mismo tema: “Amad a vuestros enemigos”, ha dicho. “Cuando se sufre por el mal, la persecución, la injusticia, evitemos la venganza y el odio y recemos por los perseguidores. Venzamos el mal con el bien. Confiemos a Dios todas nuestras adversidades para alcanzar la libertad y la paz espiritual”.

Saludo a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los fieles de la Parroquia de Santa Eulalia, de Murcia. La liturgia nos invita hoy a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, fuente de la reconciliación duradera. Un mensaje oportuno también para el pueblo colombiano, al que deseo hacer llegar mi cercanía y afecto con motivo de las diferentes iniciativas que se están llevando a cabo para conmemorar que, hace veinticinco años, mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II, se puso en marcha “con la paz de Cristo, por los caminos de Colombia”. Que Santa María la Virgen, Madre del Amor hermoso, acompañe los esfuerzos que en aquella querida Nación latinoamericana, y en otras partes del mundo, se realizan para promover la fraternidad y la concordia entre todas las personas sin excepción alguna. Feliz domingo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Domingo 7º del T.O.


EVANGELIO (Mt. 5,38-48)

Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”.

Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?

Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?

Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.



COMENTARIO





Esta es una historia verdadera. Sucedió en Canadá. Es la historia de dos agricultores que vivían cerca el uno del otro.

Un día el perro de uno de ellos se soltó y a dentelladas mató al niño de dos años de su vecino.

El padre del niño angustiado cortó la comunicación y la relación con su vecino y los dos hombres vivieron en amenazante enemistad durante años.

Y un buen día el fuego arrasó la propiedad del agricultor dueño del perro y destruyó su granja y sus herramientas.

No podía ni labrar sus tierras ni sembrarlas y su futuro era negrísimo.

Pero a la mañana siguiente se despertó y encontró sus tierras labradas y listas para la siembra.

Preguntó y supo que el que había hecho esta buena acción no era otro que su enemigo, su angustiado vecino.

Con mucha humildad salió en su busca y le preguntó por qué lo había hecho.

Su respuesta fue la siguiente: “Labré tus tierras para que Dios siga vivo”.

El amor cristiano es mucho más que afecto y amistad, es perdón y reconciliación, es gracia y resurrección.

El domingo pasado hablábamos de los diez mandamientos, las diez “Palabras” del Sinaí.

Jesús nos comentaba las “Palabras” desde su interior y nos exhortaba a sus seguidores a superar la mera letra y a profundizar en su espíritu, a vivirlas desde su auténtica dimensión, la del amor.

Jesús no nos manda nada, no es un legislador, no ha venido hasta nosotros con un código de leyes que hay que cumplir bajo pena de cárcel, multa o muerte, cielo o infierno, decimos los cristianos, para eso ya están las leyes y prohibiciones de los hombres.

Jesús ha venido para inspirarnos, para animarnos a vivir la armonía plena con Dios, con los hombres todos y con la naturaleza, su creación.

Como decía el agricultor canadiense para que Dios siga viviendo y destruyendo el muro que nos separa, el odio.

“En el pasado se os dijo; Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”.

DIOS PERDONA. SU OFICIO ES PERDONAR.

Pinturichio, famoso pintor italiano, estaba muy enfermo y su esposa le decía que tenía que confesarse y estar preparado para el gran viaje.

Él le contestaba. Yo he hecho bien mi oficio, he pintado los mejores cuadros y espero que Dios haga también su oficio y me perdone. Y día tras día retrasaba el sacramento de la reconciliación, tan convencido estaba del perdón de Dios.

¿NOSOTROS PERDONAMOS? ¿Amamos a los enemigos, a los que nos hieren con sus palabras y sus acciones?

Para los cristianos perdonar es más que una palabra tomada de los libros de autoayuda, es una exigencia de Jesús. “Perdonad y seréis perdonados”, Lucas 6, 37.

Los seguidores de Jesús debemos perdonar como Dios nos perdona sin reservas, sin condiciones, totalmente. Nosotros tenemos el ejemplo de Jesús y el plus del evangelio.

Pero el ejercicio del perdón debiera ser universal.

¿Por qué y para qué llevar el peso del odio al hombro día tras día?

¿Por qué vivir atados a las personas que odiamos?

Perdonar de corazón, tal vez, no le haga mucho bien a la persona odiada pero a mí me hace libre, me hace bien física y mentalmente y me da la paz al liberarme del fardo odioso que cargo a las espaldas.

DEL PERDÓN AL AMOR

Si a mí, cristiano y cura, me resulta difícil perdonar, no menos difícil me resulta amar a los de cerca y a los que no me caen bien, a mis enemigos, a los que me critican…

El amor, según Jesús, más que un sentimiento cálido es una decisión, más que búsqueda de mi bienestar, es querer el bienestar de próximos y lejanos, de amigos y de enemigos, deseo sincero de que estén bien, no les suceda nada malo y ¡ojalá! cambien de vida y de corazón.

El amor cristiano a los enemigos exige, a veces, denunciar y criticar sus proyectos injustos, egoístas y asesinos.

¿QUÉ HACÉIS DE EXTRAORDINARIO? Nos pregunta Jesús.

Ahí afuera se hace lo ordinario: quiero a los que me quieren, saludo a los que me saludan, doy a los que me dan, invito a los que me invitan, presto a los que me prestan…

Aquí adentro se nos pide hacer lo extraordinario, nos lo aconseja Dios que hace salir el sol para todos.

Extraordinario es: perdonar a todos, renunciar a la venganza, sufrir la injusticia, orar por los que nos persiguen, amar a los enemigos, dar con generosidad, ser más como Jesús, el hombre para los demás. El hombre más extraordinario.

Un rey riquísimo decidió entregar un brillante de valor incalculable a aquel de sus hijos que hiciera la hazaña más heroica.

El hijo mayor mató un dragón. El segundo con su espada derrotó a diez hombres armados. El más pequeño se encontró a su mayor enemigo durmiendo en el campo y lo dejó seguir durmiendo. ¿A quién premió el rey?

Yo, hombre ordinario y pecador, me olvido, a sabiendas, de eso de ser “perfecto como mi Padre es perfecto”, me gozo en mi debilidad, en mi imperfección, para que Dios pueda seguir actuando en mí. Huyo de la maldición de la perfección. Los perfectos redondos y llenos de si mismos pasan de Dios. No lo necesitan. Se bastan solos.

sábado, 12 de febrero de 2011

DOMINGO 6º T.O.-CILO A

HOJA PARROQUIAL LOS RECTORES
Domingo 13 de febrero
EVANGELIO


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los cielos.
Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vas todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto….

Comentario
Érase una vez un escultor a quien un obispo le había encargado una estatua para la catedral. Cuando llegó el día de entregarla, el escultor se sentía mal, no estaba satisfecho de su trabajo y no le gustaba su estatua.
Llamó a su ayudante para que le ayudara a transportarla y le dijo: ya tenía ganas de quitarme de encima este muerto.
Su ayudante de mal humor miró para otro lado. Entonces el escultor recordó las veces que le había maltratado e insultado durante el trabajo. Éste le pidió perdón y el viaje hasta la catedral se hizo más agradable.
En el camino se encontró con su mujer que le miró con desprecio y no quería viajar con ellos. Pero el escultor, con humildad, le pidió perdón y ella con una sonrisa se lo dio y se sentó junto a su marido.
Más adelante se encontró con el cantero que le había vendido la piedra para hacer la estatua. El cantero le miró con ira porque no le había pagado a pesar de sus promesas.
El escultor se disculpó una vez más y pagó su deuda y viajó con ellos a la catedral.
Cuando llegaron a la catedral, la mujer del escultor invitó al obispo para que viera la estatua mientras el escultor, su ayudante y el cantero la descargaban.
Cuando la descubrieron todos se maravillaron de su extraordinaria belleza.
El más sorprendido fue el escultor y es que cada vez que pedía perdón y se reconciliaba la estatua se hacía más hermosa.
El autor de la primera lectura, Ben Sirach, te dice que Dios te ha dado un poder fascinante: el poder de elegir.
"Si quieres puedes guardar los mandamientos; actuar con fidelidad es cuestión de tu propia elección".
No podemos culpar a Dios de nuestras malas decisiones, de los pecados que cometemos. "Ante ti pongo la vida y la muerte, lo que elijas te será dado".
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Entrevista al DT del Real Madrid

Mourinho: «Soy un católico profundo, creo mucho»







En una entrevista concedida al canal de televisión del club Real Madrid, su entrenador José Mourinho, se definió como un "católico profundo" que solo le tiene "miedo" a Dios.
Cuestionado por cuáles son sus miedos, negó tener alguno, excepto a Dios: "Quizá tengo miedo entre comillas de Dios. Soy un católico profundo, creo mucho. Creo en su poder, en su justicia y por eso tengo miedo. Sólo quiero a los míos bien. Si lo están, si tienen salud, tranquilidad y alegría de vivir, no tengo miedo de nada más. En el fútbol, no tengo miedo a nada ni a nadie", comentó.
Mourinho afirmó asimismo que una de los aspectos más importantes de su vida es su familia. "El fútbol me ha quitado más de lo que me ha dado. Me ha dado la satisfacción personal de tener éxito en un mundo en el que quería trabajar desde niño. Me ha dado el placer de trabajar donde quieres trabajar. Cada vez menos gente tiene esa felicidad. Tengo esa situación. El fútbol me ha dado la alegría de vivir cada día. Me ha quitado cosas más importantes que todo lo demás", señaló.
"Éstas son las cosas básicas de la vida. No puedes comer un helado tranquilo con tu mujer e hijos. O irte de vacaciones. Cosas básicas de la vida que no puedes. Te quitan la privacidad y los que pierden son los míos más que yo. Mi vida son los que están en casa", añadió.
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EL PRÓXIMO MIÉRCOLES
Encuentro de FORMACIÓN Y ORACIÓN del MOVIMIENTO APOSTOLADO DE LA DIVINA MISERICORDIA de 20,15 a 21,30 h. Tema de la charla: LA VOLUNTAD EN STO. TOMÁS DE AQUINO. A cargo del Profesor de Filosofía:
Javier García-Baliño Abós.
La sesión es abierta a todo el que desee participar.

viernes, 4 de febrero de 2011

DOMINGO 5º T.O. CICLO A


EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de latierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

HOMILÍA 1
A lo largo del año se hacen muchas campañas de sensibilización: campañas de solidaridad, Manos Unidas, campañas antidrogas, antiaborto…
Hay una campaña titulada: "Make a difference Day", "Un Día para hacer la Diferencia".
Ponga su tiempo y sus talentos al servicio de su comunidad.
Un día para hacer la diferencia.
El domingo, reunidos aquí por el poder del Espíritu Santo, este mismo Espíritu hace la campaña de Jesús muerto y resucitado por nosotros.
La campaña de Jesús no es un día, no es una frase, no es un poster.
La campaña de Jesús es toda una vida, es todo el evangelio proclamado y creído, es todo el poder del Espíritu, el único que tiene el poder para convencernos y movilizarnos a favor de los hermanos y hacer la diferencia.
Érase una viga de hierro muy dura que había que romper.
"Yo haré el trabajo", dijo el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a cada golpe que daba su filo se iba dañando hasta que dejó de dar golpes.
"Déjame a mi", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida.
Ah, dijo el martillo, ya sabía yo que no lo iban a conseguir. Mírenme a mí. Y después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía igual.
"¿Me dejan intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego.
"Ni lo intentes", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer tú?"
Pero la llama rodeó el hierro, lo abrazó, calentó y no la dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa.
La persistencia de la pequeña llama rompió la viga de hierro.
El Señor nos dice, hoy, que sus discípulos tienen que ser persistentes, eficaces y que tenemos que hacer la diferencia, que tenemos que estar presentes si queremos impactar nuestro entorno.
"Ustedes son la sal de la tierra".
Ustedes son. El Señor no dice: deberían ser, ojalá fueran… da por hecho que somos.
El Señor nunca habla de deseos ni de buenas intenciones, habla de una nueva realidad, de una transformación profunda realizada en cada creyente por el Espíritu Santo.
En este enorme cocido que es nuestro mundo donde hay todos los ingredientes: droga, violencia, sexo, esclavitud, avaricia, escándalos…el Señor dice a sus seguidores, ustedes son la sal.
La sal servía para preservar los alimentos, la sal era fuente de vida. Da sabor a la comida, no es egoísta, se diluye, no se ve, es simplemente para los demás.
Esta es nuestra misión: la misión de la sal preservar nuestro ambiente, nuestro barrio, nuestra comunidad para que no se corrompa, para que la vida florezca, para que la paz y la justicia sean para todos, para que la salvación de Cristo llegue a todos, para que el mal y el maligno no triunfen.
Dar sabor a este enorme cocido, el sabor del bien, del servicio, de la generosidad, del evangelio, el sabor de la cruz de Cristo y de su resurrección.
Y perderse, diluirse como la sal.
No existimos sólo para nosotros, existimos para los demás. Cristo no vino para que le dieran una medalla por los servicios prestados, vino para darse sin más y darse a todos.
Pero si la sal se desvirtúa…
Aviso para todos nosotros. ¿Qué preservamos? ¿A quién damos sabor?
"Recibe la luz de Cristo", dice el sacerdote al padre del bautizado. Luz llamada a brillar e iluminar a toda la familia, a toda la sociedad.