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martes, 29 de enero de 2013

Os presento mi último libro

Actualizado 20 enero 2013
 Permítame el lector que le presente mi último libro. Y es que uno escribe con la esperanza de que alguien te lea. La tarea de escribir tiene mucho que ver con la necesidad de compartir. Se habla hoy continuamente de solidaridad, y se solicita ayuda para todos aquellos que siente  necesidad física de ropa y alimentos. Y hay todo un movimiento, gracias a Dios, de personas e instituciones que, al socaire de la crisis, ponen en marcha iniciativas y campañas a favor de los necesitados. Eso es muy positivo. El hambre material no tiene espera. Y hay alimentos para todos. Falta una adecuada distribución.
                Pero hay otra hambre no menos grave, aunque no parezca tan perentoria, como es el hambre espiritual, el hambre de cultura, el hambre de Dios. Y en este plano hay ricos que son pobres y pobres que son ricos. Conocí en mi infancia a un vecino que era pobre de solemnidad, pero que nunca dejaba cada mañana de comprar el periódico para leer, o alquilaba en el quiosco aquellas célebres novelas del Oeste, o policiacas, para pasar el rato. Este hombre era pobre, pero no había dejado de alimentar su cultura.
                Los libros son un bien social que habría que proteger. Las bibliotecas cumplen una función encomiable, pero no existen en todos los pueblos. Puede que no falta el campo de futbol, o un bar en cada esquina, pero las bibliotecas son escasas. Y allí donde las hay son infrautilizadas. Somos un pueblo que dejamos mucho que desear en cultura, aunque haya ahora más estudiantes que nunca. Por desgracia ser hoy universitario no equivale a ser culto. En muchos hay más interés por la litrona del fin de semana que por el último premio literario.
                Mi último libro, que acaba de publicar Ediciones Palabra, se titula “La fe en Jesucristo. Una explicación del Evangelio”. ¿Qué pretendo con este libro? Fundamentalmente ayudar al lector, muy concretamente al lector joven, a entrar en el Evangelio con espíritu contemplativo, como un personaje más de cada escena para disfrutar con la vida y doctrina de Jesucristo. Es todo un recorrido por los Evangelios concordados, estimulando la reflexión personal y de grupo, para lo cual formulo tres preguntas al final de cada episodio, con la pretensión de que ayuden a la reflexión.
                  Es verdad que hay muchísimo escrito sobre Jesucristo, y abundan los comentarios evangélicos. Yo no pretendo “inventar” nada. Solo aportar mi reflexión personal para compartir solidariamente con otros lo que Dios me da a mí.  El tamaño  más bien de bolsillo hace posible el llevarlo a mano para rellenar con doctrina sana los ratos de tiempo que la misma vida nos va dejando. Si al final consigues “caminar” con Jesús a lo largo de toda su vida, es posible que hayas subido un peldaño en el amor a Él.  Si esto se hace realidad  ya ha merecido la pena el trabajo de escribirlo y de leerlo.
                Lo dedico especialmente a todos los jóvenes que quieren comenzar la maravillosa aventura de la fe cristiana en este Año de la Fe.

Gracias por asistir a esta presentación virtual. Un saludo

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

QUE ENSEÑEN A SER HOMBRES

Actualizado 28 enero 2013
Que enseñen a ser hombres
 
            Observando el proceder de los políticos, de la gran mayoría de ellos, me da la impresión de estar en una granja experimental en la que intentan atiborrarnos de pienso compuesto según la conveniencia ideológica. El pueblo llano está indefenso ante tanta manipulación mediática, y tanta politiquilla barata que vive del engaño permanente, de la mentira compulsiva y programada para arañar votos y aplausos, y perpetuarse en las poltronas bien remuneradas. Parece que el pueblo no necesita otra cosa que no sea pan, circo y promesas bonitas, diversión y ruido, fobias y aplausos, unos contra otros, y a no pensar demasiado que no es bueno.
            Y el caso es que la gente traga lo que le echen. Y se callan, o se lamentan en corrillos intrascendentes. Y ahí andamos siempre discutiendo de lo accidental, de la columna de humo que nos sueltan, y lo verdaderamente serio  queda reducido a círculos menores que se toman la molestia de pensar, de discernir, de aprobar o de discrepar. Y la verdadera oposición que milita en el pueblo anónimo contrarresta su indignación con alguno de los pocos debates que se atreven a ir contra corriente. Es verdaderamente suicida enredarnos en luchas fratricidas cuando está en juego el pan diario de millones de personas. Nos están entonteciendo con droga  ideológica y demagógica, y es hora que nos planteemos en serio la cuestión básica: ¿Qué necesitamos? ¿Qué estamos esperando de nuestros dirigentes? ¿Qué tenemos derecho a recibir? Les pagamos el sueldo no para que se peleen como niños, sino para que piensen seriamente en el bien de España.
            Cuenta una historia lo siguiente:  

Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de
un pequeño silencio me preguntó:
Además del cantar de los pájaros,¿ escuchas alguna cosa más? Agudicé
mis oídos y algunos segundos después le respondí: Estoy escuchando el ruido de una carreta. Eso es - dijo mi padre- Es una carreta vacía.
 
Pregunté a mi padre.: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, sí aún no
la vemos? Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido.
Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.
 
Me convertí en adulto, y hasta hoy cuando veo a una persona hablando
demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna
 o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y
haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi
padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace"
            Y esto lo aplico yo a los profesionales de la cosa pública. Se habla mucho, se promete, se agrede, se desautoriza, se miente a voz en grito, se ridiculiza, se descalifica y se mofan del contrario. En algunos parlamentos hasta se llega a las manos, se acusan mutuamente, se espía, se chantajea, se traiciona, se prevarica… Parece que todo vale para conseguir el fin que se  pretende. En definitiva, hay un fuerte déficit de ética política. Y la ética es la reflexión sobre lo que realmente necesitamos. Es el ethos el que orienta al político a hacer proyectos objetivos, pensando en lo que necesitamos. Y ¿qué es lo que realmente necesitamos en este momento? Hace ya tiempo que se dijo, y hoy es más urgente que nunca. Nuestra sociedad laicista necesita un rearme moral. No lo dudemos, la causa de la crisis que estamos sufriendo es la ausencia de valores. Nos hemos pasado muchos años minando los cimientos, hasta que el vendaval económico ha derribado la casa. Se cumplen las palabras de Cristo: El que no escucha la Palabra es como el que edifica sobre arena, cuando llega la tormenta la casa se hunde totalmente.
            En el fondo de todo el asunto, lo que está en juego es la concepción del hombre. La gran batalla que hay que librar tiene como único frente ético y moral la defensa del ser humano, contra los que C.S. Lewis denomina “la abolición del hombre”.  Robert Spaemann se atreve a afirmar lo siguiente: Si Europa no vuelve a encontrar la perla preciosa que constituía su núcleo central, acabará convirtiéndose en el lugar más privilegiado del planeta para asistir a la desaparición del hombre. Rotunda y audaz sentencia del filósofo alemán, pero muy cierta. Entonces, ¿qué necesitamos? Que enseñen a ser hombres y nos dejen serlo.
Juan García Inza


LAS NUEVAS CATACUMBAS

Actualizado 24 enero 2013
 
            Traigo al Blog algunos párrafos de un interesante artículo de Joaquín Juan Dalac, que pretende denunciar el acoso que hoy recibe el cristianismo, y en concreto el catolicismo. Se han abierto, o no se han cerrado nunca las catacumbas para tratar de eliminar de la vía pública la fe en Dios.
          Dice el autor: El cristianismo, catolicismo después, ha sufrido, alternando con momentos de poderío, diversas épocas de persecución a lo largo de la historia, y siempre pagaba con la vida de sus fieles porque la demanda era el exterminio físico, como se correspondía con la civilización del momento (circos romanos, guerras santas, paseos al amanecer) y, como ahora el fariseísmo de la sociedad rechaza ciertos derramamientos de sangre (otros no, claro), se emplea la sutilidad de la persecución mediática, con campañas de desprestigio planteadas de muy diversos modos para disuadir a la grey. Una de ellas es la recomendación de que el creyente no siga aquella doctrina de la Iglesia que no considere conveniente, con lo que se crea la figura del católico no practicante, logrando una gran masa de disidencia que ningún soporte presta a su propia comunidad, antes al contrario, es usada como ejemplo de coherencia de pensamiento y conducta.
            Y los perseguidores se han convertido en maestros de esa nueva religión pagana que trata de dar lecciones dogmáticas a los que no siguen su camino: Se han apoderado tanto de dar consejos a los católicos y se han erigido de tal modo en maestros del sanedrín, que se soliviantan si la verdadera jerarquía, valiente una vez más, se dirige a «sus» fieles con textos de conducta cristiana, cuando, fuera de la organización como están, no les asiste ningún derecho para inmiscuirse. Muy acostumbrados a decirle al vecino lo que ha de hacer a costa del bolsillo ajeno: patrimonios de la humanidad; parques naturales; nacimientos; enseñanza, etc., ¿cómo no van a recetar qué libertades tiene el emparejamiento?
            Y siempre el arma infalible para derrocar lo que quede de moralidad, o de tabú, como le llaman ellos a la castidad y el pudor: La revolución sexual, una carga de profundidad más contra el catolicismo, que se proclama a mediados del siglo pasado, ofreció una liberación de ataduras. Sexo sin compromiso, con automáticos procesos de separación y divorcio, y tragedia de niños huérfanos de padre y madre originarios. Sexo sin procreación, con total desprecio de la vida que ha de llegar (miles de abortos al año) y, por simetría, proclamación de la eutanasia. Sexo sin amor, por mero intercambio de placeres; si fácil y frecuente, mejor y, cuando ya no se satisfaga el apetito por hastío propio de la sobrealimentación, se cambia de manjar. Y cuando ese cambio de guisos tampoco satisfaga, se hace una mutación completa y se va al sexo sin sexualidad, entre ellos o entre ellas, que reúne los tres: sin compromiso, sin procreación y sin amor.
            Los cristianos debemos defender con todos los medios a nuestro alcance el matrimonio y la familia, que son el dique que puede contener esa marea negra que está desolando, como un tsunami nuestra endeble sociedad:   La fortaleza del matrimonio es la base de la unión de la familia en la que no caben ni los abandonos ni las falsedades. Es producto de espíritus capaces del sacrificio por los suyos (antes que por los demás, con la consigna acomodaticia de «todos café», del usar y tirar que ahora se lleva). Lo que sucede es que la sociedad se ha construido sobre el placer y, por él, se vende todo, desde los hijos a la mujer. Ahora el plato de lentejas es el automóvil, el abrigo de pieles, el piso, el veraneo y el relax y, por supuesto, el sexo libre, gratuito y fácil. «Como ya tenemos el piso y hemos comprado el coche, ya podemos tener el niño». A tal nivel hemos puesto al hombre en nuestra cultura (él sí que es una especie en extinción y no las que protege la hipocresía de algunas ONG), que ¿cómo va a ser capaz esa sociedad de consagrar la fidelidad?.
             El amor que predica la Iglesia, o mejor el Evangelio, se tergiversa y ya no se habla de amar con el corazón, sino de hacer el amor con el cuerpo. Y de esa manera están moldeando la frágil conciencia de adolescentes y jóvenes, y la pervertida de los mayores, para convertir la sociedad en un “gran prostíbulo”.
             Y se habla de ideología de genero, de parejas de hecho, de relaciones prematrimoniales, de promiscuidad, de amor libre en definitiva. Y claro, ante esta presión que se cuela en todos los hogares a través de los medios de comunicación de masas, hay que tener mucho coraje para decir que no.
            Con 2000 años defendiendo la dignidad del ser humano y el papel de la sexualidad en la realización de la persona, la Iglesia ha tenido que denunciar las manipulaciones (también tiene derecho) y ofrecer su ayuda a quienes pueden ser débiles en su lucha con los mensajes del mal. Ver a Dios en todo y en todos es un don que la Iglesia vive y quiere mostrar... Los católicos no eligen sus jerarquías; son guiados por los mandamientos y los dogmas; no negocian acuerdos; creen en otra vida; aman al prójimo como a sí mismos, confiesan con humildad los pecados. Por favor, dejadlos en paz.
            No le demos vueltas. Ya sabemos de qué pasta está hecho cada uno. Y a lo largo de los siglos se ha mantenido una lucha en defensa de la dignidad humana, a pesar de las miserias propias. Pero lo que es contrario al plan de Dios, lo que llamamos pecado, siempre será igual. Hay que mirar un poco más hacia arriba. No podemos recluirnos en las catacumbas. La fe hay que vivirla a la luz de día.
Fuente: http://www.conoze.com/doc.php?doc=2280

martes, 8 de enero de 2013