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viernes, 10 de septiembre de 2010

Domingo 24 del Tiempo Ordinario.- Ciclo C


La alegría del alma encontrada





El Evangelio de hoy recoge unos ejemplos que pone Jesús para que entendamos lo que vale un alma. Cuidamos mucho el cuerpo, hacemos lo imposible por salvar un cuerpo, o recuperarlo en caso de muerte. Y nos parece normal y justo. Pero no hacemos tanto cuando lo que está perdida, o muerta, es un alma. No le damos importancia. Cuando hay un accidente se llama urgentemente a todos los servicios sanitarios y policiales. Suele organizarse un tumulto de personas curiosas que quieren enterarse de todo, y lamenta lo sucedido. Generalmente son personas creyentes. ¿Quién se preocupa de llamar a un sacerdote que atienda espiritualmente a la víctima? Prácticamente nadie. Los sicólogos acudirán a serenar los espíritus alterados. ¿Y no tiene nada que hacer un sacerdote en esos casos? ¿Es que no tenemos alma?

¿Qué vale un alma? El Señor pone el ejemplo de una moneda que se pierde. La dueña la busca con interés. Mueve los muebles, barre la casa. Hace todo lo posible hasta que la encuentra. Entonces, muy contenta, se lo comunica a las vecinas para que lo celebren con ella. ¿Vale nuestra alma menos que una moneda?

¿Qué vale un alma? Esta vez el ejemplo es sobre un animal vivo. Se ha extraviado una oveja. El pastor la busca con preocupación. Recorre caminos y rincones. Hasta que la encuentra. Se alegra mucho y la coge en brazos con cariño y la lleva al redil. Tal vez la cura si está herida. Y todos celebran el acontecimiento. Una oveja se había perdido y ha sido encontrada. ¿Vale menos un alma?

Por un alma el Señor recorrió largos caminos durante su vida pública. Y encontró a la Samaritana, y a María Magdalena, y a Mateo, y a Zaqueo. Y curo enfermos y poseídos por el demonio. Y por nuestras almas se Encarnó el Hijo de Dios, y nació pobre. Vivió sencillamente. Sufrió desprecios, pasión y muerte en cruz. Desde la cruz dijo: Padre, perdónalos que no saben lo que se hacen. Un alma vale todo el Amor de Dios. Y por nuestras almas nos dejó la Iglesia, y los sacramentos, y envió a sus Apóstoles a dar a conocer la Buena Nueva por todos los pueblos. Y por las almas, y no solo por los cuerpos, están los miles de misioneros dando su vida en cualquier parte del mundo. Y por esta misma razón en cada pueblo suele haber un sacerdote, y un templo, y en el un sagrario.

¿Qué significa el hombre y el mundo para Dios? Para los hombres significamos poco: se tortura y mata con facilidad a cualquier edad. Decía un poeta: Cuando yo muera, en el mundo no cambiará nada, sólo algunos corazones se conmoverán brevemente. Pero para Dios somos importantes. Dios amó tanto al mundo que le dio a su Hijo unigénito para la salvación. Lo que le da valor al hombre es el amor de Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza. Dios ama al hombre libremente. Y de este amor nace una dependencia mutua, de la cual surge la Religión, o relación con Dios. Una relación basada en el amor y en la gratitud. A Dios si le importa el hombre. Dios nos ha dado un valor sobrenatural. Por eso la perdida de un hombre es triste, y la recuperación una alegría. Nuestra dignidad es fruto del amor que Dios nos tiene. Cuando nos perdemos es Cristo mismo el que nos busca, y se vale de muchos medios. Nosotros tenemos que ayudarle a encontrar hombres y mujeres perdidos. Esto se llama apostolado.



Juan García Inza

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