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sábado, 21 de mayo de 2011

5º DOMINGO DE PASCUA

Escritura: Domingo 5º de Pascua
Hechos 6, 1-7; 1 Pedro 2, 4-9; Juan 14, 1-12
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio.
Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dice: -Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde: -Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
Felipe le dice: -Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica: -Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?
Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.
Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.



COMENTARIO
Recién llegado a Nueva York le pregunté a una señora: ¿por favor, dónde está la oficina de correos? No supo indicarme el camino.
De todos modos le di las gracias y le dije que viniera a la iglesia el domingo y yo le indicaría el camino que lleva al cielo.
No creo que vaya porque si no sabe el camino de la oficina de correos menos conocerá el camino del cielo.
En inglés hay una palabra muy bonita "homesick", es decir, añoranza de la casa, nostalgia de la patria y sacar boleto de regreso al hogar.
El evangelio de hoy tiene una nota de nostalgia. El Señor dice a sus apóstoles: me voy a casa, a la casa de mi Padre.
Sitio para todos. Jesús no quiere estar solo. Yo soy el camino y vine a su mundo para enseñarles el camino que lleva a casa.
Tomás que le escucha con atención, le interrumpe y le dice: Si no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Tomás está pidiendo el mapa de carreteras.
Felipe le dice también a Jesús: Enséñanos una fotografía del Padre y eso nos basta.
Yo soy el camino y la autopista.
Yo soy el fin del viaje.
Yo soy la fotografía del Padre.
Los seguidores de Jesús antes de llamarse cristianos eran "los que seguían el camino".
Seguir el camino es estar “homesick”, abierto a Dios, una manera de vivir, llevar incorporado un GPS, saber que hay una salida bien señalada…
Algunos para encontrar el camino que lleva a la casa del Padre lo buscarán en la Biblia o en los miles de libros que circulan por ahí o consultarán a Google pero la mejor manera de dar con él es preguntar a alguien que ha estado allí. El único que ha estado allí es Jesús.
Una vez un estudiante le preguntó al famoso teólogo Karl Barth si Dios no se había manifestado en las otras religiones además de en el cristianismo y éste le contestó: "Dios no se ha revelado a sí mismo en ninguna religión ni siquiera en la cristiana. Dios se ha revelado en su Hijo".
Los cristianos estamos llamados a creer en una persona, en una persona que vive, en una persona que no sólo habla en nombre de Dios sino que es Dios.
La carta de San Pedro nos recuerda los cuatro títulos que han de exhibir los cristianos: Raza elegida, pueblo sacerdotal, nación santa y pueblo de Dios.
¿Para qué sirven estos títulos?
Para recordarnos que a pesar de nuestra humanidad, con sus miserias y escándalos, somos también divinos.
Es Dios quien nos ha traído a su Iglesia, nos ha elegido, nos da poder para ofrecer este sacrificio y nos congregará a todos en la casa de la alegría, en el cielo, donde hay muchas estancias y donde estaremos todos alabando y celebrando la victoria de la fe, la esperanza y el amor.
Nosotros los que creemos en Jesucristo somos los "seguidores del camino" y lo señalamos a los demás con nuestras palabras y nuestras obras.


RELATO: La piedra en el camino


Erase una vez un rey que colocó una piedra gigantesca en el camino. Y solía esconderse y vigilar para ver si alguien se molestaba en quitar la piedra enorme.
Algunos de los más ricos comerciantes y cortesanos la miraban y simplemente daban un rodeo. Muchos, en voz alta, maldecían al rey por no tener los caminos transitables pero ninguno hacía nada para removerla.
Un día un campesino llegó al lugar con su carga de vegetales. Al acercarse a la piedra, dejó en el suelo su carga e intentó llevar la piedra a la orilla del camino. Después de muchísimos esfuerzos lo consiguió.
Al recoger sus vegetales, vio una bolsa en el suelo donde había estado la piedra. La bolsa contenía muchas monedas de oro y una nota del rey que decía que el dinero era para la persona que quitara la piedra del camino.
El campesino aprendió lo que otros muchos nunca entienden. Cada obstáculo representa una oportunidad para mejorar nuestra condición. P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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