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sábado, 8 de febrero de 2014

Hoja parroquial de los rectores
Domingo V del T. O. ciclo A
Lecturas:  Isaías 58. 7-10; 1 Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
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COMENTARIO
¿Saben cuál es la diferencia entre un termómetro y termostato?
Un termómetro refleja simplemente el entorno. Nos dice la temperatura, si hace frío dice que hace frío, si hace calor dice que hace calor.
Un termómetro no ejerce ninguna influencia sobre su entrono, más bien es influenciado por él.
Un termostato tiene poder, energía. Pone en marcha la calefacción, regula la temperatura, cambia las cosas. Influye en su entorno.
¿Y nosotros qué somos? ¿Termómetros o termostatos?
¿Qué quiere Jesús que sean sus seguidores? Tremenda pregunta, fácil de contestar, difícil de practicar.
"Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo".
Estamos aquí, en la iglesia, porque la luz de Dios ha iluminado nuestra vida.
¿Qué vamos a hacer con la luz de Dios?
La fe es el interruptor que enciende la luz.
Sin fe, nuestra sal no vale nada y nuestra luz está oculta.
Para ser buenos termómetros lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar por la corriente, mantenernos callados y no testimoniar el poder y el amor de Dios. Ser como todo el mundo, reflejar los valores de nuestro entorno, de nuestro mundo.
Cristo es ciertamente el único que brilla con la luz de Dios.
Nosotros, los católicos, somos los transformadores y las líneas de transmisión para que la luz de Dios llegue a mucha más gente.
Nosotros, sus discípulos, somos necesarios para que la luz de Dios brille donde la gente vive y muere. Nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo.
Somos los termostatos en un mundo de diferentes temperaturas.
¿Qué espera Dios de nosotros? El poder, la energía, es suyo.
La luz viene de él. El sazón lo da su palabra.
Nosotros no somos estrellas, somos sólo sal para sazonar nuestro pequeño mundo y somos luz. "Dejen que su luz brille ante los demás para que vean sus buenas obras y den gloria a Dios".
San Ignacio de Antioquia escribió en una de sus cartas: "Así como el árbol se conoce por sus frutos, así también los que se llaman cristianos se conocen por lo que hacen. Porque el cristianismo no es sólo una profesión externa sino que se manifiesta en el poder de la fe, si una persona permanece fiel hasta el final.
Es mejor para una persona agarrarse a su fe y ser que decirse cristiano y no serlo".
RELATO
Un día se me acercó un mendigo y me dijo, “Quiero pan”. “Eres muy listo y has encontrado la mejor panadería de la ciudad”, le dije. Cogí un libro de recetas de la estantería y comencé a decirle todo lo  que sabía sobre el pan. Le hablé de la harina de trigo y de cebada. Mis conocimientos me impresionaron incluso a mí a medida que le recitaba las medidas y la receta del pan. Le miré y me sonreía.

“Sólo quiero pan”, dijo una vez más. “Eres muy listo”. Aplaudo tu elección. “Sígueme y te enseñaré mi panadería. Le guié por las salas donde se prepara la masa y los hornos donde se cuece el pan. “Ninguna panadería tiene dependencias como éstas. Tenemos pan para todas las necesidades. Pero te voy a enseñar lo mejor, “la sala de nuestra inspiración”.

Entramos en el salón de actos, subí al ambón y le dije “Gentes de todo el contorno vienen a escucharme. Una vez a la semana reúno a mis trabajadores y les leo la receta del libro de la vida”. Le pregunté al mendigo sentado en la primera fila si quería hacerme alguna pregunta.

“No”, dijo, “sólo quiero un trozo de pan”. “Eres muy listo”, le dije y lo conduje a la puerta de entrada. “Mira, en esta calle hay muchas panaderías, pero ninguna de ellas hace bien el pan, por más que lo llamen pan, porque ninguna sigue la receta del libro”. El mendigo dio media vuelta y se marchó. “¿No quieres un trozo de pan?”, le grité.
Se detuvo, me miró, se encogió de hombros y me dijo,  “Creo que he perdido el apetito”.

AVISO

El próximo VIERNES celebraremos el CENACULO CONTEMPLATIVO DE LA DIVINA MISERICORDIA para JOVENES, de 6 a 7 de la tarde. Todos los jóvenes invitados.

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