Este Blog pretende ser un instrumento al servicio de la Parroquia, para información y formación de los visitantes

jueves, 29 de marzo de 2012

SEMANA SANTA: ORAR JUNTOS CON EL CORAZÓN

Actualizado 28 marzo 2012
Semana Santa: Orar juntos con el corazón



La Semana Santa no es, no debe ser, como cualquier semana del año. Y no lo digo porque haya unas vacaciones y unas procesiones. En la Semana Santa celebramos los grandes Misterios de la Vida del Señor, los Misterios Dolorosos y Gloriosos.

Y esta Semana, o es una semana de oración, o no es nada. Por esta razón he pensado ofrecer unas pautas que sirvan de reflexión para valorar lo que debe ser una familia cristiana: una Comunidad de vida y amor en donde se ore juntos.

Me sirvo de la valiosa aportación que nos dejó el Padre Slavko, fraile franciscano experto en vida interior, que perdió su vida cuando terminaba con un grupo de peregrinos el Vía Crucis en la cima del monte Krizevac (Monte de la Cruz) en Medjugorje. He visitado muchas veces su sepultura, que siempre está acompañada de fieles que oran, y adornada cada día con flores frescas.





Entre sus muchos libros, hay uno que tiene para mí un valor especial. Se titula “Oren juntos con un corazón gozoso” (Editado por Informativni Centar "Mir" Medjugorje, año 2002). De él tomo lo que expongo en este post.


Meditar, y poner en práctica sus enseñanzas, es el mejor homenaje que se le puede hacer a un hombre de Dios que guió a muchos grupos de oración.

Estas son sus palabras:



Muchas personas a menudo me preguntan: ¿Qué es un grupo de oración y cómo hay que guiarlo? He dado res­puestas de diversos géneros con las cuales he pretendido ayudar a los peregrinos a poner en práctica su buena vo­luntad y resolución.
"Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre ce­lestial se lo concederá; porque donde dos o tres s reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18, 19-20)
He aquí que ya desde un punto de vista bíblico, la oración en común tiene una fuerza especial.



Si somos conscientes de que la oración es un diálogo con Dios, al mismo tiempo es necesario saber que ésta posee un vocabulario, una gramática y un contenido propios en los cuales, como en cualquier otro idioma, es necesario ejer­citarse bien.
Cuando aprendemos una lengua extranjera y queremos dominarla, debemos hablarla también con otros, porque sin este diálogo no es posible aprenderla. Pero para poder hablar con otros hay que ejercitarse y estudiar las palabras y la gramática.
Lo mismo se aplica también a la oración. A fin de que el hombre aprenda a orar bien debe orar con otros pero, para poder orar con otros, debe hacerlo también solo. La oración personal es la condición esencial para la oración en común y ésta última ayuda al hombre a orar solo.
Quien ora únicamente cuando está con otros, no puede crecer en la oración y quien no participa en la oración en común, solo y alejado de los demás, corre el peligro de aprender jamás a orar correctamente.
La familia es el primer grupo de oración. Los padres de­ben orar con los hijos y los hijos con los padres. Así como es imposible concebir una familia en la que no se dialoga, de la misma manera es imposible concebir una familia cris­tiana sin la oración en común. Esto es igual de importante para los padres como para los hijos.
La Madre Teresa decía: "¡La familia que ora permanece unida y la familia que permanece unida crece en el amor!"
Desde un punto de vista educativo es importante que los hijos vean orar a sus padres y que aprendan a orar con ellos. Todos sabemos que en el crecimiento de un niño hay una fase en la que él ve a su propio padre como el individuo más inteligente y más fuerte del mundo y esto es importante para el su desarrollo personal. Pero cuando ve que su papá une sus manos y ora, comprende, aún cuando no sea de manera consciente, que existe Alguien que es más alto, que es más fuerte, más inteligente y más rico que su papá. De este modo, el corazón y el alma del niño se abren a una ex­periencia sobrenatural y se preparan al encuentro con Dios Padre que es omnipotente y trasciende a cualquier criatura humana. Y también es muy importante que los padres oren junto con sus hijos, que el papá sea activo en la oración y que en la familia se ore de manera regular.
Si los padres no oran con sus hijos, será difícil esperar que los hijos lo hagan después.

Hoy, cuando se oye decir que lo jóvenes no oran, esto es una triste indicación de que los padres no han llevado una vida de oración. Durante el crecimiento de los chicos se manifiesta una crisis de oración y esto es totalmente normal, porque las crisis son situaciones ligadas al crecimiento y en este ámbito ellos deben elegir la oración personal y el encuentro personal con Dios. Esta etapa puede durar bas­tante tiempo, pero ahí donde los padres oran con los hijos, los hijos son capaces de superar cualquier crisis y se con­vierten en creyentes más maduros.
Todas las familias deben orar en todo tiempo, indepen­dientemente de la edad de los hijos. Y es que ellos compren­den las cosas y los acontecimientos y perciben las situa­ciones familiares aún antes de nacer. Aún cuando no entien­dan de qué se trata y no puedan mantenerse quietos a la ho­ra de orar, hay que enseñarles a respetar este momento.

Quien ora en familia logra también insertarse más fácil­mente en un grupo de oración. Los grupos de oración son esenciales para el crecimiento en la fe de los niños y los jó­venes. Sería muy peligroso que los padres no permitieran a sus hijos reunirse con sus propios amigos y compañeros de su edad fuera de casa. De ese modo estarían obstaculizando su sano desarrollo y no los prepararían para su ingreso en la vida. Asimismo sería peligroso para el desarrollo de los hijos en la fe, si no participan en un grupo de oración fuera de la propia familia.

Así pues, es esencial que las familias se reúnan a orar con los hijos. No importa que sean pequeños porque es im­portante que ellos vean como la familia y ellos como niños oran juntos amigablemente. Si una familia no visitara a otra en compañía de sus hijos, los privaría de una experiencia vital para su crecimiento. De igual modo, una familia que no visita a otra para reunirse a orar, pone en riesgo el creci­miento en la fe de sus propios hijos.

Mientras los padres oran, si los niños son pequeños debe permitírseles jugar porque de todos modos se tratará siempre de una importante experiencia religiosa para ellos.

A la pregunta general de cómo orar y cómo guiar un grupo de oración, hay que responder recalcando sobre todo que el grupo de oración es un grupo de amigos. Nadie de nosotros pregunta cómo hay que encontrarse con un grupo de amigos, porque todos lo sabemos bien. Con los amigos se habla, se canta, se escucha, se llora, se ríe y se goza, se­gún las circunstancias. Hay que concebir al grupo de oración del mismo modo. Se trata de amigos que se reúnen porque son creyentes y de creyentes que se reúnen porque son ami­gos. El encuentro de oración tomará forma de acuerdo con el estado de ánimo de los participantes. Por un lado es una expresión del estado interior del individuo, pero por el otro, debe ser conducido e inspirado por la Palabra de Dios.
De ahí la importancia de que en cada grupo de oración los fieles expresen su condición real y encuentren una respuesta y una ayuda a la situación existencial personal.



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Hasta aquí la exposición del primer capítulo de este manual de “orar con el corazón”. Como decíamos, la Semana Santa es una buena ocasión para que la familia ejerza esa invitación que el Señor nos hace: “Orad siempre, y no cansaros… Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo entre ellos…” Y a los tres apóstoles que le acompañaban en el Huerto de los Olivos, les recriminó su sueño diciéndoles: “¿No habéis podido velar con migo una hora...?
Semana Santa: un tiempo para orar juntos con el corazón

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

domingo, 18 de marzo de 2012

LA RAÍZ DE LA CRISIS ECONOMICA

Actualizado 18 marzo 2012



A nadie escapa que esta crisis económica que estamos sufriendo tiene raíces profundas. No es solo un problema de contabilidad y financiación. La verdadera causa de este desastre económico que está haciendo sufrir a millones de personas en España es la crisis de valores que venimos sufriendo debido al laicismo materialista imperante. Algunos se empeñaron a quitar a Dios de en medio y, por tanto, sus santos mandamientos. ¿Qué ha ocurrido? Que enseguida se han hecho dueño de la situación los más bajos instintos del hombre: la codicia, la avaricia, la ambición, el afán de poder, la lujuria, la gula… es decir, todos los pecados capitales. Y el dinero, convertido en nuevo becerro de oro, se puso por encima de todas las cosas. Y de ahí vino, como no podía ser de otra manera, el crack económico que trae de cabeza a los políticos y economistas.



Toda una banda de granujas han minado las fuentes de donde mana el dinero, para derivarlo a sus propios cauces viciados y mugrientos, con la ruindad de enriquecerse a costa de los demás. Y ahora, en plena quiebra financiera, los mangantes que han originado la misma, se debaten en la plaza pública con discursos hipócritas echándoles la culpas a los otros. Los valores han sido pisoteados, y costará tiempo rehacer la dignidad que se le ha robado al hombre.

A finales del año pasado, se celebró en Sevilla el Encuentro Diocesano de Laicos (500 personas), bajo el lema "Crisis económica y de valores: No podemos permanecer en silencio", y con la consigna: Los cristianos laicos reaccionan ante la recesión.

Al final de los debates su publicó un comunicado en el que, entre otras cosas se dijo:

Los cristianos laicos no podemos permanecer en silencio ante las duras circunstancias de muchos de nuestros conciudadanos desconcertados y empobrecidos, que sufren graves carencias materiales y espirituales. Nada hay en estos momentos más importante para nosotros que ayudar a aminorar las consecuencias de la crisis a través de iniciativas concretas, junto a ofrecer de nuevo a Cristo, El es el único que puede dar sentido a la vida de cada uno de nosotros y de toda la sociedad…

Los cristianos laicos de Sevilla, nuestras organizaciones y estructuras queremos ofrecer a nuestros conciudadanos un mensaje de confianza en el futuro, ante las dificultades económicas y sociales ofrecemos nuestra colaboración, trabajo y esfuerzo para construir una sociedad más justa y solidaria. Solo una sociedad que se preocupe de las jóvenes generaciones educándolas en la responsabilidad y el compromiso social puede transformar los desafíos de los escenarios actuales en oportunidades para construir una nueva civilización que tenga a Jesucristo como único Señor…

La Iglesia tiene perfectamente elaborada su “Doctrina Social”, dando luz para que las relaciones sociales y económicas sean humanas. Los últimos papas han hablado claro en este sentido. Benedicto XVI dice:

La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o « después » de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.
El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo. (“Cáritas in veritate”, n. 36).
La Iglesia lo tiene claro, y así lo lleva predicando desde siempre. De un modo más enfático a partir del siglo XX. Pero a la Iglesia, que es experta en humanidad, no se le quiere hacer caso. Más bien se le denigra, se le desautoriza en nombre de unas ideologías que han demostrado ser nefasta en todos los órdenes, y que han fracasado rotundamente en todas partes.
Los católicos tenemos que seguir levantando la voz, defendiendo la dignidad de la persona humana, con todos los valores que esta lleva aparejados, y no dejarnos amedrentar por lo que solo saben chillar y ultrajar. Los hijos de las tinieblas son muy sagaces, como dice Jesucristo. Pero también dijo El: “No os preocupéis, Yo he vencido al mundo”. Y San Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me da la fuerza”. Hay que eliminar la carcoma que arruina la madera. Pero hay maderas inasequibles a cualquier carcoma. Son maderas con muchos valores.
Entra en este Vídeo que explica muy bien lo que dice la Doctrina Social de la Iglesia sobre la econmía:


Juan García Inza

jueves, 15 de marzo de 2012

SOBRE LA GRAN APOSTASIA





Interrumpo la serie de Meditaciones de Santo Tomás de Aquino que vengo ofreciendo para esta Cuaresma. Me llega un correo con un enlace a un Blog llamado pensamientodisidente. En él se aborda con toda crudeza y claridad el tema de la apostasía que, unas veces solapadamente, y otras de un modo descarado, estamos sufriendo en el mismo seno de la Iglesia, en naciones tradicionalmente católicas.

Sabemos que el Papa Benedicto XVI sufre por este hecho, y trabaja incansablemente con el resto de la Jerarquía para intentar orden en las ideas y en la conducta de no pocos pastores y fieles. No me gusta hurgar en temas negativos, pero creo necesario denunciar los hechos y advertir al pueblo fiel que tome sus precauciones. La inmensa mayoría de la Iglesia, con sus pastores al frente, es fiel al Evangelio y a la Jerarquía, pero hay un sector bastante influenciado por corrientes relativistas y paganas que está haciendo mucho daño. Pienso que los laicos cristianos ya son mayores de edad para que se les pueda decir las cosas como son, y obren en consecuencia.

En este Blog se recogen los textos de la Beata Anna Catalina Emmerick que aquí reproducimos.

Recordemos en primer lugar lo que dice San Pablo:
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el "hombre de pecado", el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. (San Pablo a los Tesalonicienses)

VISIONES DE LA BEATA ANNA CATALINA EMMERICK


«Vi la Iglesia terrestre, es decir la sociedad de los fieles sobre la tierra, el ejercito de Cristo en su estado de paso sobre la tierra, completamente oscurecida y desolada» (AA.II.352)

«¡Vosotros sacerdotes, que no os movéis! ¡Estáis dormidos y el redil arde por todos lados! ¡No hacéis nada! ¡Como llorareis por eso un día! ¡Si tan solo hubierais dicho un Pater! (…) ¡Veo tantos traidores! No soportan que se diga: «esto va mal». Todo está bien a sus ojos con tal de que puedan glorificarse con el mundo!

«Vi muchos buenos y piadosos obispos, pero estaban mudos y débiles y el mal partido tomaba a menudo la fuerza» (AA.II.414)

«De nuevo vi la visión en la que la iglesia de San Pedro era minada, siguiendo un plan hecho por la secta secreta (masonería), al mismo tiempo que era deteriorada por las tormentas» (AA.III.103)

«Vi la iglesia de los apóstatas crecer grandemente. Vi las tinieblas que partían de ella, repartirse alrededor y vi muchas personas abandonar a la Iglesia legítima y dirigirse hacia la otra diciendo: «Ahí todo es más bonito, más natural y más ordenado» (AA.II.414)

«Vi cosas deplorables: se jugaba, se bebía, se parloteaba, se seducía a las mujeres en la iglesia, en una palabra se cometían allí todo tipo de abominaciones» (AA.III.120)

«Los sacerdotes dejaban que se hiciera cualquier cosa y decían la misa con mucha irreverencia. Vi pocos que tuvieran todavía piedad y juzgasen sanamente las cosas. Todo eso me afligió mucho. Entonces mi Esposo celeste me cogió por medio del cuerpo, como él mismo había sido atado a la columna y me dijo: «Es así como la Iglesia será todavía encadenada, es así como será estrechamente atada antes de que pueda revelarse» (AA.III.120)

Vi al Papa en oración; estaba rodeado de falsos amigos que a menudo hacían lo contrario de lo que decía. (AA.II.203)

Vi también en Alemania a eclesiásticos mundanos y protestantes iluminados manifestar deseos y formar un plan para la fusión de las confesiones religiosas y para la supresión de la autoridad papal. (AA.III.179)

¡… y este plan tenía, en Roma misma, a sus promotores entre los prelados! (AA.III.179)

Ellos construían una gran iglesia, extraña y extravagante; todo el mundo tenía que entrar en ella para unirse y poseer allí los mismos derechos; evangélicos, católicos, sectas de todo tipo: lo que debía ser una verdadera comunión de los profanos donde no habría más que un pastor y un rebaño. Tenía que haber también un Papa pero que no poseyera nada y fuera asalariado. Todo estaba preparado de antemano y muchas cosas estaban ya hechas: pero en el lugar del altar, no había más que desolación y abominación. (AA.III.188)

Fuente: http://pensamientodisidente.blogspot.com/
Dejamos para el próximo capítulo las
NOTICIAS SOBRE LA APOSTASIA EN LA IGLESIA, que se exponen en el mismo Blog.

miércoles, 14 de marzo de 2012

PREDICACIÓN DE LA SAMARITANA





La mujer, pues, dejó su cántaro, y se fue a la ciudad (Jn 4, 28). Esta mujer, después de haber sido instruida por Cristo, tomó el oficio de los Apóstoles. Tres cosas se señalan que pueden colegirse de sus dichos y hechos:

I. El afecto de devoción, que se manifiesta de dos maneras:
En primer lugar, porque a causa de la intensidad de su devoción, como olvidada de aquello por lo que especialmente había venido a la fuente, abandonó el agua y el cántaro. Refiriéndose a ello dice (la Escritura) que la mujer dejó su cántaro y se fue a la ciudad, para anunciar las grandezas de Cristo, sin preocuparse de la ventaja corporal por la utilidad de los demás, en la cual sigue el ejemplo de los Apóstoles que, dejadas las redes, siguieron al Señor (Mc 1, l8).

Por el cántaro se entiende la concupiscencia del siglo, por la que los hombres sacan las voluptuosidades de lo profundo de las tinieblas, de lo cual es imagen el pozo, esto es, de la vida terrena. Por eso, los que abandonan, por amor de Dios, las concupiscencias del siglo, abandonan el cántaro.

En segundo lugar, su afecto se manifiesta por la multitud de aquellos a quienes anuncia, porque no a uno solamente, o a dos o tres, sino a toda la ciudad. Por eso se dice: se fue a la ciudad.

II. El modo de su predicación. Y dijo a aquellos hombres: Venid y ved a un hombre (Jn 4, 28-29).
1º) Invita a ver a Cristo: Venid y ved a un hombre. No dijo al instante que fuesen a ver a Cristo, para no darles ocasión de blasfemar, sino que primero dijo de Cristo cosas que eran creíbles y a simple vista, a saber: que era hombre. Ni dijo "creed", sino venid y ved, pues sabía que, si gustaban de aquella fuente, viéndolo, experimentarían las mismas cosas que ella; y ella imita el ejemplo del verdadero predicador, que llama a los hombres, no para sí, sino para Cristo.

2º) Da una prueba de la divinidad de Cristo, cuando dice: Que me ha dicho todas cuantas cosas he hecho (Jn 4, 29), es decir, que había tenido muchos maridos. No se avergonzó de referir las cosas que eran para su confusión, porque habiendo sido inflamada su alma en el fuego divino, no atiende a ninguna de las cosas que son de la tierra, ni a la gloria, ni a la vergüenza, sino únicamente a aquella llama que la retiene.

3º) Sacó por consecuencia la majestad de Cristo, diciendo: ¿Si quizá es este el Cristo? (Ibíd. 29). No se atrevió a decir que era el Cristo, para que no pareciese que quería enseñar a los otros, y, airados éstos por ello, no quisiesen ir a verlo. Tampoco lo calló totalmente, sino que lo propuso como pregunta, como confiándolo al juicio de ellos, pues éste es el procedimiento más fácil para persuadir.

III. El fruto de la predicación. Salieron entonces de la ciudad, y vinieron a él (Jn 4, 30). En esto se da a entender que si queremos ir a Cristo, es necesario salir de la ciudad, esto es, abandonar el amor de la concupiscencia carnal. Salgamos, pues, a él fuera del campamento (de donde vivimos instalados) (Hebr 13, 13).
(In Joan., IV)
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martes, 13 de marzo de 2012

¿ERA NECESARIO QUE CRISTO MURIERA




PRECIO DE NUESTRO RESCATE

Contesta Sato Tomás de Aquino

Comprados fuisteis por grande precio (1 Cor 6, 20). La injuria o sufrimiento de alguno se mide por la dignidad de la persona; pues mayor injuria sufre el rey, si es herido en el rostro, que una persona particular. En Cristo la dignidad de la persona es infinita, porque es una persona divina. Luego cualquier sufrimiento suyo, por mínimo que sea, es infinito. De ahí que cualquier sufrimiento suyo bastara para la redención del género humano, aun sin la muerte.

San Bernardo dice, además, que una mínima gota de la sangre de Cristo era suficiente para la redención del género humano. Ahora bien: una gota de la sangre de Cristo podía ser derramada sin la muerte; luego también era posible redimir al género humano por algún sufrimiento sin que Cristo muriese.

Dos cosas se requieren para hacer una compra: la cantidad del precio y su destino para la adquisición de algo. Porque si uno da un precio no equivalente para adquirir alguna cosa, no se dice en este caso que haya compra, hablando propiamente, sino en parte compra y en parte donación.
Por ejemplo: si uno compra por diez pesos un libro que vale veinte, en parte compra el libro y en parte se le regala. Además, si da un precio mayor y no lo destina a la compra del libro, no se puede decir que compra el libro.

Así, pues, si hablamos del rescate del género humano en cuanto a la cantidad del precio, cualquier padecimiento de Cristo, aun sin la muerte, hubiera bastado, a causa de la dignidad infinita de la persona. Pero si hablamos del destino del precio, entonces hay que decir que los demás padecimientos de Cristo, sin la muerte, no fueron destinados al rescate del género humano por Dios Padre y por Cristo. Y esto por tres razones:

-1º) Para que el precio de la redención del género humano no solamente fuese infinito por razón del valor, sino para que fuese también del mismo género, es decir, para que nos librase de la muerte por medio de la muerte.

-2º) Para que la muerte de Cristo no fuese únicamente precio de rescate, sino también ejemplo de virtud, esto es, para que los hombres no temiesen morir por la verdad. El Apóstol señala estas dos causas, diciendo: Para destruir por su muerte al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo (en cuanto a lo primero); y para librar a aquéllos que por el temor de la muerte estaban en servidumbre toda la vida (en cuanto a lo segundo) (Hebr 2, 14-15).

-3º) Para que la muerte de Cristo fuese además un sacramento de salvación; si nosotros, por virtud de la muerte de Cristo, morimos al pecado, a las concupiscencias carnales y al amor propio. Esta causa la señala el Apóstol San Pedro: También Cristo una vez murió por nuestros pecados, el justo por los injustos, para ofrecernos a Dios, siendo, a la verdad, muerto en la carne, mas vivificado por el espíritu (1 Ped 3, 18).

Por lo tanto, el género humano no fue redimido por otra pasión sin la muerte de Cristo. Pero en realidad, Cristo, no solamente dando su vida, sino también padeciendo cualquier sufrimiento, habría pagado un precio suficiente por la redención del género humano, si el menor padecimiento hubiese sido divinamente destinado para ello, y esto, a causa de la dignidad infinita de la persona de Cristo.
(Quodl., II, q. I, a. 2).

sábado, 10 de marzo de 2012

LA SANGRE DE CRISTO TIENE PODER PARA LIBERTAR DEL PECADO




LA PASIÓN DE CRISTO NOS LIBRÓ DEL PECADO
(Sto. Tomás de Aquino)

Nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apoc 1, 5). La Pasión de Cristo es la causa propia del perdón de los pecados, de tres maneras:

1º) Excitando a la caridad, porque como dice el Apóstol: Dios hace brillar su caridad en nosotros; porque, aun cuando éramos pecadores, en su tiempo murió Cristo por nosotros (Rom 5, 8-9). Mas por la caridad conseguimos el perdón de los pecados, según aquello: Perdonados le son muchos pecados, porque amó mucho (Luc 7, 47).

2º) La Pasión de Cristo causa el perdón de los pecados por modo de redención. Pues, como él es nuestra cabeza, por la Pasión, que sufrió por caridad y obediencia, nos libró de los pecados como a miembros suyos, por el precio de su Pasión; como si un hombre, mediante alguna obra meritoria que ejerciere con sus manos, se redimiese de los pecados que cometió con los pies; pues así como un cuerpo natural es uno solo, compuesto de diferente miembros, así toda la Iglesia, que es el cuerpo místico de Cristo, se computa como una sola persona con su cabeza, que es Cristo.

3º) Por modo de causa eficiente, por cuanto la carne, según la cual Cristo sufrió la Pasión, es instrumento de la divinidad, y por lo tanto sus pasiones y acciones son ejecutadas por virtud divina para expulsar el pecado.

Ciertamente Cristo nos libró de los pecados con su Pasión como por una causa, esto es, instituyendo la causa de nuestra liberación, de modo que por ella pudiesen ser perdonados todos los pecados pasados, presentes y futuros; como si un médico confeccionase una medicina con la cual pudieran curarse cualesquiera enfermedades, aun en el futuro.

Mas, puesto que la Pasión de Cristo precedió como cierta causa universal del perdón de los pecados, es necesario que sea aplicada a cada uno para borrar los pecados propios. Esto se hace por el bautismo, la penitencia y otros sacramentos que reciben la virtud de la Pasión de Cristo.

También por la fe se nos aplica la Pasión de Cristo para percibir su fruto, según aquello: A quien Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre (Rom 3, 25). Mas la fe por la que somos purificados del pecado, no es la fe informe que puede existir con el pecado, sino la fe informada por la caridad; para que de ese modo nos sea aplicada la Pasión de Cristo, no solamente en cuanto al entendimiento, sino también en cuanto a la voluntad y la parte afectiva. Y por este modo se perdonan también los pecados por virtud de la Pasión de Cristo.
(3ª, q. XLIX, a. 1)

viernes, 9 de marzo de 2012

JESUS PAGÓ LA DEUDA DE NUESTROS PECADOS




Continuamos ofreciendo estar reflexiones teológicas de Sto. Tomás de Aquino, que FR. Z. MÉZARD O. P. entresacó de los escritos del gran teólogo y publicó en una obra titulada MEDITACIONES. No sigue el orden del Leccionario litúrgico, sino un orden teológico sobre los frutos de la Pasión de Cristo.

LA PASIÓN DE CRISTO OBRÓ NUESTRA SALVACIÓN POR MODO DE REDENCIÓN

Jesús pagó la hipoteca de nuestro pecado

Dícese (1 Ped 1, 18): Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conducta, que recibisteis de vuestros padres, no por oro ni por plata, que son cosas perecederas, sino por la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero inmaculado y sin mancilla. Y el Apóstol, a los Gálatas: Jesucristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (3, 13). Se dice que se hizo maldición por nosotros, en cuanto que padeció por nosotros en el madero de la Cruz. Luego nos redimió por su Pasión.
De dos maneras estaba obligado el hombre por el pecado:
1º) Por la esclavitud del pecado, pues todo aquél que hace pecado, esclavo es del pecado (Jn 8, 34); y porque todo aquél que fue vencido, queda cautivo del que lo venció (2 Ped 2, 19). Si, pues, el diablo había vencido al hombre, induciéndole al pecado, el hombre quedó sujeto a la servidumbre del diablo.
2º) En cuanto al reato de la pena, por el cual el hombre estaba obligado a la justicia de Dios; y esto es también cierta servidumbre; pues es verdadera servidumbre que el hombre padezca lo que no quiere, siendo propio del hombre libre hacer uso de sí mismo como quiere.
Mas porque la Pasión de Cristo fue satisfacción suficiente y sobreabundante por el pecado y reato de la pena del género humano, su Pasión fue como cierto precio, por el cual hemos sido librados de ambas obligaciones; pues la misma satisfacción por la que uno satisface por sí o por otro, se considera como cierto precio, con el cual se redime a sí mismo o a otro del pecado y de la pena, conforme a aquello de Daniel: Redime tus Pecados con limosnas (Dan 4, 24). Mas Cristo satisfizo, no ciertamente dando dinero o cosa semejante, sino dando lo que fue más grande, esto es, a sí mismo por nosotros. Y por eso se dice que la Pasión de Cristo fue nuestra redención.
Pecando el hombre estaba obligado a Dios y al diablo. En cuanto a la culpa, había ofendido a Dios y se había sometido al diablo, consintiendo con él; de donde por razón de la culpa no se había hecho siervo de Dios, sino que más bien había incurrido en la servidumbre del diablo, apartándose del servicio de Dios; lo cual fue permitido por Dios justamente a causa de la ofensa cometida contra él. Pero en cuanto a la pena, el hombre había sido obligado principalmente a Dios como a soberano juez; y al diablo como a verdugo, según aquello: No sea que tu contrario te entregue al juez, y el juez te entregue al ministro (Mt 5, 25), esto es, al ángel cruel de las penas.
Así, pues, aun cuando el diablo, en cuanto de él dependía, retenía injustamente bajo su servicio al hombre, engañado por su fraude, no solamente en cuanto a la culpa sino también en cuanto a la pena, era, sin embargo, justo que el hombre lo padeciese, por permisión divina en cuanto a la culpa, y por disposición de Dios en cuanto a la pena. Y, por consiguiente, con respecto a Dios, exigía la justicia que el hombre fuese redimido, pero no con respecto al diablo. Y el precio no debía pagarse al diablo, sino a Dios.

(3ª, q. XLVIII, a. 4)

jueves, 8 de marzo de 2012

LA FIESTA DE LA SABANA SANTA DE TURIN




FIESTA DE LA SÁBANA SANTA SEGÚN STO. TOMAS DE AQUINO
Y tomando José el cuerpo, le envolvió en una sábana limpia, y lo puso en un sepulcro suyo nuevo (Mt 27, 59-60).
I. Por esta sábana se simbolizan misteriosamente tres cosas:
1º) La carne inmaculada de Cristo. Pues la sábana se hace de lino que se vuelve blanco al ser muy oprimido, del mismo modo que la carne de Cristo llegó al candor de la resurrección por muchas vejaciones, como dice San Lucas: Así era menester que el Cristo padeciese, y resucitase al tercer día de entre los muertos (Luc 24, 46).
2ª) Se significa la Iglesia que no tiene mancha ni arruga. Y esto se expresa por el lienzo tejido de diversos hilos.
3º) Se expresa la conciencia limpia, donde Cristo reposa.
II. Y lo puso en un sepulcro suyo, nuevo. Dice primero que era suyo. Era muy conveniente que quien murió por los pecados de otros, fuese sepultado en un sepulcro de otros.
Además dice que era nuevo, porque si otros cuerpos hubiesen sido colocados allí, se hubiera ignorado quién fue el que resucitó. Otra razón es que quien había nacido de una virgen intacta, fuese convenientemente sepultado en un sepulcro nuevo, de modo que así como ninguno existió en el seno de María antes que él ni después de él, del mismo modo ocurriera en el sepulcro. Y también para dar a entender que Cristo está escondido por la fe en el alma renovada: Para que Cristo more por la fe en vuestros corazones (Ef 3, 17).
Y se añade: En aquel lugar, en donde fue crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro, en el que aún no había sido puesto alguno (Jn 19, 41). Debe advertirse que Cristo fue apresado en un huerto, padeció en un huerto y fue sepultado en un huerto, para significar que por la virtud de su Pasión nos libra del pecado que Adán cometió en un huerto de delicias, y que por él es consagrada la Iglesia, que es como huerto cerrado.
(In Matth., XXVII)

sábado, 3 de marzo de 2012

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Meditación de Santo Tomás de Aquino


DIOS PADRE ENTREGÓ A CRISTO A LA PASIÓN

El que aun a su propio Hijo no perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros (Rom 8, 32).





Cristo padeció voluntariamente por obediencia al Padre. Por consiguiente, Dios Padre entregó a Cristo a la Pasión en tres conceptos:

1º) Según que en su eterna voluntad preordenó la Pasión de Cristo para liberación del género humano, conforme a aquello que dice Isaías: Cargó el Señor sobre él la iniquidad de todos nosotros (53, 6), y más adelante: El Señor quiso quebrantarle con trabajos (Ibíd., 10).

2º) En cuanto le inspiró la voluntad de padecer por nosotros, infundiendo en él la caridad, por la que quiso padecer. Por lo cual el Profeta continúa: Él se ofreció porque él mismo lo quiso (Ibíd., 7).

3º) No protegiéndole en la Pasión, sino exponiéndole a sus perseguidores, por lo que se lee en San Mateo (27, 46) que estando Cristo colgado en la Cruz, decía: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?, es decir, que lo expuso al poder de sus perseguidores.

Es impío y cruel entregar a un hombre inocente a la pasión y a la muerte contra su voluntad, como obligándole a morir. Mas Dios Padre no entregó así a Cristo, sino inspirándole la voluntad de padecer por nosotros; en lo cual se muestra la severidad de Dios, que no quiso perdonar el pecado sin la pena; eso hace notar el Apóstol cuando dice: A su propio Hijo no perdonó (Rom 8, 32). Pero Dios muestra su bondad en cuanto que, no pudiendo el hombre satisfacer suficientemente por medio de alguna pena que él mismo sufriese le dio uno que satisficiera por él; lo cual indicó el Apóstol diciendo: lo entregó por todos nosotros (Rom 8, 32), y A quien (es decir, a Cristo) Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre (Rom 3,25).

La misma acción es juzgada de diversa manera en el bien o en el mal, según que proceda de diversa raíz. El Padre entregó a Cristo, y éste se entregó por amor, y por eso ambos son alabados; mas Judas lo entregó por avaricia; los judíos, por envidia; Pilatos, por el temor mundano con que temió al César, y por eso todos ellos son vituperados.

(3ª, q. XLVII, a. 3).

Así, pues, Cristo no fue deudor de la muerte por necesidad; sino por amor a los hombres, en cuanto que quiso la salvación humana; y por amor a Dios, en cuanto quiso cumplir su voluntad, como dijo el mismo Cristo: Mas no como yo quiero, sino como tú (Mt 26, 39)

(2ª, Dist. 20, q. I, a. 5)