EL PAPA FRANCISCO A LAS FAMILIAS CRISTIANAS REUNIDAS EN ROMA
FAMILIAS
CRISTIANAS: “SAL Y LEVADURA DE LA FE EN LAS COSAS DE TODOS LOS DIAS”
Ciudad del Vaticano,
27 de octubre 2013 (VIS).-La peregrinación de las familias a Roma en el Año de
la Fe ha concluido esta mañana con la Santa Misa celebrada por el Papa Francisco
en una Plaza de San Pedro, abarrotada de personas, al igual que la Vía de la
Conciliación y las calles adyacentes. Publicamos el texto completo de la
homilía pronunciada por el Santo Padre tras la lectura del Evangelio.
“Las lecturas de este
domingo nos invitan a meditar sobre algunas características fundamentales de la
familia cristiana.
La
primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en
evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico –
el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de
gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la
satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, se pavonea
de esto y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal. El publicano, por el
contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida
por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre en
verdad se reconoce necesitado del perdón de Dios, de la misericordia de Dios.
La del publicano es
la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera
Lectura, "sube hasta las nubes" mientras que la del fariseo está
marcada por el peso de la vanidad.
A la luz de esta
Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez
en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: pero ¿Cómo se hace? Se
hace como el publicano, es claro: humilde, delante de Dios. Cada uno con
humildad se deja ver del Señor y le pide su bondad, que venga a nosotros. Pero,
en familia, ¿Cómo se hace? Porque parece que la oración sea algo personal, y
además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo, en familia… Sí, es
verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad
de Dios, como el publicano. Y todas las familias, tenemos necesidad de Dios:
todos, todos. Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su
misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. Para rezar en familia se
necesita sencillez. Rezar juntos el “Padrenuestro”, alrededor de la mesa, no es
algo singular: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello,
da mucha fuerza. Y rezar aun el uno por el otro: el marido por la esposa, la
esposa por el marido, los dos por los hijos, los hijos por los padres, por los
abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es rezar en familia, y esto hace fuerte
la familia: la oración.
La
segunda Lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe.
El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental, y dice:
"He conservado la fe" ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la
escondió bajo tierra, como aquel siervo un poco perezoso. San Pablo compara su
vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha
limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado
lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar,
"embalsamar" el mensaje de Cristo dentro de los confines de
Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles,
he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado
francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había
recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes
defensivas.
También aquí, podemos
preguntar: ¿De qué manera, en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos
para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, como una cuenta
bancaria, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la
apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, especialmente las más
jóvenes, van con frecuencia "a la carrera", muy ocupadas; pero ¿han
pensado alguna vez que esta "carrera" puede ser también la carrera de
la fe? Las familias cristianas son familias misioneras. Ayer escuchamos, aquí
en la plaza, el testimonio de familias misioneras. Son misioneras también en la
vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, poniendo en todo la sal
y la levadura de la fe. Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura
de la fe en las cosas de todos los días.
Y
un último aspecto encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la
alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta
expresión: "Los humildes lo escuchen y se alegren". Todo este Salmo es
un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta
alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los
libra del mal. Lo escribía también San Pablo: "Alegraos siempre… el Señor
está cerca". Me gustaría hacer una pregunta hoy. Pero que cada uno la
lleve en el corazón a su casa, eh! Como una tarea a realizar. Y responda solo:
¿Hay alegría en tu casa? ¿Hay alegría en tu familia? Den ustedes la respuesta.
Queridas familias,
ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es
algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la
verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos
experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de
sostenerse mutuamente el camino de la vida. A la base de este sentimiento de
alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia,
está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un
amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos enseña, en familia, a
tener este amor paciente, el uno por el otro. Tener paciencia entre nosotros.
Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el
amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los
individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive
la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del
mundo, es levadura para toda la sociedad.
Queridas familias,
vivan siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. ¡La
alegría y la paz del Señor esté siempre con ustedes!”.
Coronilla de la Divina Misericordia