Sí, Dios es joven. Aunque es eterno por El no pasan las hojas del calendario. Nosotros le echamos una pátina de envejecimiento encima cuando no vivimos nuestra fe con frescura, con gozo, con alegría contagiosa. Decididamente hay que meterse en Dios para conocerlo y amarlo. “dejad que los niños se acerquen a Mí”, nos dice el señor. Y los niños son siempre vida creciente y tierna.
Contemplaba a través de la televisión la retrasmisión de la Misa desde la iglesia de la Sagrada Familia de Barcelona. Bajo sus imponentes bóvedas y columnas se apretujaba una comunidad ingente de jóvenes venidos del mundo entero. Me ha impresionado el fervor con que seguían la celebración de la Eucaristía. La atención que ponían para escuchar la Palabra de Dios, y la fe profunda en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Las cámaras se han detenido un tiempo en una chica que arrodillada profundamente, con la cabeza entre sus manos , adoraba y daba gracias al Señor tras la Comunión. Exactamente estaba haciendo lo que nos recomienda la Iglesia: adorar al Santísimo, especialmente cuando lo llevamos dentro, cuando somos sagrarios vivos. Estaba ella, como tantos otros, metida en Dios, y Dios en ella. Así es la fe cristiana.
La maravilla arquitectónica del templo de Gaudí ayudaba a dar gracias a Dios que hace bien todas las cosas. Daba la impresión de estar en un bello bosque, en un paraíso de colores cálidos y acogedores. El arzobispo de Colonia, que estaba concelebrando, decía al final: “No sé si estoy en la tierra o en el cielo”, y comparaba esta iglesia con la impresionante catedral de Colonia.
Así es la fe: bella, familiar, acogedora, alegre, joven. Y esto es lo que realmente entienden los jóvenes. La chispa salta cuando hay un corazón dispuesto a decir sí a Dios, cuando las ventanas del alma están abiertas de par en par. Leyendo el libro “Dios y audacia”, del cardenal Herranz, encontré una advocación de la Virgen que no conocía: Nuestra Señora del Alma. Y me ha gustado, sobre todo porque mi Blog lo titulo un: Un alma para el mundo. A nuestro mundo le falta alma, le falta Santa María del Alma. Por eso en la mochila de los jóvenes peregrinos va un Rosario, junto con el devocionario y el YOUCAT. Los chicos rezan a la Virgen, porque la Virgen también es madre joven, que ofrece sus brazos y su corazón para estrecharnos en un abrazo cariñoso y sincero.
El Papa nos anima a todos a seguir rezando por el fruto de la JMJ. Así lo decía este domingo en su alocución del Ángelus: “Saludo a quienes se unen de camino a Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud. Invito a todos a encomendar en la oración este Viaje Apostólico a España, que llevaré a cabo dentro de pocos días, para que en él se cosechen abundantes frutos de vida cristiana".
Y esta es la finalidad del encuentro, de la Jornada: Que broten en el alma los frutos de las virtudes cristianas que hagan posible una sociedad más humana. Muy lejos de la Iglesia el buscar triunfalismos. No los queremos. Lo que nos importa es la vida sincera, la fe auténtica, la caridad bien vivida, la esperanza tierna y fuerte. Entonamos el perdón de nuestros pecados y nos disponemos a seguir a Jesús.
Hay que dejar actuar a Dios, dice Marta Lago, Corresponsal de L’Osservatore Romano
Cada JMJ es una oportunidad de vivir, reavivar y compartir la fe. Por tanto, una ayuda inestimable para afrontar cada circunstancia, personal o comunitaria, con realismo y esperanza. Y como el Espíritu hace nuevas todas las cosas -también cada JMJ-, es importante que cada joven llegue con apertura de inteligencia y corazón, con la capacidad de dejarse sorprender. Deus facit, homo autem fit, dice la Patrística: Dios hace, el hombre se dejar hacer. Dejando actuar a Dios, veremos una fe que mueve montañas (Alfa y Omega)
Pues de eso se trata, y Dios hará de las suyas.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com
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