Hoja parroquial
de los rectores
Domingo V del T. O. ciclo A
Lecturas:
Isaías 58.
7-10; 1 Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16
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EVANGELIO
En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la
salarán? No sirve más que para tirarla fuera
y que la pise la gente.
Vosotros
sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un
monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo
del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de
casa.
Alumbre así
vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro
Padre que está en el cielo.
COMENTARIO
Un termómetro refleja simplemente el
entorno. Nos dice la temperatura, si hace frío dice que hace frío, si hace
calor dice que hace calor.
Un termómetro no ejerce ninguna
influencia sobre su entrono, más bien es influenciado por él.
Un termostato tiene poder, energía.
Pone en marcha la calefacción, regula la temperatura, cambia las cosas. Influye
en su entorno.
¿Y nosotros qué somos?
¿Termómetros o termostatos?
¿Qué quiere Jesús que sean sus
seguidores? Tremenda pregunta, fácil de contestar, difícil de practicar.
"Vosotros sois la sal de la tierra.
Vosotros sois la luz del mundo".
Estamos aquí, en la iglesia, porque
la luz de Dios ha iluminado nuestra vida.
¿Qué vamos a hacer con la luz de Dios?
La fe es el interruptor que enciende
la luz.
Sin fe, nuestra sal no vale nada y
nuestra luz está oculta.
Para ser buenos termómetros lo único
que tenemos que hacer es dejarnos llevar por la corriente, mantenernos callados
y no testimoniar el poder y el amor de Dios. Ser como todo el mundo, reflejar
los valores de nuestro entorno, de nuestro mundo.
Cristo es ciertamente el único que
brilla con la luz de Dios.
Nosotros, los católicos, somos los
transformadores y las líneas de transmisión para que la luz de Dios llegue a
mucha más gente.
Nosotros, sus discípulos, somos necesarios
para que la luz de Dios brille donde la gente vive y muere. Nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo.
Somos los termostatos en un mundo de
diferentes temperaturas.
¿Qué espera Dios de nosotros? El poder, la energía, es suyo.
La luz viene de él. El sazón lo da su palabra.
Nosotros no somos estrellas, somos
sólo sal para sazonar nuestro pequeño mundo y somos luz. "Dejen que su luz
brille ante los demás para que vean sus buenas obras y den gloria a Dios".
San Ignacio de Antioquia escribió en
una de sus cartas: "Así como el árbol se conoce por sus frutos, así
también los que se llaman cristianos se conocen por lo que hacen. Porque el cristianismo no es sólo una profesión externa
sino que se manifiesta en el poder de la fe, si una persona permanece fiel
hasta el final.
Es mejor para
una persona agarrarse a su fe y ser que decirse cristiano y no serlo".
RELATO
Un día se me acercó un mendigo y me dijo, “Quiero
pan”. “Eres muy listo y has encontrado la mejor panadería de la ciudad”, le
dije. Cogí un libro de recetas de la estantería y comencé a decirle todo
lo que sabía sobre el pan. Le hablé de
la harina de trigo y de cebada. Mis conocimientos me impresionaron incluso a mí
a medida que le recitaba las medidas y la receta del pan. Le miré y me sonreía.
“Sólo quiero pan”, dijo una vez más.
“Eres muy listo”. Aplaudo tu elección. “Sígueme y te enseñaré mi panadería. Le
guié por las salas donde se prepara la masa y los hornos donde se cuece el pan.
“Ninguna panadería tiene dependencias como éstas. Tenemos pan para todas las
necesidades. Pero te voy a enseñar lo mejor, “la sala de nuestra inspiración”.
Entramos en el salón de actos, subí
al ambón y le dije “Gentes de todo el contorno vienen a escucharme. Una vez a
la semana reúno a mis trabajadores y les leo la receta del libro de la vida”. Le
pregunté al mendigo sentado en la primera fila si quería hacerme alguna
pregunta.
“No”, dijo, “sólo quiero un trozo de
pan”. “Eres muy listo”, le dije y lo conduje a la puerta de entrada. “Mira, en
esta calle hay muchas panaderías, pero ninguna de ellas hace bien el pan, por
más que lo llamen pan, porque ninguna sigue la receta del libro”. El mendigo
dio media vuelta y se marchó. “¿No quieres un trozo de pan?”, le grité.
Se detuvo, me miró, se encogió de
hombros y me dijo, “Creo que he perdido
el apetito”.
AVISO
El próximo VIERNES celebraremos el CENACULO
CONTEMPLATIVO DE LA DIVINA MISERICORDIA para JOVENES, de 6 a 7 de la tarde.
Todos los jóvenes invitados.