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miércoles, 30 de marzo de 2016

Oraciones de la Divina Misericordia



PLEGARIA A LA DIVINA MISERICORDIA PARA ALCANZAR UNA GRACIA POR MEDIACIÓN DE SANTA MARÍA FAUSTINA KOWALSKA
Oh Dios, cuya Misericordia sobrepuja todas tus obras, te doy gracias por los favores extraordinarios que concediste a tu Sierva Faustina. Nos has manifestado de un modo particular el abismo de tu Misericordia, que en estos calamitosos tiempos quieres derramar abundantemente sobre la humanidad extraviada y dolorida. Señor, te ruego tu Misericordia, concediéndome la gracia que te pido y tanto necesito… (pedir la gracia), si no es contraria a la salvación de mi alma. Te lo pido por los méritos e intercesión de Santa Faustina, pero, sobre todo, por la dolorosa pasión de tu amadísimo Hijo y Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, que contigo y con el Espíritu Santo nos la dispensa por toda la eternidad. Amen.
(Rezar esta oración por nueve días seguidos, recibiendo al menos una vez en esos días los Santos Sacramentos de la Confesión y Eucaristía)
CONSAGRACIÓN A LA SANTA VIRGEN MADRE DE MISERICORDIA
¡Oh Madre mía y mi Reina, yo te doy en custodia mi alma y mi cuerpo, mi vida, mi muerte y mi eternidad. Pongo todo en tus manos, oh buena Madre! cubre con tu manto virginal mi alma y concédeme la gracia de obtener la pureza de alma y cuerpo y la de tener un corazón humilde y generoso en el amor. Protégeme, con tu poder, de toda clase de enemigos y en especial de aquéllos que esconden su malicia bajo la máscara de la virtud. ¡Oh Lirio amable; que seas siempre para mí el modelo de toda virtud! Madre de Dios y Madre nuestra, Santísima Virgen María, tú eres para mí una Madre muy especial, porque Jesús en la cruz nos dio a ti como Madre. Nosotros somos entonces tus hijos. Por tu Hijo, tú nos amas María, madre mía tan querida. Sé ahora la guía de mi vida espiritual, de manera que pueda siempre agradar a tu Divino Hijo. Madre dulcísima, continúa instruyéndome en la vida interior, que la espada del sufrimiento no me abata nunca; ¡oh Virgen pura, derrama valor en mi corazón y custódialo! Amén.
ORACIONES SELECTAS DEL DIARIO DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA
Unámonos a Santa Faustina en las aspiraciones de su espíritu hacia «el Dios de toda misericordia y consuelo» e imitémosla en la práctica de ese supremo atributo de Dios, dentro del cual Jesús nos insta a modelarnos (Lc. 6, 36), atentos asimismo a las enseñanzas que encontramos en la Epístola a los Hebreos (13, 15-16): «Por Jesús ofrezcamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de los labios que bendicen su nombre. No os olvidéis de la beneficencia y de la mutua asistencia, ya que en tales sacrificios se complace Dios».
Jesús dijo a Sor Faustina: Me supedito a tu confianza; si ésta es grande, mi generosidad no conocerá límites (II, 19). El Evangelio nos asegura ya eso: «En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis…, se hará lo que digáis; y todo cuanto pidáis con fe, recibiréis» (Mt. 21: 21, 22).
Juan el Apóstol, que también ve en la misericordia la verdadera naturaleza de Dios para con la humanidad, deriva de ella una absoluta confianza: «…y la confianza que tenemos en Él es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, Él nos oye; y si sabemos que nos oye, en cuanto le pedimos, sabemos que obtenemos las peticiones que le hemos hecho». (Jn. 5:14,15).
Cuando nos aprestamos a rezar, descubrimos que todo es gracia -don gratuito-, porque todo en Jesús es misericordia. Pero siendo esto así ¿cómo negar a los que nos rodean la generosidad que recabamos para nosotros mismos?
ORACIONES DE UNA MADRE A JESÚS MISERICORDIOSO
Misericordioso Corazón de Jesús, te entrego a mis hijos.
Tu comprendes mejor que nadie mis preocupaciones y mis necesidades; nadie puede ayudarme más eficazmente que Tu.
Concédeme generosamente las gracias necesarias para su educación. Sé que mis esfuerzos serán vanos si no me ayudas con tu gracia. Guía mis acciones, ilumina e inspira mis palabras para el bien de mis queridos hijos. Presérvalos de todo pecado y corrupción, y enséñales a progresar por la vía del bien; protégelos contra los malos ejemplos y líbralos de todo mal.
Que ellos vivan y crezcan en el estudio, en la sabiduría en la gracia y en la salud; que sean el gozo y el consuelo de sus padres que sean útiles a la sociedad y busquen los bienes del Cielo.
Cuando me llames a ti, Juez Supremo, te pido que encargues a tu Madre, el cuidado y la protección de mis hijos. Sé que esta buena Madre cumplirá este encargo mejor que yo.
Por todo esto, oh Misericordioso Señor, que tanto has amado a los niños, te prometo un servicio fiel, una vida verdaderamente piadosa y así con la oración y el trabajo poderte alabar y propagar tu insondable Misericordia poniendo durante el transcurso de mi vida y en el momento de mi muerte toda mi confianza en Ti. Amén.
ORACIÓN POR UNA PERSONA QUERIDA
¡Oh Jesús Misericordioso, tú que tuviste en la tierra un discípulo predilecto por el cual tu Corazón Divino ardía con un amor especial, acuérdate que yo también tengo una persona particularmente querida y amada. Por el afecto que tuviste hacia S. Juan y hacia María Madre del Amor Hermoso, y por tu infinita Misericordia, guía a esta persona amada a un conocimiento mejor de ti y a que ame ardientemente tu Corazón Misericordioso; consérvala durante toda la vida en gracia y en salud; bendícela, ilumínala en sus proyectos y en sus decisiones con el f n de que este ser querido y yo seamos siempre fieles el uno al otro y participemos juntamente en las alegrías y en las penas, en el amor y la amistad. Que siempre tengamos una confianza sin límites en tu Infinita Misericordia y la propaguemos y alabemos en la tierra y en la Eternidad. Amén.
ORACIÓN POR LOS ENEMIGOS
Jesús Misericordioso, tú que has sufrido tanto aquí en la tierra por tus enemigos verdaderos y ocultos y, finalmente, condenado por la más absurda injusticia, oraste con mayor empeño desde la cruz por tus perseguidores diciendo: «Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen, dame la f 4erza de perdonar siempre con todo mi corazón, según el ejemplo de tu Infinito Amor y Misericordia, a todos aquéllos que me hacen el mal; perdónalos como yo también los perdono, sana sus debilidades y las mías, sumerge nuestros corazones en el océano infinito de tu Amor Divino y llénalos de tu Misericordia. Así el mundo reconocerá que te pertenecemos; también tú nos reconocerás por tuyos en el Juicio final y nos pondrás a tu derecha. Te lo pido por los méritos de tu pasión y dolorosa muerte, por la intercesión de la dolorosa y muy amada Madre tuya y Madre nuestra. Amén.
ACTO DE CONSAGRACION DE LA FAMILIA AL CORAZÓN MISERICORDIOSO DE JESÚS
Corazón Misericordioso de Jesús, confiando infinitamente en tu Misericordia, consagramos a ti totalmente e incondicionalmente nuestra familia. Que seas tú el Señor, el Rey y el Amigo de nuestra familia. Toma todo aquello que tenemos y en particular nuestros corazones bajo tu exclusivo dominio. Ilumina nuestra mente, refuerza nuestra voluntad y bendice nuestras acciones. Comparte con nosotros las alegrías y las penas, perdónanos siempre nuestras debilidades y nuestras culpas, ayúdanos y consuélanos, y, en la hora de la muerte, no seas para nosotros Juez sino el Salvador Misericordioso. Y tú, Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra Celestial, enseña a tus hijos a amar, servir, alabar por siempre el Corazón Misericordioso de Tu Hijo Divino. San José, Custodio de la Sagrada Familia, toma la nuestra bajo tu poderosa protección. Amén.
ORACIÓN DE CONFIANZA
¡Oh Divina Misericordia!, yo estoy convencido de que tú vigilas sobre los que confían en ti, y que nada les puede faltar a los que esperan de ti. Abandono todas mis preocupaciones, miserias e inquietudes y desde ahora viviré en paz porque tú me has confirmado tu Misericordia. Tú que tienes y tendrás siempre Misericordia de nosotros. Mis hermanos pueden irse en contra mía; las enfermedades pueden quitarme la fuerza y los medios de servirte como es mi deseo; yo puedo perder tu misma gracia con el pecado, pero nunca perderé la confianza en tu misericordia; la conservaré hasta el último respiro de mi vida. Inútilmente los demonios se esforzarán en robármela; no habrá nada que pueda impedir mi constancia.
Muchos esperan obtener su felicidad en las criaturas humanas; en sus bienes y talentos; otros se apoyan en la fortaleza de su vida; unos en los sacrificios de su penitencia; otros en el número de sus buenas obras y en el fervor de sus oraciones; en cuanto a mí, toda mi confianza se apoya sobre tu Misericordia, oh Señor, que eres mi Dios y mi Salvador, mi Santificador y mi Juez. Todas mis palabras y todas mis oraciones expresan solamente la confianza y no moriré, eternamente porque yo espero de tu Infinita Misericordia, ¡oh Señor!
Lamentablemente sé por experiencia cuán débil e inconstante soy; sé cuándo las tentaciones prevalecen con facilidad sobre la más firme virtud; he visto caer a aquéllos que pensaba eran columnas de la vida religiosa; yo mismo he caído por mi fragilidad humana; por eso, espero solamente de la Misericordia de mi Dios y no moriré eternamente.
En fin, estoy seguro que nunca estará por demás confiar absolutamente en ti y que nunca tendré menos de aquello que espero de ti. Sé que tú me ayudarás a dominar mis malas inclinaciones. Tú me protegerás en las luchas y dificultades y harás triunfar mi debilidad con tu fuerza; por tanto, mi alma se queda en paz. Tú me darás la fuerza, el heroísmo y yo te amaré con todo mi corazón. Tú serás mi Todo y yo te exaltaré por toda la eternidad. Divina Misericordia, confío en ti. Amén.
ORACIÓN DE ADORACIÓN
¡Te adoro, Creador y Señor, en el Santísimo Sacramento. Te adoro por todas las obras de tu mano, en las cuales veo tanta Sabiduría, Bondad y Misericordia. Señor tú has esparcido sobre la tierra tantas bellezas, éstas me hacen pensar en la tuya, mas no son sino pálidos reflejos de tu esplendor, de tu inconcebible belleza!
A pesar de que tú has escondido y velado tu belleza, mi ojo, iluminado por la Fe, te reencuentra y mi alma descubre al Señor, su Bien Supremo; mi corazón se sumerge en una plegaria de adoración.
¡Oh mi Creador y Señor, por tu belleza he osado hablarte. Por tu Misericordia, desaparece el abismo que separa al Creador de su criatura; hablar contigo, Señor, es la delicia de mi corazón: en ti encuentro todo aquello que mi corazón puede desear Tu luz aclara mi espíritu, permitiendo conocerte más íntimamente. Sobre mi corazón las gracias bajan a torrentes, mi alma toma de allí la vida eterna! Amén.
(Diario VI, 27)
ORACIÓN DE OFRECIMIENTO
¡Te agradezco Señor, Dios eterno, por las gracias y por los innumerables beneficios con los cuales me colmas! Dios mío, quisiera que cada latido de mi corazón fuera para ti un nuevo cántico de agradecimiento; que cada gota de mi sangre circule para ti, Señor; que mi alma no deje de glorificar tu Misericordia. ¡Te amo, oh mi Dios, te amo únicamente a ti! A pesar de que mis sufrimientos son continuos y grandes, los recibo de tus manos como un don precioso. Los acepto todos con gusto, también aquellos que las otras almas no quieren soportar Tú puedes, Jesús, cargarme con todas las cruces: no rechazo ninguna. No pido más que una cosa: ¡la fuerza de soportarlas y hacerlas meritorias! Te ofrezco todo mi ser; haz de mi lo que quieras!
(Diario VI, 58)
ORACIÓN DE INVOCACIÓN PARA SER FIELES A LA VOLUNTAD DE DIOS
¡Oh Jesús, tendido sobre la cruz: te ruego me concedas siempre y donde quiera que me encuentre, la gracia de cumplir fielmente la Santa Voluntad de tu Padre. Aun cuando esto me sea penoso y difícil te imploro, Jesús, que de tus llagas hagas fluir la fuerza y el poder necesarios, y mis labios repitan sin cesar: «¡Señor, que se haga tu voluntad!» ¡Oh Redentor del género humano, que nos has amado hasta morir por nuestra salvación y que, en los sufrimientos y tormentos de la agonía, olvidaste todo para pensar sólo en la salvación de nuestras almas. Oh Misericordiosísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí mismo, y vivir para los demás, ayudándote así en la Obra de la Redención según la Santísima Voluntad de tu Padre Celestial! Amén.
(Diario IV, 9)
ORACIÓN PARA IMPLORAR CONFIANZA EN MEDIO DEL SUFRIMIENTO
¡Oh Jesús, no me dejes sola en los sufrimientos! tú, Señor, conoces mi debilidad; no soy más que un abismo de miseria; no soy más que una nada, ¿qué extraño es, entonces, que si tú me dejas sola me caiga? Soy como un recién nacido. Soy impotente, Señor; no sé valerme por mí mismo, mas en el abandono tengo confianza. A pesar de lo que siento, conservo la confianza y concentro todos mis sentimientos en una entera y absoluta confianza en ti.
¡No disminuyas ninguno de mis sufrimientos; dame, simplemente, la fuerza de soportarlos. Haz de mí lo que tú quieras. Dame solamente la gracia de saber amarte en todas las circunstancias de mi vida. No disminuyas, Señor el cáliz de amargura, sino dame sólo la fortaleza de beberlo todo. Amén. (1)
(Diario V, 46, 67)
ORACIÓN POR LA IGLESIA Y LOS SACERDOTES
¡Oh Jesús! te suplico, concede a tu Iglesia el amor y la luz del Espíritu Santo. Da a tus sacerdotes el amor y la luz de tu Espíritu, que las palabras de los sacerdotes convenzan a los corazones más endurecidos, se arrepientan y vuelvan a ti, oh Señor.
Señor, danos sacerdotes santos; consérvalos tú mismo en la santidad. ¡Oh Divino Sumo Sacerdote, haz que tu Misericordia los asista en cualquier lugar y los defienda contra las insidias y tentaciones que el demonio tiende sin cesar al alma de cada Sacerdote!
Que el poder de la Divina Misericordia, ¡oh buen Salvador! aplaste y aniquile todo aquello que pudiera manchar la santidad de un sacerdote, porque tú lo puedes todo. Te suplico, Jesús que bendigas con una luz especial a los sacerdotes con los que me confesaré a lo largo de mi vida. Amén.
(Diario III, 11)
ORACIÓN DEL ALMA EN LA SOLEDAD
¡Oh Jesús, que eres el amigo de mi corazón, tú eres mi único refugio y mi único descanso. Tú eres mi salvación en medio de las tempestades de la vida, mi tranquilidad en medio de las perturbaciones del mundo. Tú eres mi calma en las tentaciones; mi sustento en las horas de desesperación; mi victoria en la lucha por el advenimiento de tu Reino. (Juan 16, 33). Eres el rayo vivo que aclara mi vida; el calor que hace derretir el hierro de mi indiferencia! ¡Eres tú, oh Señor, sólo tú eres capaz de comprender al alma que permanece callada y sufre sin decir una palabra. Tú conoces muy bien nuestras debilidades y nuestros pecados que, sin tregua -cual Médico y Buen Pastor- nos perdonas, nos curas y nos levantas, para que nosotros podamos siempre amarte más. Amén.
(Diario 1, 114)
ACTOS DE ADORACIÓN A JESUCRISTO EN LA EUCARISTIA
¡Te adoro, oh Amor Invisible, que eres la vida de mi alma! ¡Te adoro, Jesús, bajo las sutiles especies del pan. Te adoro, oh Dulce Misericordia que expandes sobre todas las almas. Te adoro, oh bondad Infinita, que expandes a tu alrededor los rayos de gracia. Te adoro, oh, Luz resplandeciente, Luz de las almas. Te adoro, Manantial Inagotable de Misericordia! El más puro de los Manantiales desde donde brotan para nosotros la vida y la santidad. ¡Te adoro, delicia de los corazones puros! ¡Te adoro, única esperanza de las almas pecadoras! Amén.
(Diario VI, 40)
ORACIÓN PARA IMPLORAR LA MISERICORDIA DE DIOS
I
¡Demuéstrame tu Misericordia, oh Padre, por la infinita bondad del Corazón de Jesucristo; presta oídos atentos a las oraciones que te elevo desde mi corazón contrito!
II
¡Oh Omnipotente y Misericordioso Padre: sabiendo que tu divina bondad no tiene límites, aunque yo no sea más que un abismo de miseria, tengo plena confianza en tu Misericordia!
III
¡Oh Santa Trinidad, mi Señor y mi Dios puesto que es inmensa e infinita tu bondad me confío a tu Misericordia y sé que tú, Señor, estarás siempre cerca de mí!
IV
¡Que tu gran Misericordia y que su canto no cese jamás; que se propague a través del mundo entero, Señor. Implórala, oh alma mía, con todo el fervor!
(Diario IV, 17)
DESEOS DE UN ALMA IMPREGNADA DE LA DIVINA MISERICORDIA
Deseo con todo el corazón que cada respiro de mi vida, que cada latido de mi corazón, que cada palpitación mía alaben tu Misericordia, ¡Oh Santísima Trinidad! Señor, quiero transformarme todo entero en tu misericordia y ser un vivo reflejo de ti. ¡Oh Señor! que el más grande de los atributos divinos, el de tu Misericordia infinita, pase por mi alma y mi corazón hacia mi prójimo.
Ven en mi ayuda, Señor, con el fin de que mis ojos estén llenos de misericordia, de manera que jamás juzgue ni sospeche de nadie según las apariencias externas, sino que mire la belleza en el alma de mí prójimo y acuda a socorrerlo. Haz que mi oído esté lleno de misericordia para que pueda inclinarme sobre las necesidades del prójimo y que no quede indiferente a sus males y a sus lamentos.
¡Socórreme, Señor para que mis labios rebosen de Misericordia, para no hablar mal de mi prójimo, sino que tenga para cada uno palabras de consuelo y de perdón!
¡Ayúdame, Señor, para que mis manos sean caritativas y llenas de buenas acciones, de manera que no deje de hacer el bien a mi prójimo y que coja los compromisos más pesados y más comprometedores!
¡Haz, oh Señor, que mis pies sean misericordiosos, de manera que lleven siempre auxilio a mi prójimo, dominando mi cansancio y fatiga! Que mi verdadero descanso sea servir a mi prójimo!
¡Haz, oh Señor, que mi corazón esté lleno de misericordia, de manera que los sufrimientos de mi prójimo sean como míos! No negaré mi corazón a nadie, atenderé sinceramente también a aquellos que, lo sé, abusarán de mi bondad. Y me encerraré yo mismo confiadamente en el Corazón Misericordioso de Jesús. Callaré mis propios sufrimientos.
¡Que tu Misericordia descanse en mí, oh mi Dios! Eres tú mismo quien me ordenas ejercitarme en los tres grados de la misericordia. El primero es el acto de misericordia de cualquier género. El segundo, es la palabra de misericordia, pues si no puedo llevar a cabo con la obra, ayudaré con la palabra. El tercero, es la oración, ya que si no puedo demostrar la misericordia ni con hechos ni con palabras, puedo siempre hacerlo con la oración; porque ella llega allá donde no puedo entrar físicamente. ¡Oh Jesús mío, transfórmame en ti, puesto que tú eres Omnipotente!
(Diario 1, 70-71)
ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS
¡Oh Jesús!, Dios Eterno, te doy gracias por tus innumerables gracias y bendiciones. Que cada latido de mi corazón sea un nuevo himno de acción de gracias a ti, oh Dios. Que cada gota de mi sangre circule por ti y para ti. Que sea mi alma un himno de adoración a tu misericordia. Te amo, Dios, por ti mismo. Amén. (VI, 138)
PARA LOGRAR EL AMOR DE DIOS
Dulcísimo Jesús, enciende en mi el fuego de tu amor, transfórmame en ti. Divinízame para que mis obras sean de tu agrado. Que se cumpla mi deseo gracias al poder de la Santa Comunión que recibo diariamente. ¡Oh!, cuánto deseo transformarme en ti. ¡Oh Señor! Amén. (IV, 39)
PARA LOGRAR EL CONOCIMIENTO DE DIOS
Jesús, dótame de una inteligencia potente, una inteligencia superior, para poder con ella entenderte mejor, porque, cuanto más te conozca, con más fervor te amaré. Jesús, te pido una inteligencia excepcional, con la que pueda entender los misterios divinos, los más sublimes. Jesús, otórgame una sutil inteligencia capaz de penetrar tu Esencia Divina y tu Vida en el seno de la Santísima Trinidad. Amén. (V 73)
POR LA PATRIA DE CADA UNO
Misericordiosísimo Jesús, te suplico, por intercesión de los Santos y en especial por intercesión de tu Madre amantísima, que te crio desde la niñez: Bendice la tierra en que nací, te lo ruego, Jesús. No mires nuestros pecados, sino las lágrimas de los niños, el hambre y el frío que sufren. Jesús, en nombre de estos inocentes(*) concédeme la gracia que te pido para mi patria. Amén. (I, 126)
(*)En el momento de redactar esta oración, Jesús se le apareció. Con los ojos llenos de lágrimas, le respondió: «Ves, hija mía, qué profunda compasión me inspiran. Te lo aseguro: Ellos sostienen el mundo».
POR LOS PECADORES
Jesús confió a Sor Faustina: «Siempre me consuela oírte rezar por los pecadores. Es la oración que más me complace, la que dedicas a su conversión. Ten la seguridad, hija mía, que siempre escucho y contesto a esta plegaria.» (V, 35-36).
¡Oh Jesús!, Verdad eterna y Vida nuestra, reclamo tu atención y suplico tu Misericordia para los desdichados pecadores. ¡Oh dulcísimo Corazón del Señor! repleto de piedad y de insondable misericordia te suplico por ellos. ¡Oh Sacratísimo Corazón!, Fuente de Misericordia de donde brotan los rayos de inconcebibles gracias sobre la humanidad entera, te ruego luz para los que viven en el pecado. ¡Oh Jesús!, recuerda tu amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas que fueron redimidas pagando el alto precio de tu preciosísima Sangre. ¡Oh Jesús!, cuando considero cuánto vale tu Sangre, me gozo en su grandeza, porque una sola gota habría bastado para la salvación de los pecadores. Aunque el pecado es un abismo de malicia e ingratitud, el precio pagado por nuestra redención excedió la deuda. Por tanto, que las almas confíen en la Pasión del Señor, y depositen su esperanza en su Misericordia. Dios no negará su Misericordia a ninguno. El cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se agotará la Misericordia de Dios. ¡Oh qué alegría tan inmensa siente mi corazón cuando contemplo tu bondad, que excede a nuestra comprensión! ¡Oh Jesús!, deseo poner a tus pies a todos los pecadores, a fin de que glorifiquen tu Misericordia por los siglos de los siglos. Amén. (1, 30)
PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE
Oh Jesús misericordiosísimo, tendido en la Cruz no te olvides de mí; préstame atención cuando llegue la hora de mi partida. Oh Corazón de Jesús misericordiosísimo, abierto por la lanza, ampárame en el último instante de mi vida. Oh Sangre y Agua que brotaste por mi salvación del Corazón de Jesús, como manantial de insondable misericordia, apacigua la ira de Dios en la hora de mi muerte. Amén. (11, 205)
Oh Jesús mío, que los últimos días de mi vida transcurran totalmente de acuerdo con tu santa voluntad. Uno mis sufrimientos pesares y agonías de la muerte, a tu sagrada Pasión y me ofrezco en nombre de la humanidad, a fin de obtener la abundante misericordia de Dios para las almas, y en especial para las que viven en el pecado. Finalmente confío, y me someto enteramente a tu santa voluntad, que es la Misericordia misma. Tu Misericordia lo será todo para mí en esta mi última hora. Amén.
(V 146)
SAN JOSÉ Y LA DEVOCION A LA DIVINA MISERICORDIA
Sor Faustina escribió en su Diario: San José me apremió a que fuera devota de él. Me dijo que le rezara todos los días tres oraciones y la oración «Recuerda». Me miró con mucha bondad y me hizo saber con cuánto empeño apoyaba esta Obra. Me prometió ayuda especial y su protección. Rezo todos los días las oraciones que me recomendó y siento su protección. (III, 55)
Las «tres oraciones» a que se refiere son el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria…
La oración «Recuerda» es una plegaria a San José, que la comunidad religiosa de Sor Faustina rezaba diariamente:
«Recuerda, oh purísimo esposo de María y mi más caro protector, San José que jamás se ha oído decir que ninguno que haya invocado tu asistencia y requerido tu ayuda, haya sido desatendido.
Guiado por esta confianza, a ti acudo y con todo el fervor de mi espíritu, a ti me encomiendo. No desoigas mis ruegos, oh Padre adoptivo del Salvador, sino acógelos benignamente y atiéndelos. Amén.
ACTO DE CONSAGRACIÓN DE SOR FAUSTINA
En presencia del cielo y de la tierra, en presencia de todos los coros angélicos, en presencia de la Santísima Virgen María, en presencia de todas las Potencias Celestiales declaro a Dios, en la Santísima Trinidad, que hoy, en unión con Jesucristo, el Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente por la conversión de los pecadores y en particular por las almas que han perdido confianza en la Misericordia Divina.
Mi ofrenda consiste en aceptar, con sumisión total a la voluntad de Dios, los sufrimientos, los temores y las congojas que afligen a los pecadores y, en cambio, les ofrezco todas las consolaciones de mi alma, que resultan de mi unión con Dios. En una palabra, ofrezco por ellos todo: las santas Misas, las comuniones, las penitencias, los sacrificios y las oraciones. No temo los dardos de la Justicia Divina, pues estoy unido a Jesús. ¡Oh mi Dios!, deseo de esta forma expiar por las almas que desconfían de vuestra bondad.
Contra toda esperanza, tengo confianza en el océano de la Misericordia Divina. ¡Señor y Dios mío, mi bien por toda la Eternidad! No fundo este acto de consagración en mis propias fuerzas, sino en el poder que dimana de los méritos de Jesucristo. Repetiré cotidianamente este acto de consagración con la oración siguiente, que Jesús mismo me ha enseñado: «¡Oh Sangre y agua, que habéis brotado del Corazón de Jesús, manantial de misericordia para nosotros; en Ti confío!»
ORACIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA
¡Oh Dios de gran misericordia!, bondad infinita: desde el abismo de su abatimiento, toda la humanidad implora hoy tu misericordia y tu compasión, y clama con la potente voz de la desdicha! ¡Dios de Benevolencia, no desoigas la oración de este exilio terrenal! ¡Oh Señor!, Bondad que escapa a nuestra comprensión, que conoces nuestra miseria a fondo y sabes que con nuestras fuerzas no podemos elevarnos a ti, te imploramos: Adelántate con tu gracia y continua aumentando tu misericordia en nosotros, para que podamos fielmente cumplir tu santa voluntad, a lo largo de nuestra vida y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de tu misericordia nos escude de las fechas que arrojan los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como hijos tuyos, aguardemos tu última venida -día que sólo tú sabes. Esperamos obtener lo que Jesús nos prometió a pesar de nuestra mezquindad, porque Jesús es nuestra esperanza. A través de su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entraremos en el Reino de los Cielos (V. 143).

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