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sábado, 17 de julio de 2010

Domingo 16º Tiempo Ordinario (C)


La Mejor parte



En el diálogo de Jesús con Marta, le responde a sus quejas diciendo que María ha escogido la mejor parte. ¿Es que el trabajo de Marta no era importante? Sin duda que sí, y además estaba preparando la comida para el Señor. Pero su queja fue inoportuna. Lo que realmente deseaba el Señor en aquellos momentos, como siempre, era hablar al corazón de las personas de aquella casa. No era para El más importante la comida que la oración.

María quiso aprovechar la presencia de Jesús para escuchar su Palabra, contemplar su Persona, dialogar con El. Esta es una advertencia para que nosotros valoremos más el tiempo que debemos dedicar a la oración. El tiempo siempre es sagrado, pero el que dedicamos al Señor tiene un valor añadido. Todo el tiempo es de Dios, y no debemos regatearle a El los minutos, siempre escasos, que le dedicamos al día, o a la semana. Muchas veces damos la impresión de considerar un despilfarro, un derroche, el tiempo de nuestros actos religiosos. Pensamos que con las cosas que hay que hacer, los minutos de la Misa dominical son tiempo perdido. Las cosas y las personas nos atraen más. A Dios le dedicamos, muchas veces, el tiempo que nadie quiere. Debemos revisar la importancia que damos a la oración, la puntualidad en la asistencia a la Santa Misa, la participación en medios de formación, la atención a las devociones privadas, el valor que le doy a la lectura formativa… El tiempo de Dios y de mi alma es sagrado. Muchas cosas pueden y deben esperar. Si no soy capaz de dedicar en mi vida un tiempo a Dios, ¿cómo voy a aspirar a dedicarle toda la eternidad?



Por otro lado está el trabajo, que desde el punto de vista cristiano debe ser también oración. Y lo será cuando lo ofrezco, intento hacerlo bien, y lo considero una colaboración con la obra de la Creación de Dios, y un servicio al hermano. Dice San Juan Crisóstomo que el trabajo es realmente cristiano cuando me ayuda a desarrollar mi personalidad. El trabajo no es un castigo. Adán trabajaba antes del pecado original. Con esa actividad estaba ejercitando su personalidad.

El trabajo hay que hacerlo con gusto y perfección. La mejor contribución que el cristiano puede hacer al mundo es desarrollar su trabajo con responsabilidad, tratando que la Creación de Gloria a Dios por medio de él. Para ello necesita que su vida sea una autentica oración. El lema de San Benito es: ora y trabaja. Trabajar para Dios y los hombres, con paz, alegría, visión sobrenatural. Debemos sentir al trabajar lo mismo que aquel que estaba labrando piedras junto a un edificio religioso. Cuando fue preguntado sobre lo que hacía, respondió: Yo estoy construyendo una catedral. Esa es la grandeza del trabajo, el hacer algo para gloria de Dios.

María escogió la mejor parte porque ese rato con el Señor le ayudará a darle otro sentido a su trabajo. Que no nos olvidemos de lo principal. El trabajo nos santifica. El trabajo hay que santificarlo. Por medio del trabajo debemos santificar a los demás.





Juan García Inza

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