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sábado, 25 de diciembre de 2010

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


Necesidad de un amor verdadero

Tomamos estas palabras de la Conferencia Episcopal Española en su Instrucción Pastoral:
LA FAMILIA, SANTUARIO DE LA VIDA Y ESPERANZA DE LA SOCIEDAD

1. “El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente”. Esta afirmación de Juan Pablo II al inicio de su pontificado expresa la condición humana, algo que toda persona experimenta. Todo hombre necesita el amor para reconocer la dignidad propia y de los otros y para encontrar un sentido valioso a su vida. Es el amor que le pueden ofrecer, en primer lugar, sus padres, su familia y, después, tantas otras personas. Y también la sociedad.

Efectivamente, la vida de las personas está decisivamente condicionada por la cultura de la sociedad en que vive. Cuando el amor por la verdad y el bien del hombre no impregna la cultura de las relaciones sociales y de la administración pública, el puesto central de la persona es sustituido por bienes menores, como los intereses económicos, de poder o de bienestar meramente material.

El hombre no puede vivir sin amor

2. Pero hay una forma de amor que aparece mucho más ligada a la realización de la persona, al logro de una vida plena, porque expresa relaciones que constituyen a la persona como tal: es el amor de los padres a los hijos (que está en el origen de cada persona, que viene a la existencia como hijo), y el amor del hombre y la mujer (pues la dimensión esponsal es también constitutiva de la persona).

La felicidad de las personas guarda una relación intrínseca con ese amor familiar. Por ello, muchos de los sufrimientos que marcan la vida de tantos hombres y mujeres hoy tienen que ver con expectativas frustradas en el ámbito del matrimonio y la familia. Y es que a la persona no le basta cualquier amor: necesita un amor verdadero, es decir, un amor que corresponda a la verdad del ser y de la vocación del hombre.

Amor en la familia y en la sociedad

Los cristianos sabemos que sólo en el misterio de Cristo se revela y se cumple en plenitud el misterio de la vida humana en todas sus dimensiones; sólo en el Hijo amado puede cada ser humano encontrar el amor del Padre eterno que sacia los anhelos más profundos de todos los corazones. Ese amor infinito llena de sentido la vida familiar y la convivencia social.

“Yo he venido para que tengan vida” (Jn 10,10)

Misión de la Iglesia: la evangelización

3. La predicación del Evangelio es la primera misión que Cristo encomienda a los apóstoles y a sus sucesores, los obispos, quienes tenemos el deber de llevarla a cabo en toda su integridad. Nuestra primera tarea es anunciar a Jesucristo, el Salvador de todo hombre, el camino, la verdad y la vida (cfr. Jn 14,6). En comunión pastoral con el sucesor de Pedro queremos seguir su invitación para adentrarnos en la contemplación del rostro de Cristo -en quien resplandece el hombre nuevo- y secundar dócilmente su envío misionero: ¡echad de nuevo las redes!.

Esta es la tarea que los Obispos encomiendan a la familia hoy: vivir el auténtico amor cristiano, que es todo lo contrario al egoísmo y a la prepotencia. En la familia este amor se traduce en servicio y esfuerzo por hacer la vida feliz a los demás. Y nos recuerdan que la familia es la primera comunidad evangelizadora. Ella ha de recibir el mensaje evangélico, y ella lo ha de trasmitir a todos sus miembros, y las personas de su entorno. La familia cristiana se ha de tomar en serio la defensa de la vida humana, y la atención al espíritu. Una familia es una comunidad de vida y amor, y si esto es una realidad su propio espíritu se contagia necesariamente a los demás. La familia es el ecosistema humano en donde el hombre nace, crece y se desarrolla como persona. Ella es patrimonio de la humanidad, y como tal debemos cuidarla y defenderla.
Que la Sagrada Familia sea modelo y ayuda para nuestras familias cristianas.

ORACION DE CONSAGRACIÓN DE NUESTRAS FAMILIAS A LA FAMILIA DE NAZARET

Padre Celestial, que has preparado el hogar de José y María para la llegada de tu Hijo, Jesucristo,
nosotros (decir los nombres de todos los miembros de la familia) N..., N....., N....
queremos consagrar nuestra familia a la Sagrada Familia de Nazareth.
Queremos que en nuestro hogar nos empeñemos en realizar el plan que has trazado para nuestras vidas.
Danos la gracia de esforzarnos en practicar en nuestra vida diaria los valores y las virtudes que son necesarios para hacer que:
- el amor venza nuestra tendencia al egoísmo;
- la cooperación y la solidaridad venzan nuestra tendencia a competir entre nosotros.
Concédenos que nos esforcemos en ser responsables en el trabajo, en el estudio, en el cumplimiento de nuestros deberes como personas y como familia.
Queremos que, según el ejemplo de Jesús, de María y de José, tengamos en cuenta lo que Tú quieres de nosotros, al tomar nuestras decisiones.
Te rogamos que tengamos siempre la lucidez del espíritu y la generosidad del corazón para emplear nuestras capacidades y nuestros bienes materiales de acuerdo con tu santa Voluntad.
Inspíranos para aprender a establecer las justas prioridades en el manejo de ese precioso don tuyo que es el tiempo. Y ante todo, que seamos más sensibles a las necesidades y a los sentimientos de las personas que queremos.
Padre Celestial, haz que nosotros vivamos siempre esta consagración esmerándonos en cultivar la paz, la confianza, la alegría y la comprensión entre nosotros los miembros de esta familia y con las demás personas, comenzando por las más cercanas.
Te rogamos que nos protejas y protejas también a las personas que amamos, de todos los males que puedan provenir de nosotros mismos, del mundo materialista que nos rodea y del espíritu maligno.
Haz que seamos más receptivos a la acción del Espíritu Santo y a la inspiración de la Santa Familia de Nazareth. Amén.

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