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sábado, 24 de diciembre de 2011

MIS MEJORES NAVIDADES

Actualizado 24 diciembre 2011

Las Navidades encierran un Misterio tan sublime que a todos nos toca el corazón, más o menos, según las circunstancias. No son una fiesta cualquiera. Por mucho que se empeñen los laicistas de turno. Al menos tienen la virtualidad de reunirnos en familia y ablandar un poco el corazón. Pero el Misterio de la Navidad, el secreto si queremos llamarlo así, es que tiene un alma que se filtra por las rendijas de nuestra persona y nos predispone a la paz. Pero digámoslo, el secreto de la Navidad, el Misterio de estos días, se llama Jesucristo. Sin El no hay Navidad.


No podemos remediar que en estos días haga acto de presencia la nostalgia. El Papa Benedicto XVI la llama más bien la memoria del corazón. Y es bueno darle rienda suelta a los gratos recuerdos. De ellos dependen que podamos mirar al futuro con esperanza. Yo invitaría a cada lector a que se recoja en unos momentos de silencio y piense en sus Navidades más bonitas. Yo lo voy a hacer así.







Mis mejores Navidades han sido varias. Por su puesto las de mi infancia junto a mi familia. Con el sencillo Belén montado en el cuarto de estar. Con la alegría que acompaña a la inocencia, y la ilusión de contemplar un paisaje insólito, que hacía, y hace, acto de presencia por estas fechas. El Niño Jesús, las figuritas ingenuas de barro cocido, el río de papel de plata, la nieve de algodón, los villancicos, el agilando callejero de los pueblos y barrios… La Misa de Gallo, las felicitaciones, los dulces caseros… Todo un espectáculo que se vivía, y se vive, cuando nos empeñamos en hacer la vida agradable a los demás, y sonreímos al ver a Jesús hecho un Niño simpático.

También fueron unas Navidades singulares las primeras que pasé lejos de mi hogar familiar en el primer año de mi sacerdocio. Era la primera vez que estaba lejos de mis padres y del ambiente tradicional. Pero precisamente por eso las viví con más intensidad. Diríamos que con más autenticidad. Me vi arropado por la buena gente que te hace un hueco entre los suyos, y te demuestra que te quiere


Unas Navidades muy especiales las viví siendo capellán de la Clínica Universitaria en Pamplona. Entre enfermos y personal sanitario. Me di cuenta como agradecen las personas que sufren lejos de sus hogares un rato de compañía, un detalle, unas palabras de consuelo. Estaba muy lejos de mi tierra, pero me sentía feliz viviendo esa obra de misericordia que es acompañar al que sufre, y compartir con ellos el gozo de una noche que, necesariamente, era buena porque el Señor estaba por medio.

Y año tras año he compartido la Navidad con mis feligreses de distintas parroquias. La Misa de media noche tiene mucho de ternura. Y la Misa de Navidad es la más familiar del año. Y uno siente un poco de pena al contemplar a tantos que no saben todavía lo que es la Navidad, y se conforman con las chucherías que ofrece la fiebre del consumo. Son Navidades vacías, sin alma.

Pero no nos pongamos tristes, porque Jesús nació para todos, y a todos nos ofrece su amistad y su alegría. Algo pillará cada uno. Demos gracias a Dios porque un día, tal vez lejano, nos enseñaron a vivir la fe con seriedad y con ternura y, con nuestras miserias y tonterías, intentamos no olvidar la lección aprendida. Las Navidades deben ser siempre buenas, y que dejen un poso de paz en el alma, capaz de contagiar a los hombres de buena voluntad. Yo este año viviré la Noche Buena con un grupo de sacerdotes que, como yo, están lejos de sus parientes, pero que nos sentimos verdaderamente hermanos. Y el Señor estará contento entre nosotros.





Seguro que los lectores podrían contarnos cuales fueron sus mejores Navidades. Yo les animo a que las redacten y me las manden a mi correo electrónico. Me comprometo a publicarlas en este blog para que podamos compartir eso que le dicta la memoria de su corazón. Os espero.

Mientras tanto, Feliz Navidad a toda la familia de Religión en Libertad.



Juan García Inza

juan.garciainza@gmail


Una canción navideña y una película:


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