ctualizado 2 febrero 2012
Cada mes tengo la oportunidad de atender con un equipo a una media de cuarenta parejas que vienen al cursillo prematrimonial. Es una necesidad realmente urgente orientar a los novios, debido al deterioro que está sufriendo el matrimonio y la familia.
Hay que ser muy comprensivos con los jóvenes que quieren contraer matrimonio por la Iglesia, ya que están sometidos, desde hace tiempo, a todo un bombardeo ideológico con cargas de profundidad que afectan a los mismos cimientos de la concepción del matrimonio como institución humana y cristiana. En definitiva como proyecto de Dios para la constitución de la sociedad humana.
Para comprender la situación hay que conocer un poco todo lo que hay detrás de esta revolución ideológica.
Se está librando lo que se ha venido en llamar “guerra civil occidental” (F.J. Contreras, “Nueva izquierda y cristianismo” , Editorial “Encuentro”, pág. 23). Por un lado está el llamado choque de civilizaciones (oriente contra occidente). Pero lo realmente nuevo es la “guerra” que libra occidente contra sí mismo. Esto debilita a occidente, y es aprovechado especialmente por las corrientes islámicas. Occidente ha dejado de creer en sí mismo, y se hace vulnerable. A más secularización y relativismo, más influencia de los credos fuertes, intransigentes, como lo es el Islam.
Como bien dice el autor citado, los integristas islámicos no odian a occidente por ser cristiano, sino por ser ya postcristiano. Benedicto XVI: “Si se llega a un en enfrentamiento de culturas, no será por un choque entre grandes religiones..., sino por el conflicto entre esa emancipación radical del hombre (eliminación de referencias trascendentales) y las grandes culturas históricas”.
Una paradoja: En el mundo están en alza las religiones, mientras Europa está cada vez más secularizada. Europa, en el terreno religioso e ideológico, se aísla del resto del mundo. Europa ya no es lo que fue: exportadora de los grandes valores religiosos en el mundo. Jean Sévillia (citado por F.J. Contreras en “Nueva izquierda y cristianismo”), llega a afirmar: “¿Qué modelo ofrecemos a los jóvenes (musulmanes) inmigrantes? ¿Cómo puede inspirar respeto una nación que ya no se ama así misma, que ya no tiene niños? Si Francia y Occidente no presentaran el espectáculo de una sociedad cuyas referencias colectivas se disuelven y en la que lo espiritual parece ausente, tendríamos menos motivos para temer a una Islam expansivo” (Pág. 25).
La izquierda postmoderna, la llamada progresía (del color que sea), es calificada por este autor como “sesentayochista”. Es decir, lo que pretende no es ya la lucha de clases, o defensa del obrero, sino el implantar la revolución sexual que supuso el mayo del 68. Su programa gira en torno a temas como: el aborto, la eutanasia, la ingeniería genética, la permisividad sexual, el divorcio exprés, matrimonio gay, vientres de alquiler, droga... y el papel de la religión en la vida pública.
Como bien dice F.J. Contreras, Hay una aversión, una guerra declarada, contra la Iglesia Católica porque es la única que se mantiene firme en la defensa de los valores trascendentes que dimanan de la concepción cristiana del ser humano. La Iglesia es la enemiga a batir.
Para el pensamiento débil la Iglesia es su rival, diga lo que diga y haga lo que haga. No soportan la fortaleza de la verdad. Lo que defienden es la libertad sin límites éticos, el relativismo moral. Ellos afirman que la libertad nos hará verdaderos. ¿Nos suena esta expresión?
El postmodernismo ha dinamitado la cultura occidental basada en el cristianismo, a derrumbado el edificio para construir otro en su lugar, fuertemente anclado en principios débiles pero atractivos para el hombre, ya que actúan con la complicidad de las pasiones dominantes en una naturaleza herida por el pecado. Lo importante para ellos es que el hombre no piense, otros pensarán por él. Que se dejen llevar sin mirar más hacia arriba. Hay que vivir la vida sin tabúes ni fundamentalismo. “Carpe diem”, aprovecha el momento presente. No pienses. Actúa a tu aire. Tu dios eres tú. En definitiva es seguir la máxima de Nietzsche: Yo soy el sucesor de un Dios que ha muerto. Es decir, mi dios soy yo mismo.
Hay una lucha entre conservadores y progresista. Entre fieles a unos principios inamovibles, y una revolución basada en la visión materialista del hombre.
Pero los llamados progres tienen prácticamente copados todos los medios de comunicación. Observamos al día de hoy que en España siguen los mismos directivos de la televisión pública, con los mismos programas, muchos de ellos en la línea que venimos criticando. Y no digamos nada en otras televisiones de gran audiencia. Obstinados en la misma línea “revolucionaria” y anti-Iglesia que han llevado siempre. Es decir, la intoxicación continúa sin tapujos. A tiempo y a destiempo. Con una fijación enfermiza en los manidos y trasnochados temas de siempre. Y la audiencia se lo traga todo como “dogma de fe”, porque “lo ha dicho la tele”.
(Continuaremos en el siguiente post.)
Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com
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