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sábado, 25 de abril de 2009

DOMINGO 3º DE PASCUA



QUE ARDA NUESTRO CORAZÓN


En el versículo evangélico del Aleluya hemos dicho: “Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas”. Es decirle al Señor que nos ocurra lo mismo que a los discípulos de Emaús, que pasaron de la frialdad y el desánimo de la retirada a su pueblo, al ardor y el entusiasmo cuando se van corriendo a comunicar a los demás discípulos que han visto al Señor Resucitado, que les ha hablado por el camino, y que les ha repartido el pan.

Nos puede ocurrir a nosotros que, debido a que no siempre vemos resultados positivos en nuestros proyectos y deseos, nos entre el frío de la desilusión, de la rabia, de la impotencia. Y cuando esto ocurre damos media vuelta y desertamos de nuestros deberes, o hacemos las cosas por pura obligación, pero sin alegría, sin fe, sin entusiasmo.

Viene bien pensar en esta posibilidad real, en estos momentos en que la sociedad está tan fría, el mundo político tan mal orientado, los nervios tan tensos, la actitud tan pasota o abiertamente en contra de Dios y de la Iglesia. Y a veces pensamos que no hay nada que hacer, que cada uno va a lo suyo, que para qué esforzarse si los demás no te hacen caso. Y es fácil arrinconarse en nuestra vida personal, meternos en el agujero del desaliento y conformarnos con lamentarnos y criticar.

Pero esa no es la actitud de un cristiano serio. La Iglesia está en nuestras manos. El bien del mundo, y de cada persona, depende en gran medida de nosotros, ayudados por la Gracia de Dios. Y si la situación está difícil, y el viento viene en contra, hay que luchar en todos los terrenos. Los cristianos deben asumir su responsabilidad social, política, familiar, económica. Jamás la Iglesia se ha rendido ante el enemigo, aunque le haya costado el sufrimiento, y hasta el martirio. Pero para eso hace falta mucha fe, mucho amor de Dios y mucho amor al mundo.

Nuestro corazón debe arder con la Palabra de Dios, y prender fuego a este mundo convertido en témpano de hielo, insensible ante el mal y el sufrimiento, descaradamente en contra de Dios y de su criatura preferida, el hombre. Decía hace unos días en la prensa la conversa Alexandra Romana, de familia noble de Italia, que “Nuestra religión no es una filosofía, no es una ideología. Es un encuentro de amor… Yo uso mi persona, mi nombre, mi talento para escribir y mi personalidad para hablar de alguien más importante que yo, Jesús… Para seguir este camino, para estar cerca de la religión, rezo. Con la oración se puede cambiar el mundo…La gran dificultad es comprender que sin Dios no podemos hacer nada”.

Hoy el mundo necesita testigos valientes que hablen con su vida, con su ejemplo, con su entrega, y con su palabra. No busquemos excusas diciendo que la gente no quiere saber nada. Todos necesitan a Dios, pero no lo saben, o no lo encuentran. Hay que darlo a conocer, hay que ofrecerlo. Y cuando Dios esté más presente entre nosotros la sociedad necesariamente tiene que cambiar. El Señor Nos dice: “¿Por qué os alarmáis, por qué surgen dudas en vuestro interior…Daos cuenta que soy Yo”.

Pienso que estamos en tiempo apasionantes, porque nos están haciendo despertar, y estamos tomando conciencia de que Cristo está vivo, y que al mundo no lo podemos dejar morir. La familia nos necesita, los jóvenes nos necesitan, los niños nos necesitan, y el mundo de la cultura, y de la economía, y de la política. La Iglesia nos necesita, España nos necesita, y no podemos quedarnos con los brazos cruzados, y con las manos en los bolsillos guardando bien nuestro bienestar y nuestro dinero, mientras el peso del esfuerzo está cayendo en unos pocos. Nuestra fe necesita tiempo y dinero para convertirse en obras. Si no es así es una fe muerta. Hay medios materiales para todo, pero a la Iglesia, y a las obras sociales que emprende y dirige, se le escatima todo. No se puede pedir dinero para la Iglesia, porque no te dan. Hay que pedir para ocio, ecologismo y algunas obras culturales. Como si la Iglesia no estuviese involucrada en todo todas esas actividades. ¿Habrá que crear en cada parroquia un equipo de fútbol, o un club ciclista para que te den una ayuda? Parece que lo espiritual no es rentable. Nos falta ardor en el corazón para compartir lo que tenemos, y hacer el bien entre todos.



Juan García Inza

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