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sábado, 2 de mayo de 2009

DOMINGO 4º DE PASCUA



Yo soy el Buen Pastor

Este es el clásico domingo del Buen Pastor. Aunque ahora se ven pocos pastores con sus ovejas, porque el cemento y los ladrillos no nos dejan ver el campo, sigue vigente esta figura tan simpática, y tan sacrificada y esclava de su trabajo, como es el pastor responsable de sus ovejas. Jesús quiso tomar como modelo de sí mismo a este trabajador singular tan frecuente en su tierra. ¿Por qué? Por que los rasgos mesiánicos del buen pastor son. Conocer y amar a cada una de sus ovejas; llevarlas por los mejores pastos, buscar a la descarriada y esperar a la perdida, curar a la herida y fortalecer a la enferma.
Somos ovejas de un rebaño singular llamado Iglesia. El Buen Pastor visible, que hace las veces de Jesús es el Papa. Y en nuestra Diócesis el Obispo. Los sacerdotes somos colaboradores de los Obispos en la tarea de servir a las almas. Por desgracia también se cuelan lobos entre el rebaño, y hacen estragos. Son los enemigos de la Verdad, de la vida recta, del buen hacer, del mismo Dios, de la verdadera Iglesia. Y lo peor es que hay muchos que se dejan llevar mejor por el lobo que por el pastor. A este, en no pocas ocasiones, se le considera un intruso, un enemigo de la vida placentera, un trasnochado, un personaje pasado de moda…Casi siempre ha estado bien visto ser anticlerical. Se respeta al responsable de cualquier religión: imán, pastor protestante, monje budista, un rabino, etc. Pero a un sacerdote a veces ni siquiera se le mira, o se le ve con malos ojos, y se le maltrata con comentarios ineducados o críticas mordaces. Especialmente los españoles somos los que peor tratamos a los sacerdotes. Se ve normal que un nazareno desfile con su túnica de colores, y su caperuza, pero no se soporta, muchas veces, a un sacerdote vestido como debe. Se ve bien la bata blanca del sanitario o médico, o el mono del obrero, pero no se tolera los signos externos del sacerdote que lo identifican como tal. Somos así de incongruentes, de poco educados, de ingratos…Seguramente es que esos signos externos son un aldabonazo a nuestra conciencia. Pero a pesar de todo, estamos cada uno en nuestro sitio, todos los días de la semana al servicio de las almas, de las ovejas.
En una Homilía decía S.S. Juan Pablo II en el IV domingo de Pascua, 3 de mayo de 1998
“¡El buen pastor! Esta figura bíblica nace de la observación y la experiencia. Durante mucho tiempo, Israel fue un pueblo de pastores y los textos del Antiguo Testamento confirman la tradición de la época de los patriarcas y de las generaciones sucesivas. El pastor que cuida atentamente el rebaño y lo conduce a fértiles praderas, se ha convertido en la imagen del hombre que guía y está al frente de una nación, siempre solícito de lo que le atañe. Así se representa al pastor de Israel en el Antiguo Testamento.
En su predicación, Jesús recurre a esa imagen, pero introduce un elemento del todo nuevo: pastor es el que da la vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11-18). Atribuye esta característica al pastor bueno, distinguiéndolo de quien, por el contrario, es un asalariado y, por tanto, no se preocupa por vida por su rebaño. El Padre lo mandó al mundo no sólo para que fuera el pastor de Israel, sino su rebaño. Más aún, se presenta a sí mismo como el prototipo del buen pastor, capaz de dar la también de la humanidad entera.
De modo especial en la Eucaristía se hace presente sacramentalmente la obra del buen Pastor, que, después de haber predicado la «buena nueva» del Reino, ofreció en sacrificio su vida por las ovejas. En efecto, la Eucaristía es el sacramento de la muerte y resurrección del Señor, de su supremo acto redentor. Es el sacramento en el que el buen Pastor hace presente constantemente su amor oblativo por todos los hombres.

Es un día hoy para que valoremos la tarea tan necesaria e insustituible del sacerdote, y para que roguéis por nosotros para que seamos buenos pastores.

Juan García Inza

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