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domingo, 28 de marzo de 2010

Domingo de Ramos


Entre palmas y olivos


Comenzamos la Semana Santa con esta alegre procesión de los Ramos y las Palmas. Es una celebración de contrates: por un lado el canto de bienvenida al Señor que entra en Jerusalén, y en nuestras comunidades, y por otro la lectura seria de la Pasión en la Liturgia de la Palabra en la Eucaristía.

Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes. La multitud parecía contenta, y dispuesta a todo lo que el Señor dijera.

Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte. Esta es la ley de la masa: se deja llevar por la corriente del momento. La masa despersonaliza. Mientras la masa no se convierta en comunidad no se puede uno fiar de ella.

Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.

¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?

Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Gritamos como aquellos “que viva Cristo, que viva rey de cielos y tierra...”, pero convencidos, de corazón. Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Pero de verdad. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Pero sinceramente. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida. Pero de corazón.

Al terminar la Misa, nos llevamos los ramos de olivo bendecido a nuestro hogar. Colócalo en un sitio destacado. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestro ramo o palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.

Oración para poner las palmas, o ramos, benditos en el hogar:

Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.

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