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sábado, 14 de agosto de 2010

La Asunción de la Virgen a los Cielos


La alegría de la Virgen



La Virgen Maria tuvo muchos motivos para estar contenta. A pesar de la responsabilidad de su misión, de las incomprensiones que le iba a acarrear, ella fue feliz. Los imagineros de todos los tiempos se han inclinado a resaltar en su rostro el dolor y las lágrimas. Y por supuesto que sufrió. Pero nos resulta un tanto extraño imaginarla amargada. Pienso que la Virgen María nunca estuvo amargada, y menos desesperada. Sufrió con paz, y se alegró profundamente por los detalles de amor y confianza que el Señor tuvo con ella. Como la mejor de las madres gozaba y sonreía al tener a Jesús niño entre los brazos. Se alegró mucho al disfrutar del Jesús adolescente, joven y adulto durante el tiempo que vivió con ella y José. Se alegraba igualmente cuando le escuchaba y le veía hacer obras de caridad para con los hombres, y en especial con los necesitados.

Las fiestas de María son siempre alegres, aunque la veamos dolorosa durante la Pasión. Ahora, en pleno verano, cuando el sol más calienta, celebramos la gran Fiesta de María, SU ASUNCIÓN EN CUERPO Y ALMA A LOS CIELOS. Es como un soplo refrescante el contemplar a María sonriendo ir al encuentro de su Hijo en el reino de los Cielos. Lo que ella más quiere, junto al Padre y al Espíritu Santo. Yo me la imagino así al llegar al Cielo. Como una Madre que hace tiempo que no abrazaba a su hijo y lo ve venir corriendo hacia sus brazos, y lo acoge con alegría, y lo estrecha junto a su corazón. La Asunción es el premio que Dios ofreció a María al terminar sus días en la tierra. Es el regalo de la Santísima Trinidad a la mejor de las mujeres, que quiso colaborar con un FIAT valiente en los planes de Dios. Es el alivio eterno a tantos sufrimientos que supuso su fiel maternidad, la más difícil de la historia humana. Y con su cuerpo glorificado la Virgen entra humildemente en el cielo, y ruborizada por el canto delicado y bellísimo de millones de voces, ángeles y santos, se le escapa una sonrisa. Ella es feliz con Jesús en sus brazos. Pequeño, como a ella siempre le ha gustado porque así podía jugar y disfrutar más con El. María se lo había entregado al Padre adulto y ensangrentado, y el Padre se lo devuelve niño limpio, sonrosado y simpático. ¡Qué estampa más bella y aleccionadora para las mujeres de hoy! Dios os ofrece la Vida, porque sois las únicas que podéis darla a luz. Vosotras, con el agradecimiento de todos, tenéis que abrir los brazos y acogerla con una sonrisa. ¡Qué espectáculo más bello el de una madre que abraza con amor a su hijo y lo ofrece sonriendo al mundo! También las madres, biológicas o espirituales, entrarán al Cielo por la puerta grande. ¡FELICIDADES MARIA. FELICIDADES MADRES! ¡EL CIELO ES VUESTRO!





Juan García Inza

juangainza@ono.com

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