Este Blog pretende ser un instrumento al servicio de la Parroquia, para información y formación de los visitantes
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sábado, 30 de abril de 2011
DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
Cada Domingo posterior al Domingo de la Resurrección del Señor conmemoramos la Fiesta de la Divina Misericordia. Es una Fiesta nueva en la Iglesia, que tiene la particularidad de haber sido solicitada por el mismo Jesucristo a través de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca del siglo XX, quien murió en 1938 a los 33 años de edad.
Sor Faustina fue canonizada por el Papa Juan Pablo II, precisamente en la Fiesta de la Divina Misericordia del año 2000. Nos dijo el Papa que esta paisana suya, Sor Faustina, recibió gracias místicas especialísimas a través de la oración contemplativa, para comunicar al mundo el conmovedor misterio de la Divina Misericorida del Señor. “Dios habló a nosotros a través de Sor Faustina Kowalska ... invitándonos al abandono total en El”, nos dijo el Papa.
Veamos qué cosas nos dice Dios a través de Sor Faustina.
En el Antiguo Testamento le enviaba a mi pueblo los profetas con truenos. Hoy te envío a toda la humanidad con mi Misericordia. No quiero castigar a la humanidad llena de dolor, sino sanarla estrechándola contra mi Corazón misericordioso.
Habla al mundo de mi Misericordia, para que toda la humanidad conozca la infinita Misericordia mía. Es la señal de los últimos tiempos. Después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo ... Antes de venir como Juez justo, abro de par en par las puertas de mi Misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de mi Misericordia, deberá pasar por la puerta de mi Justicia.
Dios posee todos sus atributos o cualidades en forma infinita. Así es, infinitamente Misericordioso, pero también infinitamente Justo. Su Justicia y su Misericordia van a la par.
Pero a través de esta Santa de nuestro tiempo nos hace saber que por los momentos, para nosotros, tiene detenida su Justicia para dar paso a su Misericordia. No nos castiga como merecemos por nuestros pecados, ni castiga al mundo como merecen los pecados del mundo, sino que nos ofrece el abismo inmenso de su Misericordia infinita. Pero si no nos abrimos a su Misericordia, tendremos que atenernos a su Justicia. ¡Graves palabras del Señor! Por lo demás, coinciden con su Palabra contenida en el Evangelio ... Y llegará el momento de su Justicia ... Llegará ...
Hoy en el Evangelio (Jn. 20, 19-31) hemos leído el momento y las palabras con que Jesucristo instituyó el Sacramento de la Confesión, del Perdón. Es el Sacramento de su Misericordia. Pero veamos también qué nos ha dicho el Señor sobre la Confesión a través de Santa Faustina:
Cuando vayas a confesar debes saber que Yo mismo te espero en el Confesionario, sólo que estoy oculto en el Sacerdote. Pero Yo mismo actúo en el alma. Aquí la miseria del alma se encuentra con Dios de la Misericordia.
Llama a la Confesión Tribunal de la Misericordia. ¡Qué nombre tan apropiado! Porque es así: un tribunal al que vamos invitados (no obligados) y donde siempre salimos absueltos (no nos culpan, ni nos condenan). Insólito: nos convocan para absolvernos de nuestra falta. La sentencia es siempre el perdón. Es un tribunal que nos absuelve aunque seamos culpables.
¡Cómo es que tanta gente deja de aprovechar las gracias que Jesús nos reparte en su Tribunal de Misericordia!
Y para acogerse a El no nos pide grandes cosas: sólo basta acercarse con fe a los pies de mi representante (el Sacerdote) y confesarle con fe su miseria ... Aunque el alma fuera como un cadáver descomponiéndose (es decir, muerta y descompuesta por el pecado) y que pareciera estuviese todo ya perdido, para Dios no es así.
¡Oh! ¡Cuán infelices son los que no se aprovechan de este milagro de la Divina Misericordia! Porque si no aprovechamos la Misericordia ahora, tenemos que atenernos a la Justicia después. Esa son nuestras opciones.
En el Evangelio de hoy también hemos visto cuán importante es la Fe. “Bienaventurados los que, sin ver, creen”, dijo Jesucristo a Santo Tomás Apóstol, quien no quería creer que Cristo había resucitado, porque no lo había visto. La Fe es la virtud sobre la cual se funda la Esperanza. De la Fe brota la confianza y ésta nos lleva a la Esperanza. La confianza es esencial para poder aprovecharnos de las gracias de la Misericordia de Dios.
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