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sábado, 16 de abril de 2011

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR






Las dos Semanas Santas


Comenzamos hoy la Semana Santa. Pero ¿hay en realidad dos Semanas Santas? No debería haberlas, pero a veces da la impresión que no evitamos que las haya: una en la calle y otra en los templos. Una la de las procesiones y otra la de la litúrgica. La que se celebra en la calle debería ser un complemento catequético y popular de la que se celebra con toda solemnidad en los lugares sagrados de nuestros templos y capillas. Yo diría más: si no se celebra litúrgicamente la Semana Santa, todo lo demás pierde sentido religioso, y se queda en un puro exhibicionismo artístico, cultural, y hasta puede que folclórico. Hay mucha gente que, seguramente sin mala voluntad, se divierte a costa de la Semana Santa, de los desfiles pasionarios, perdiendo estos el fin para el que nacieron. Otros, dolorosamente, lo hacen con plena advertencia y consentimiento. Así ocurrió también en la Pasión histórica de Jesús.
La Semana Santa debe ser una sola, y no utilizar nunca la imagen de Cristo, el drama de la Pasión para pasar un buen rato, sino para contemplar y agradecer la misericordia divina para con nosotros. No es nada fácil tal y como está hoy el ambiente, pero los cristianos debemos intentar que no nos roben nuestros tesoros más sagrados para secularizar unas tradiciones que nacieron para Gloria de Dios, y ayudarnos a vivir los grandes misterios que celebramos estos días.
Considero que es una buena oportunidad para reflexionar sobre el Domingo de Ramos, el volver a escuchar algunas de las profundas ideas que el tan querido Juan Pablo II nos decía hace pocos años:

1. Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor".
Así canta la antífona litúrgica que acompaña la solemne procesión con ramos de olivo y de palma en este domingo, llamado precisamente de Ramos y de la Pasión del Señor. Hemos revivido lo que sucedió aquel día: en medio de la multitud llena de alegría en torno a Jesús, que montado en un pollino entraba en Jerusalén, había muchísimos niños. Algunos fariseos querían que Jesús los hiciera callar, pero él respondió que si ellos callaban, gritarían las piedras (cf. Lc 19, 3…)
2. La cruz es el centro de esta liturgia… Quien cree en Jesús crucificado y resucitado lleva la cruz en triunfo, como prueba indudable de que Dios es amor. Con la entrega total de sí, precisamente con la cruz, nuestro Salvador venció definitivamente el pecado y la muerte. Por eso aclamamos con júbilo: "Gloria y alabanza a ti, oh Cristo, porque con tu cruz has redimido al mundo".
3. "Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el nombre que está sobre todo nombre"…Estas palabras expresan nuestra fe: la fe de la Iglesia.
Pero la fe en Cristo jamás se da por descontada. La lectura de su Pasión nos sitúa ante Cristo, vivo en la Iglesia. El misterio pascual, que reviviremos durante los días de la Semana santa, es siempre actual. Nosotros somos hoy los contemporáneos del Señor y, como la gente de Jerusalén, como los discípulos y las mujeres, estamos llamados a decidir si estamos con él o escapamos o somos simples espectadores de su muerte.
Todos los años, durante la Semana santa, se renueva la gran escena en la que se decide el drama definitivo, no sólo para una generación, sino para toda la humanidad y para cada persona.
4. La narración de la Pasión pone de relieve la fidelidad de Cristo, en contraste con la infidelidad humana. En la hora de la prueba, mientras todos, también los discípulos, incluido Pedro, abandonan a Jesús (cf. Mt 26, 56), él permanece fiel, dispuesto a derramar su sangre para cumplir la misión que le confió el Padre. Junto a él permanece María, silenciosa y sufriente.
Aprended de Jesús y de su Madre, que es también nuestra madre. La verdadera fuerza del hombre se ve en la fidelidad con la que es capaz de dar testimonio de la verdad, resistiendo a lisonjas y amenazas, a incomprensiones y chantajes, e incluso a la persecución dura y cruel. Por este camino nuestro Redentor nos llama para que lo sigamos.
Sólo si estáis dispuestos a hacerlo, llegaréis a ser lo que Jesús espera de vosotros, es decir, "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mt 5, 13-14
5. La liturgia nos invita a subir hacia Jerusalén con Jesús aclamado por los muchachos hebreos. Dentro de poco "padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día" (Lc 24, 46). San Pablo nos ha recordado que Jesús "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Flp 2, 7) para obtenernos la gracia de la filiación divina. De aquí brota el verdadero manantial de la paz y de la alegría para cada uno de nosotros. Aquí está el secreto de la alegría pascual, que nace del dolor de la Pasión… ¡Dichosos vosotros si estáis dispuestos a testimoniar, en cualquier circunstancia, que verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios! (cf. Mt 27, 39).
Que os guíe y acompañe María, Madre del Verbo encarnado, dispuesta a interceder por todo hombre que viene a esta tierra”.
Con estas palabras de Juan Pablo II, nos animamos a vivir en serio la Semana Santa verdadera, orando, adorando, pidiendo perdón, y agradeciendo al Señor el gran amor que nos tiene, que llevó hasta dar la vida por nosotros.
Juan García Inza

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