Preparar un camino al señor
Este es el mensaje central de todo el Adviento: tenemos que preparar el camino del Señor, el paso de Dios junto a nosotros. Adviento significa advenimiento, llegada. Jesús está cerca y no podemos cruzarnos de brazos sin que nos importe su llegada, su presencia. Juan el Bautista se lanzó por los caminos de Palestina predicando la conversión, la penitencia, la vuelta a Dios que se acerca. Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.
El Señor espera nuestra colaboración. Y el mejor modo de corresponder al don de Dios es sentir la necesidad de ese don. Bienaventurados los pobres de espíritu, los que no se consideran satisfechos y hartos. Bienaventurados aquellos que tienen hambre de gracia y perdón, aquellos que esperan con inquietud y alegría a Dios que pasa dando. ¡Que necio eres si crees que ya lo tienes todo! ¡Qué pena si vuelves la espalda, o te sientas tranquilamente a esperar que te traigan los frutos a tus pies!
Este es el drama del cristiano frívolo y tibio, el oponer una increíble resistencia a la obra que Dios quiere hacer en su vida. Este es nuestro pecado: el habernos endurecido de tal modo que ya no nos llama nada la atención, y todo nos parece un cuento infantil.
Pero, recuerda lo que dice el Bautista: Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. ¡No seas sarmiento seco, higuera estéril, rama infecunda! Aprovecha el tiempo de gracia del Adviento para volver el rostro a Dios que nos trae el perdón y la vida del alma.
“Considera lo más hermoso y grande de la tierra…, lo que place al entendimiento y a las otras potencias…, y lo que es recreo de la carne y de los sentidos…
Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero. Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfechas…, nada vale, es nada y menos que nada, al lado de ¡este Dios mío! -¡tuyo!-, tesoro infinito, margarita preciosísima, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el portal donde quiso nacer, en el taller de José, en la Pasión y en la muerte ignominiosa… y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía” (J. Escrivá, Camino, n. 432).
Sigue ese mandato que nos hace hoy Juan el Bautista: prepara el camino del Señor, para que el pueda llegar a ti con el don divino de la Redención, que es para ti y para mí. Echa a un lado todo aquello que en tu vida pueda obstaculizar el paso amoroso de Jesús. Y haz posible con tu estilo de vida que el Señor pueda llegar a otros muchos.
Juan García Inza
juangainza@ono.com
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