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sábado, 16 de octubre de 2010

DOMINGO 29 DEL T.O. CICLO C


Orar siempre



La palabra de Dios de este domingo nos habla de oración. Se ha dicho que la oración es el poder del hombre y la debilidad de Dios. Jesucristo nos enseña con el ejemplo y la palabra a orar. El todos los dias se ponía en contacto con el Padre Dios mediante la oración: por la mañana temprano, por la noche, a cualquier hora. Dios no tiene reloj, y nos espera en cualquier momento.

La calidad de un cristiano se mide por el tiempo que le dicha a la oración. Sin oración no es posible vivir y desarrollar la fe.

Orar es hablar con Dios, y para ello es necesario que creer de verdad en Él, y estar convencidos de que nos ama y nos espera. “El Maestro está ahí y te espera”, le dicen a María la hermana de Lázaro. "Sin fe es imposible agradar a Dios ..." (Hebreos 11:6)



Nuestra Fe es probada cuando hablamos con Dios, porque, estamos dirigiéndonos a alguien a quien nuestros ojos físicos no ven. Es una locura para el que no cree, pero para el que tiene fe es una necesidad y un gozo.

A Dios no lo vemos, pero sentimos su presencia. El si que nos ve y nos espera cada día. No acudir a la oración es negar al Señor el gusto que tiene en pasar un rato con nosotros, y a nosotros privarnos de una necesidad espiritual.



Nuestra oración ha de ser SINCERA. No vamos a ella a decir palabras o repetir tópicos. Sentirnos de verdad necesitados de Dios. Y sentir la necesidad de acompañar al Señor.



Ha de ser HUMILDE. Recordemos la oración tan distinta del Fariseo y del Publicano de la Parábola.



Sentirnos PECADORES, necesitados de perdón. Vamos a la oración buscando la Divina Misericordia.



Convencidos de la GRANDEZA DE DIOS. Y ante El vernos como niños que necesitan su ayuda para todo.



Ser PERSEVERANTES en el diálogo con Dios. No es cuestión de orar cuando me viene bien o siento la necesidad. El Señor dijo: Orar siempre y no cansaros.



Siempre en el NOMBRE DE CRISTO, como hacemos en las oraciones de la Misa. El dijo: Lo que pidáis en mi nombre os lo concederá Mi Padre que está en el Cielo.



Y ACEPTANDO LA VOLUNTAD DE DIOS, como decimos en el Padrenuestro: Hágase Tu Voluntad en la tierra como en el cielo.



Y estar siempre ATENTOS, evitando la palabrería y la rutina. Para ello hay que pedir la ayuda del Señor.



A Dios le alegra la oración del cristiano, del hombre sencillo y fervoroso. Le agrada cuando le confiamos todos nuestros asuntos y creemos de todo corazón que Él puede suplir todas nuestras necesidades espirituales, físicas y materiales.



Vamos a la oración cuando sentimos nuestra debilidad y dependencia Dios. El orgulloso no ora, porque piensa que no puede esperar nada de nadie, y menos de Dios. Las almas sencillas han sido siempre las mejores orantes: Ejemplo de San Francisco de Asís, Santa Teresita del Niño Jesús, Santa Faustina… y tantos otros. Los resultados de ese encuentro: una paz que sobrepasa todo entendimiento y una gratitud inmensa hacia nuestro Padre celestial por su gran e inefable amor.



Hemos leído en la primera Lectura que Moisés oraba mientras el pueblo luchaba para defender sus derechos. Mientras Moisés tenía los brazos extendidos orando el pueblo ganaba. Si dejaba de orar por cansancio, era el enemigo el que llevaba la ventaja. Por eso le sostenían los brazos para orara sin cesar.



Hoy la Iglesia necesita especialmente almas de oración. Nos dice el Papa que deben fomentarse en toda la Iglesia los grupos de oración, para que sostengan la actividad misionera con la plegaria, y al mismo tiempo rueguen a Dios por el bien de la humanidad. No olvides que el Señor está en el Sagrario y te espera. Si no hay oración, el resto de la actividad espiritual pierde altura y profundidad.



Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿Encontrará fe en la tierra? Di: Señor creemos, pero auméntanos la fe.




Juan García Inza

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