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jueves, 14 de octubre de 2010

LA MISERICORDIA DIVINA EN SANTIAGO DE COMPOSTELA

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Este fin de semana he tenido la oportunidad de asistir con cien peregrinos, al Encuentro Nacional de grupos de la Divina Misericordia de España celebrado en Santiago de Compostela. Nos reunimos en el seminario Menor de Santiago cerca de mil asistentes venidos de todas las Diócesis. Coordinaba el evento el grupo de San Sebastián. Un ambiente realmente entrañable.
Los distintos grupos fueron dando sus testimonios. Hablaron de las maravillas que la Misericordia Divina va haciendo en las almas. Uno de los sacerdotes mayores, autor de un libro sobre la Divina Misericordia, nos expuso el proceso que ha llevado esta realidad divina, tan antigua como el mundo. Dios siempre ha sido misericordioso con el hombre, aunque el hombre no lo haya entendido y correspondido. La mayor muestra del Amor de Dios fue la Encarnación del Hijo. “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo”. Y el Hijo, Jesús, nos habló de ese Amor con parábolas y con hechos: El hijo pródigo, la oveja perdida, la moneda extraviada, el perdón a Zaqueo, a la mujer adúltera, a María Magdalena, a Mateo, etc. Y desde la Cruz dijo: “Padre, perdónales que no saben lo que se hacen”. Y nos dejó a su Madre, y la Iglesia y, sobre todo, su propia presencia en la Eucaristía. ¿Cabe mayor prueba de amor?
Le encomendó a Sor Faustina, una monja polaca hoy santa, que recordara al mundo entero el amor de Dios a los hombres. Ella lo escribe todo en su diario, y de él recogemos estas palabras del Señor: Escribe… habla al mundo de mi misericordia, de mi amor. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres. ¡Qué dolor me dan cuando no quieren aceptarlas. Haz lo que esté en tu poder para difundir la devoción a mi misericordia. Yo supliré lo que te falta. Dile a la humanidad doliente que se abrace a mi Corazón misericordioso y Yo la llenaré de paz. Di, hija mía, que soy el Amor y la Misericordia Mismos.
La Divina Misericordia empezó siendo una devoción, continuó siendo un culto, y ahora es ya, gracias al Magisterio de la Iglesia, en especial de Juan Pablo II, una doctrina. Mi templo parroquial es Santuario de la Divina Misericordia. Tratamos de difundir esta gozosa realidad, y nos preparamos ya para participar el próximo año en el 2º Congreso de la Divina Misericordia que se celebrará en Cracovia.

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

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