Este Blog pretende ser un instrumento al servicio de la Parroquia, para información y formación de los visitantes

sábado, 29 de enero de 2011

DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C



EVANGELIO
En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán "los hijos de Dios".
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

COMENTARIO
Cuando se conquistó el Oeste Americano, la gente viajaba en diligencia. Lo que, tal vez, no saben muchos es que había tres clases de viajeros. Los viajeros de primera, pasara lo que pasara en esos viajes turbulentos, permanecían sentados todo el tiempo. Los viajeros de segunda, cuando surgía un problema, bajaban de la diligencia mientras se solucionaba el problema y miraban. Los viajeros de tercera tenían que salir, mancharse las manos, arreglar la rueda rota, empujar…poner la diligencia en marcha.
En este viaje hacia la casa de Dios nos decía el Señor hay que cambiar de vida y de corazón, eso sólo lo podemos hacer cada uno. En este viaje hacia una vida más digna, hacia una comunidad más unida, hacia un barrio más seguro, necesitamos la ayuda de todos. Todos tenemos que ser viajeros de tercera. Todos llamados a trabajar juntos.
Jesucristo no fue un viajero de primera en aquella diligencia en la que le tocó viajar. Sólo los que cambian de vida y de corazón pueden entender el mensaje de Jesús.
En el evangelio de hoy, Jesús, el nuevo Moisés, sube a la loma, se sienta y se pone a enseñarles, a enseñarnos. A este sermón se la llama la Carta Magna y el programa de todos los seguidores de Jesús. Es el programa de la felicidad según Jesús.
No sé si estamos programados para ser felices, pero todos queremos serlo y buscamos la felicidad como locos. ¿Se ha preguntado alguna ver qué es la felicidad? La respuesta está en el Evangelio. (P. Felix Jimenez)
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domingo, 23 de enero de 2011

¿Por qué soy católico?

or qué soy católico?




Sabemos que no está muy de moda manifestar públicamente nuestra condición de creyentes. En algunos círculos de personas que se tienen por intelectuales progres puede ser motivo de sarcasmo el aportar a la conversación, o a la opinión pública, alguna dato, criterio o noticia que roce el tema religioso. Y sobre todo si se trata de la Iglesia Católica.





Los enemigos de la verdad han sabido jugar la partida de la opinión pública con garantías de éxito. Todo aquello que sirva para adormecer las conciencias, para auto convencerse de que llevo razón haciendo lo que me da la gana es bien recibido, aplaudido y aireado. Y pobre del que no entre por el aro. Te colocan la etiqueta de retrasado mental, medievalista, gótico perdido.

Un botón de muestra bien conocido por los medios es la Universidad de Barcelona. Los que se autoproclaman defensores de la libertad no permiten que los que quieran vayan a Misa en la misma capilla de la Facultad. ¿Eso es democracia? Más bien es odio, totalitarismo, fundamentalismo ateo, como le queramos llamar.

Es demencial que un país de mayoría católica, en algunos ambientes los católicos tengan que vivir su fe poco menos que en las catacumbas. Lo único que falta ya es que en lugar de corridas de toros saquen de nuevo a los leones como en el Coliseo romano.

Pero afortunadamente hay gente valiente, que da la cara, que se juega el puesto, la promoción, y lo que haga falta por defender a Dios y a la Iglesia Católica. No me extraña que estén tramando una contraprogramación a la JMJ, al encuentro del Papa con los jóvenes. En otros lugares pasó algo parecido que fracasó rotundamente, como en Australia que llevaron en la fechas del encuentro de los jóvenes con el Papa un ejército de prostitutas, que se quedaren en el paro.

A veces nos indignamos por cosas que no entendemos, pero esa indignación nos debe llevar a ser auténticos, de acuerdo con lo que Dios me pide.

Esto dice una joven en su Blog hablando de la indignación:

La he tenido en una situación particular de mi vida.


Durante años estuve esperando, confiando, sacrificando, haciendo todo de mi parte, y, sin embargo, nada. Llega un momento en nuestra vida que tenemos que decir "¡Qué pasa Dios, o vas a manifestarte en mi vida o mi fe en Ti es inútil !".
Muchas de nosotras tardamos tiempo en realmente indignarnos. Se empieza quejándose, luego empezamos a decirnos a nosotras mismas "Dios proveerá" o "que todo coopera para el bien de aquellos que le aman ´, y luego se entrar en esta actitud "adormecida, acomodada "cuando ya nada importa nada más... pero, ¿te has dado cuenta que ESTO NO FUNCIONA?
Hay problemas en la vida que está más allá de nuestras condiciones, sólo Dios es capaz de resolverlos, pero para poder ver el poder de Dios, tenemos que usar nuestra fe. Ahora piensa conmigo:
¿Utilizas tu fe en vez de quejarte? NO.
¿Utilizas tu fe en vez de recitar la Biblia una y otra vez, como si recordándote a ti misma todas las promesas de Dios las cosas cambiaran? NO.
¿Utilizas tu fe en vez de estar pensando "ya no me importa más lo que pase? NO.
Lee la Biblia nuevamente, esta vez, echa un vistazo a la vida de todos los hombres y mujeres de fe que en ella se cita. Ya verás que todos tienen algo en común:

ELLOS SE INDIGNARON.
Y a causa de su INDIGNACIÓN, hicieron cosas que nadie más las hicieron.
Fuente: http://mejorquezapatosnuevos.blogspot.com/2010/08/indignada.html

Juan García Inza

Por Qué Me Hice Católico

sábado, 22 de enero de 2011

Domingo 3º del Tiempo Ordinario, ciclo A



EVANGELIO
Al enterarse Jesús que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí.
Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: "País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló".


COMENTARIO
Un párroco se enteró un día de que uno de sus feligreses había decidido no asistir más a la iglesia. La razón de este rebelde era que podía comunicarse con Dios en la naturaleza como si estuviera en la iglesia.
Una noche el párroco decidió hacerle una visita.
Sentados junto al fuego, los dos hombres hablaron de mil asuntos pero no hablaron de la asistencia a misa.
Al cabo de un rato el párroco cogió las tenazas y sacó una sola brasa del fuego. Y colocó la brillante brasa sobre el suelo.
Los dos veían la brasa apagarse poco a poco y convertirse en cenizas, mientras las otras ardían y brillaban y sus llamas bailaban alegres.
El párroco permanecía en silencio.
Al cabo de un rato, el feligrés dijo: el próximo domingo estaré en la iglesia.
Jesús, lleno del Espíritu, después de su bautismo comienza su carrera, su ministerio.
Su bautismo fue su graduación, su diploma fue firmado por el Espíritu y su anillo fue el amor del Padre.
Con estas armas se retiró a Galilea, el país de los paganos, de los no creyentes, de la oscuridad. Y allí comenzó a predicar. Un sermón muy corto. Todos conocemos la música y la letra. "Cambien sus vidas. El Reino de Dios está muy cerca".
En la radio de Jesús el tema más repetido es la conversión.
Conversión no es sólo cambiar de costumbres, dejar a un lado las esclavitudes de la carne, la seducción del mundo y las tentaciones del demonio. Éstas siempre nos van a acompañar y tentar. Esto es la conversión en clave negativa.
Conversión es encontrar el motor del cambio y este motor sólo es Cristo.
Sólo con Cristo entramos en el proceso de conversión.

sábado, 15 de enero de 2011

Domingo 2º del Tiempo Ordinario. Ciclo A


Meditación: Domingo de la semana 2 de tiempo ordinario; ciclo A



«Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía, pero ha venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.

Y Juan dio testimonio diciendo: He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.» (Juan 1, 29-34)



1º. Jesús, hoy Juan el Bautista te llama «el Cordero de Dios».

Este nombre había sido utilizado varias veces en el Antiguo Testamento, y todo buen judío sabía lo que significaba: el Cordero de Dios era el Mesías, el Salvador, que debía ser sacrificado por el pueblo para el perdón de los pecados; como el cordero pascual que sacrificaron los israelitas en Egipto y cuya sangre salvó a sus primogénitos del exterminio del ángel.

El pecado original rompió la unión entre Dios y los hombres.

Pero Tú prometiste un Salvador y los profetas lo habían ido anunciando.

Como la falta primera era infinita -porque infinito era el valor del ofendido-, se requería un rescate infinito.

Pero, a la vez, debía ser un hombre quien pagara el rescate en nombre de toda la humanidad.

Jesús, Tú eres «el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero y carga con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua» (CEC.-608).

Eres «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».

Con tu vida, que es vida de hombre y vida de Dios, y con tu muerte, que es un sacrificio de valor infinito, has vuelto a acercarme a Dios.

Que me dé cuenta de la maldad del pecado, pues por cada uno de ellos has muerto en la cruz.

Que valore estar en gracia, pues para que pudiera vivir vida sobrenatural -vida de hijo de Dios- has entregado tu vida.

2º. «Jesús se quedó en la Eucaristía por amor.., por ti.

-Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú.

Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras alma -¡muchas!- sigan igual camino.» (Forja.-887).

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del inundo; dichosos los llamados a la cena del Señor.

Con estas palabras me dispongo a recibir la comunión.

Jesús, estás ahí en la Eucaristía.

Te has quedado por mí, para que te cuente mis cosas en la oración, estando física o mentalmente junto al sagrario.

Estás ahí para que te reciba en la comunión y así pueda ir enamorándome cada día más de Ti.

De este modo, como Juan, podré dar «testimonio de que Tú eres el Hijo de Dios.»

Jesús, veo que podría irte a visitar muchas más veces pero que, por otro lado, Tú quieres que viva una vida normal, en medio de mi familia y mis amigos.

No se trata de estar cada vez más horas rezando, sino de ir aprendiendo a encontrarte en cada una de mis actividades profesionales y sociales.

Pero, para ello, necesito el alimento de la comunión frecuente, y el encuentro diario contigo en la oración.

Que con mi vida responsable, alegre y servicial pueda decir en cada momento: «he aquí el Cordero de Dios»; Jesús está aquí: en este rato de deporte en el que no me irrito con el que lo hace peor; en este viaje en el que aprovecho para rezar un rosario; en este rato de estudio que ofrezco por la persona e intenciones del Papa; en esta comida que bendigo al empezar y doy gracias al acabar; en esta tarde con mi familia en la que me desvivo en pequeños detalles y paso por alto las impertinencias de un hermano pequeño, etc.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

sábado, 8 de enero de 2011

Domingo después de Navidad. FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Tú eres mi Hijo, muy amado




El bautismo de Jesús es uno de tantos misterios que llenan la vida de Jesús. El es el Hijo de Dios, el que no puede tener pecados, el que ha venido a quitar el pecado del mundo. Y en la escena de hoy lo vemos haciendo cola en el orilla del río donde Juan estaba administrando un bautismo de conversión. Todos los que se sentían pecadores buscaban el bautismo de Juan para limpiar sus almas. Y Jesús quiere pasar como un pecador más. ¿No podía inducir esta actitud a crear una confusión o una duda en los demás? ¿Qué buscaba Jesús con esta actitud tan contradictoria? El mismo Juan se siente indigno de administrarle aquel bautismo de penitencia, y se lo dice: Soy yo el que tiene que ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí? Juan se consideraba indigno desatarle las correas de sus sandalias. Pero Jesús le dice que haga lo que tiene que hacer. Y Juan obediente le bautiza.

¿Cuál es la lección que nos quiere dar Jesús? Sencillamente que nadie diga que no tiene pecado. Que seamos lo suficientemente humildes para sentirnos necesitados de penitencia y conversión. El pasó, siendo Dios, por un pecador hasta su muerte. El asumió, cargó sobre sí nuestras miserias para expiar nuestros pecados. Por eso es MISERICORDIOSO. Nos ama, nos comprende, busca nuestra conversión, quiere darnos el perdón. El es el cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo. Pero los hombres no queremos ver nuestras miserias, nuestras deudas, y seguimos condenando a los demás como si tuviéramos derecho a juzgar. El diría en una ocasión en la que querían condenar a muerte a una mujer pecadora: El que esté libre de pecado que le tire la primera piedra. Y en otra ocasión: ¿Cómo te fijas tantos en la paja del ojo de tu hermano y no ves la vida que tienes en el tuyo?

Somos así de duros con nuestro semejantes, como si nuestra naturaleza fuera angélica. Estamos en el tiempo de la MISERICORDIA DIVINA, pero para eso hay que tener la suficiente humildad para sentirnos pecadores, necesitados de perdón, y poner en marcha todo un proceso de conversión.

Y ante esta actitud tan humilde del Señor, el cielo se rasgó y el Espíritu Santo bajó hacia El en forma de paloma. Se oyó una voz que decía: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.
Hoy debemos sentirnos agradecidos al Señor por su gran lección de humildad, y al mismo tiempo contemplar su figura, su Persona, como lo más querido por Dios. Nada hay más grande cerca de nosotros que Cristo. Por eso es tan importante la Eucaristía, la práctica religiosa, el seguimiento de Jesús. No hay salvación del hombre, de la humanidad, sino es siguiendo a Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. No olvidemos lo que El dijo: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que está unido a Mí da mucho fruto. Pero el sarmiento que no está unido a Mí, al tronco, se seca, y lo cortan para tirarlo al fuego.

Dice San Josemaría Escrivá en Surco: "¿Qué vale el hombre o el galardón más grande de la tierra, comparado con Jesucristo, que está siempre esperándote?" (n.664). Sigue a Jesús, y pasa por el bautismo de la penitencia, y revive tu condición de bautizado que te hizo hijo de Dios y miembro de la Iglesia, y tómate en serio tu fe. Este es mi Hijo muy amado, ¡escuchadle!, dice el Padre Dios. De esto dependen muchas cosas importantes en tu vida, y en la humanidad. Cristo es la salvación. Si te ha servido de algo estas celebraciones navideñas, no olvides que lo más importantes es que el Señor nació y se quedó entre nosotros para nuestro bien, para salvar nuestra dignidad, y para que seamos santos, como Dios es Santo.



Juan García Inza

miércoles, 5 de enero de 2011

Epifanía del Señor

Buscando la Estrella del Señor

La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.
Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. En sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaba el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.
Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.
Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.
Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.





VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA

Que nos haga apreciar que, Dios,
se manifiesta a los que le buscan
a los que, en medio de la noche clara u oscura,
no se detienen y averiguan y siguen rebuscando
al Dios escondido, al Dios que silenciosamente
sale al encuentro de todo hombre
VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Porque, acostumbrados a vivir a media luz,
añoramos la LUZ divina escondida en una gruta
Luz del cielo, para el hombre que camina en la tierra
VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Porque, su ruta, será nuestro peregrinar hasta Jesús
Su destello, hablará con lenguaje divino
Su presencia, nos llevará al Dios desconocido
VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Que nos guíe, frente a tanto desconcierto
Que nos ilumine, en medio de la noche
Que nos haga avanzar, cuando la fe se debilita
VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Porque, como exploradores de Dios,
no queremos perderlo en el horizonte de nuestra vida
porque, como hombres y mujeres de fe,
queremos llegar hasta el Señor, y ante El postrarnos,
y ofrecerle el incienso de nuestra admiración,
el oro de la riqueza de nuestra fe
junto a la mirra de nuestros pecados y fragilidad
VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Que nos haga creer, que Dios no se desentiende del mundo
palpar, que Dios espera al final de su destello
vibrar, al impresionarnos por todo un Dios humanado
VENIMOS EN BUSCA DE UNA ESTRELLA
Ayúdanos, Señor, a no perder de vista el cielo
aquella gran casa donde, con luz divina,
viven y se nos muestran infinidad de estrellas.
Amén.

Javier Leoz en Mercabá

sábado, 1 de enero de 2011

Segundo Domingo después de Navidad




En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gén 1, 1). En el principio existía la Palabra (Jn 1, 1) Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe (Jn 1, 3).
La Palabra es creadora
El evangelio de San Juan nos sitúa en un contexto de creación nueva, antes de los tiempos, en el “siempre” de Dios, en lo que nosotros llamamos principio. En Dios no hay principio, Él es eterno. El pasaje nos lleva a la eternidad divina, al sin tiempo de la Trinidad, a su voluntad creadora. Toda realidad existe por la Palabra., donde llega la Palabra todo se hace nuevo, todo recupera el sello de su Autor, revela y manifiesta al Dios que existe desde siempre y se da a conocer en el universo.
La Palabra es el Tú de Dios
La Trinidad es comunión plena en una expresión de amor, manifestada a través de la Palabra. La Palabra es el Tú de Dios, su íntima conversación intradivina, diálogo eterno. Dios pronuncia su Palabra, se comunica por su Palabra. El Tú de Dios, se ha hecho nuestro Tú, ha entrado en conversación con la humanidad, dialoga con la carne. Podemos hablar con Dios, ahora tenemos el lenguaje divino. Dios se ha hecho carne, se ha hecho Tú humano, para que desde ahora podamos hablar con Él.
Dios se revela en su Palabra.
Hasta ahora nadie conocía a Dios, ni siquiera era posible pronunciarlo. Desde ahora, por Jesucristo, que es el Testigo fiel, se nos ha dado a conocer. Ahora sabemos quién es Dios y quienes somos nosotros. Ya no hablamos de oídas, ya no tenemos que imaginar quién es el Creador, el Eterno, el Innombrable.«¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?». Salmo 113 [112]), que ha comentado Benedicto XVI, en la Misa del Gallo.
La Palabra es vida
La Palabra es manifestación de un Dios que vive. Jesús proclama: “Yo soy la vida”. Todo ser viviente participa de la fuerza de la Palabra. Vivimos, respiramos, porque nos sostiene la Vida, que es la Palabra mantenida del Dios Creador, de Aquel que ha hecho todo por medio de su Palabra.
La Palabra es luz
Ante la Palabra no puede ninguna oscuridad. La tiniebla ya no es tiniebla, la noche es clara como el día. La Palabra ilumina la mente, transfigura la persona, da resplandor al rostro, manifiesta la gloria de Dios, brilla y fascina, embelesa, extasía. Nada como la Palabra da sentido a la historia. Desde ella todo tiene sentido, todo recupera su sentido. Ahora ya podemos conocer al Invisible, podemos contemplar el rostro velado desde siempre, ya no nos tenemos que ocultar ante la gloria resplandeciente y cegadora de Dios.
La Palabra diviniza
La Palabra transmite la vida divina, hace reconocerse hechura de Dios, introduce en la relación trinitaria, da poder para llamar a Dios: “Padre”, posibilita saberse siempre amado, hijo. La Palabra desvela la posibilidad más sobrecogedora, la de tener por Padre a Dios. Gracias a la Palabra somos hijos de Dios, hechos por su Palabra, pensados antes del tiempo, desde el principio, en su Hijo único, en su Palabra manifestada en la carne. Se nos ha posibilitado la oración, el amor, el trato, la familiaridad, con Dios, y se nos ha revelado la plenitud de la creación y de la humanidad.
Acojamos la Palabra
Se nos ha iniciado en la lengua de Dios. Al igual que el Verbo, así nosotros podamos estar ya siempre con Dios, junto a Dios, en Dios, pues la Palabra se ha hecho carne y acampa entre nosotros, con nosotros, en nosotros. Hablemos como hijos de Dios. Nos tratemos como hermanos. Reconozcamos en nosotros y en nuestro entorno al que hace existir la realidad y la mantiene con su Palabra.

Ángel Moreno de Buenafuente (en Ecclesia Digital)