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domingo, 24 de julio de 2011

Santiago y Zaragoza en la "Mística Ciudad de Dios"

Celebramos a Santiago, Patrón de España. Es nuestro modelo a seguir como intrépido evangelizador de una España pagana, que hoy necesita una nueva siembra de la Palabra de Dios. Sin duda la hará Benedicto XVI en los jóvenes y en todos los que le quieran escuchar.

En un post anterior indicaba que un buen libro para leerlo con paciencia este verano podría ser “La Mística Ciudad de Dios” de la Venerable Sr. María de Jesús de Ágreda. En ese libro que cuenta la vida de la Virgen María, se nos habla de su venida a Zaragoza en cuerpo mortal, y por encargo de su Hijo, para consolar y animar a Santiago, un tanto extenuado por la ingente labor que estaba realizando en nuestra tierra. Ofrecemos en este post copia literal de parte de los fragmentos que la mística de Agreda dedica a este acontecimiento tan importante, y que algunos dudan que fuera realidad. Los párrafos están tomados, escaneados, de la edición de la obra completa publicada en España en el año 1982.




Viene María santísima de Jerusalén a Zaragoza en España, por voluntad de su Hijo nuestro Salvador, a visitar a Santiago, y lo que sucedió en esta venida y el año y día en que se hizo.—Todo el cui­dado de nuestra gran Madre y Señora María santísima estaba em­pleado y convertido a los aumentos y dilatación de la santa Iglesia, al consuelo de los apóstoles, discípulos y de los otros fieles, y a defen­derlos del infernal dragón y sus ministros en la persecución y ase­chanzas que, como se ha dicho 12, les prevenían estos enemigos. Con su incomparable caridad, antes de venir a Efeso ni partir de Jerusalén, ordenó y dispuso muchas cosas, en cuanto le fue posible, por sí y por ministerio de los santos ángeles, para prevenir todo lo que en su ausencia le pareció conveniente, porque entonces no tenía noticia del tiempo que duraría esta jornada y la vuelta a Jerusalén. Y la mayor diligencia que pudo hacer fue su continua y poderosa oración y peticiones a su Hijo santísimo, para que con el poder infinito de su brazo defendiese a sus apóstoles y siervos y quebrantase la sober­bia de Lucifer, desvaneciendo las maldades que en su astucia fabricaba…



Estando la divina Madre en estas peticiones, un día, que era el cuarto antes de partir a Efeso, sintió en su castísimo corazón alguna novedad y efectos dulcísimos, como le sucedía otras veces para algún particular beneficio que se le acercaba. Estas obras se llaman palabras del Señor en el estilo de la Escritura, y respondiendo a ellas María santísima, como maestra de la ciencia, dijo: Señor mío, ¿qué me mandáis hacer y qué queréis de mí? Hablad, Dios mío, que vues­tra sierva oye.—Y en repitiendo estas razones vio a su Hijo santí­simo que en persona descendía del cielo a visitarla en un trono de inefable majestad y acompañado de innumerables ángeles de todos los órdenes y coros celestiales. Entró Su Majestad con esta grandeza en el oratorio de su beatísima Madre, y la religiosa y hu­milde Virgen le adoró con excelente culto y veneración de lo íntimo de su purísima rima. Luego la habló el Señor y la dijo: Madre mía amantísima, de quien recibí el ser humano para salvar al mundo, atento estoy a vuestras peticiones y deseos santos y agradables en mis ojos. Yo defenderé a mis apóstoles e Iglesia y seré su padre y protector, para que no sea vencida, ni prevalezcan contra ella las puertas del infierno14. Ya sabéis que para mi gloria es necesario que trabajen con mi gracia los apóstoles y que al fin me sigan por el camino de la cruz y muerte que padecí para redimir al linaje huma­no. Y el primero que me ha de imitar en esto es Jacobo mi fiel siervo, y quiero que padezca martirio en esta ciudad de Jerusalén. Y para que él venga a ella y otros fines de mi gloria y vuestra, es mi voluntad que luego le visitéis en España, donde predica mi santo nombre. Quiero, Madre mía, que vayáis a Zaragoza, donde está ahora, y le ordenéis que vuelva a Jerusalén y antes que parta de aquella ciudad edifique en ella un templo en honra y título de vuestro nombre, don­de seáis venerada e invocada para beneficio de aquel reino y gloria y beneplácito mío y de nuestra beatísima Trinidad…

Admitió la gran Reina del cielo esta obediencia de su Hijo santísimo con nuevo júbilo de su alma. Y con el rendimiento digno respondió y dijo: Señor mío y verdadero Dios, hágase vuestra vo­luntad santa en vuestra sierva y Madre por toda la eternidad y en ella os alaben todas las criaturas por las obras admirables de vues­tra piedad inmensa con vuestros siervos. Yo, Señor mío, os magnifico y bendigo en ellas y os doy humildes gracias en nombre de toda la santa Iglesia y mío. Dadme licencia, Hijo mío, para que en el templo que mandáis edificar a vuestro siervo Jacobo pueda yo pro­meter en vuestro santo nombre la protección especial de vuestro brazo poderoso, y que aquel lugar sagrado sea parte de mi herencia….




Con estos maravillosos efectos que sintieron, ordenó el Señor que estuviesen prevenidos y atentos a lo que de aquel gran misterio se les manifestase. Los san­tos ángeles pusieron el trono de su Reina y Señora a la vista del apóstol, que estaba en altísima oración y más que los discípulos sentía la música y percibía la luz. Traían consigo los ángeles una pequeña columna de mármol o de jaspe, y de otra materia diferente habían formado una imagen no grande de la Reina del cielo. Y a esta imagen traían otros ángeles con gran veneración, y todo se había prevenido aquella noche con la potencia que estos divinos espíritus obran en las cosas que la tienen…





Manifestósele a Santiago la Reina del cielo desde la nube y trono donde estaba rodeada de los coros de los ángeles, todos con admirable hermosura y refulgencia, aunque la gran Señora los ex­cedía en todo a todos. El dichoso apóstol se postró en tierra y con profunda reverencia adoró a la Madre de su Criador y Redentor y vio juntamente la Imagen y columna o pilar en mano de algunos án­geles. La piadosa Reina le dio la bendición en nombre de su Hijo san­tísimo y le dijo: Jacobo, siervo del Altísimo, bendito seáis en su diestra; él os salve y manifieste la alegría de su divino rostro.— Y to­dos los ángeles respondieron: Amén.—Prosiguió la Reina del cielo y dijo: Hijo mío Jacobo, este lugar ha señalado y destinado el altísimo y todopoderoso Dios del cielo, para que en la tierra le consagréis y dediquéis en un templo y casa de oración, de donde debajo del tí­tulo de mi nombre quiere que el suyo sea ensalzado y engrandecido y que los tesoros de su divina diestra se comuniquen, franqueando liberalmente sus antiguas misericordias con todos los fieles y que por mi intercesión las alcancen, si las pidieren con verdadera fe y piadosa devoción. Yo en nombre del Todopoderoso les prometo gran­des favores y bendiciones de dulzura y mi verdadera protección y amparo, porque éste ha de ser templo y casa mía y mi propia he­rencia y posesión. Y en testimonio de esta verdad y promesa quedará aquí esta columna y colocada mi propia imagen, que en este lugar donde edificaréis mi templo perseverará y durará con la santa fe has­ta el fin del mundo. Daréis luego principio a esta casa del Señor, y habiéndole hecho este servicio partiréis a Jerusalén, donde mi Hijo santísimo quiere que le ofrezcáis el sacrificio de vuestra vida en el mismo lugar en que dio la suya para la redención humana…

Dio fin la gran Reina a su razonamiento, mandando a los ángeles que colocasen la columna y sobre ella la santa Imagen en el mismo lugar y puesto que hoy están, y así lo ejecutaron en un momento. Luego que se erigió la columna y se asentó en ella la sa­grada Imagen, los mismos ángeles, y también el santo apóstol, reco­nocieron aquel lugar y título por casa de Dios, puerta del cielo y tierra santa y consagrada en templo para gloria del Altísimo e in­vocación de su beatísima Madre. Y en fe de esto dieron culto, adora­ción y reverencia a la divinidad, y Santiago se postró en tierra, y los ángeles con nuevos cánticos celebraron los primeros con el mis­mo apóstol la nueva y primera dedicación de templo que se instituyó…






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Aunque son revelaciones privadas, tienen la garantía de venir de la pluma de una santa religiosa, todavía Venerable oficialmente, pero que ha ayudado durante varios siglos a muchas personas a sentirse mar cerca de Dios de la mano de la Virgen, cuyos detalles de su vida tan minuciosamente nos narra Sor María Jesús de Agreda.

Los que quieran leer más de esta obra puedes entrar en esta página W:

http://iteadjmj.com/docs/docs.html y buscar en ella Mística Ciudad de Dios

www.youtube.com/watch

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

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